XXXV

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El día siguiente fue como cualquier otro en York, en el poco tiempo que llevaba me había dado cuenta de los patrones de este seudo-reino; Levantarse, vestirse, trabajar, comer una porción ridícula de comida a comparación del banquete de Ivar, entrenar, volver a comer con las mismas porciones y dormir. Cada día era lo mismo.

Los aldeanos mejoraban las defensas, siempre alerta de un posible ataque, Hvitserk y yo ayudábamos mientras que Ivar se pasaba todo el día sentado en su trono, las esclavas trayéndole lo que él quisiera.

-Estoy agotada- murmuré tirándome sobre mi cama. Hvitserk riéndose de mi mientras dejaba sus armas sobre una mesita al lado de la puerta.

-Hoy hemos avanzado mucho, en un par de días nadie será capaz de entrar a nuestro pueblo sin que lo sepamos, ni siquiera los dioses, aunque lo intenten- comentó él.

-Los dioses harán lo que quieran, Hvitserk. Para eso son dioses- me incorporé para mirarle- hablando de dioses, ¿sabes algo de Ivar? Algo más que las comilonas y dar órdenes.

-Sé exactamente lo mismo que tú- se sentó a mi lado sobre mi cama- será mi hermano, pero no puedo leer su mente.

-Es que... Uuugh- me dejé caer de nuevo con frustración - veo cada día cómo las avanzan las enfermedades, cómo la gente se muere de hambre, cómo hasta nosotros nos morimos de hambre... ¿Y él? Cada día que pasa come un banquete recién salido del Valhalla. ¿En qué narices piensa?

-En que es... ¿Un ser intocable?- rodé los ojos.

-Tan intocable que no se ha dignado a dirigirme la palabra desde la noche de la cena con Aethelwulf- noté cómo la cama se hundía a mi lado, Hvitserk se había tumbado - Puede ser que aliarme con Lagertha no fuera la mejor decisión, lo entiendo, ya no más. Entrenar a los cristianos, lo siento, no tenía otro remedio... ¿Qué he hecho mal ahora?

-Nada. Tomastes todas tus decisiones sabiendo las consecuencias. Que haga lo que quiera con la información que le has dado.

-¿Crees que me sigue queriendo? - tal cual esa pregunta salió de mis labios, noté la mirada de Hvitserk en mi - dime que piensas. De verdad.

-Pienso que si te quisiera... No te ignoraría, ni te dejaría dudar de lo que siente por ti. Si te quisiera después de estar sin ti durante tanto tiempo ni se le ocurriría tenerte fuera de su vista. Si te quisiera no tendría una habitación aparte para ti - pausó para secarme las lágrimas que caían de mis ojos-  sé lo que quieres escuchar, pero no puedo mentirte.

-Y te lo agradezco- me incorporé - voy a hablar con él, dejarle las cosas claras- no le di tiempo a responder ya que al segundo ya estaba con un pie fuera del cuarto.

No sabía muy bien que decirle y durante el corto trayecto de mi cuarto a la "sala del trono" tampoco se me ocurría nada.

La puerta de la sala estaba cerrada, pero había alguien dentro, podía escuchar nuidos. Con destreza agarré mi cuchillo, lista a cualquier ataque. Pero al abrir la puerta nunca pensé que lo que vería iba a ser real.

Los ruidos que escuchaba desde fuera eran gemidos; de Ivar y una esclava, para ser más exactos. Cerré la puerta de nuevo, dirección a mi cuarto, tenía que ser una pesadilla, si volvía a mi cama y hacía lo posible por despertarme seguro que volvería a la normalidad. Pero, al chocarme con Hvitserk, la realidad se abalanzó sobre mi de golpe.

-Ey... ¿Qué pasa?- me preguntó el rubio. No podía articular palabras, solo me salían onomatopeyas. Hvitserk decidió volver a entrar a mi cuarto, arrastrándome de la mano.

Me sentó en me mismo sitio en cual estaba la última vez, pero esta vez en vez de sentarse a mi lado como antes, se agachó delante mío, buscando mi mirada.

-He... He... - no podía decirlo, si lo decía sería real. Hvitserk esperaba, acariciándome las manos con sus pulgares, tratando de calmarme - Ivar estaba... Estaba... Con otra mujer... - respiré ahogadamente- en el trono, estaba con ella en el trono... ¿No hemos llegado a esa fase y lo hace con otra? - respiré agitadamente.

-Sigrid, Sigrid- me agarró la barbilla para direcionar mi cabeza y forzar la conexión entre nustras miradas - necesito que respires- me hizo una demostración la cual intenté imitar con dificultad - ¡bien!  Ahora que estás más tranquila explícame qué ha pasado- noté como el pulgar que se encontraba en mi barbilla me acariciaba.

-He ido a la sala del trono y he visto a Ivar con una esclava. Estaban... No sé cómo decirlo sin querer llorar de nuevo... - Hvitserk negó con la cabeza para que spuera que no tenía que decirlo. Se incorporó para sentarse a mi lado y poder envolverme entre sus brazos.

-Escuchame... No llores por él. No lo merece- me dio un beso en la frente- que esté con todas las esclavas que quiera, que acaba de perder a su reina.

Sigrid FlokisdóttirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora