Sigrid Flokisdóttir

XXIV

Ivar
Me quedé unos segundos más mirando intensamente el camino por el cual Sigrid se había marchado.

-¿Ha dicho que Lagertha la espera?- pregunté a mis hermanos. La rabia se comenzaba a hacer presente en mi cuerpo, se estaba codeando con la asesina de mi madre.

-Esto no me gusta- oí susurrar a Hvitserk, quién miraba a la misma dirección que yo.

Sigrid
Caminé con calma por el caminito desierto, destino; Kattegat centro. Realmente no tenía que juntarme con Lagertha ni nada, pero quería estar sola.

Decidí que en vez de pasar frío en la calle sería mejor estar en un lugar calentito, cómo el Gran Salón.

Estaban Lagertha, Torvi y Astrid en una pequeña mesa a un lado. Me senté con ellas.

-Llevo un día horrible- comenté mientras me reclinaba sobre la mesa. Noté las miradas de todas, obviamente querían saber qué era que hacía mi día tan horrible- Mis padres han traído una niña del Mediterráneo, al parecer sus padres han sido asesinados por Halfdan y por Harald, a mi madre le ha dado pena y ha decidido traersela cómo su hija.

-¿Y qué hay de malo?- me preguntó Torvi.

-Pues que están sustituyendo a mi hermana- le respondí.

-Sigrid, tus padres nunca podrían sustituir a Angrboda, nunca. Era su primera hija, han luchado mucho por tenerla. No la remplazarían así como así-comentó Lagertha acariciandome el brazo a modo reconfortante.

-¿Podemos hablar de otra cosa? Quiero quitar eso de mi mente ahora mismo- les dije, ellas asintieron- ¿De qué hablábais antes de que yo llegara?

-Pues... Lagertha ha ido a ver al vidente, le ha preguntado si algún hijo de Ragnar la matará y él a respondido que sí, debemos estar alerta- me explicó Astrid.

-Mañana zarpamos a Inglaterra para vengar a Ragnar, tienes unos cuantos días sin preocupación- le dije a la Reina con una sonrisa.

-Lo sé, mientras estáis fuera me aseguraré de doblar la seguridad de Kattegat- me dijo ella- estoy segura que varios atacantes acechan nuestro pueblo, no lo podemos permitir.

-Hay muchos niños en el pueblo, necesitan seguridad. Me alegra que nuestra reina se la ofrezca- dije con una sonrisa.

Pasaron las horas, Lagertha hizo sus cosas de reina y nosotras hicimos nuestras cosas de doncellas escuderas, todo iba bien, estaba todo tranquilo, sentía unos cuantos ojos sobre mi, pero nada que preocuparse.

Sin darme cuenta oscureció, no estaba muy segura si de ir a casa o dormir en la habitación que Lagertha me había preparado. Sería mucho mejor en la habitación pues así me podía despejar y dormir tranquila, sin ver a nadie.

Me acosté en mi nueva, caliente y blanda cama, lista para dormir. Hacer mis funciones como doncella escudera me había ayudado mucho, ya no estaba tan tensa y no tenía ganas de matar a la niña de nuevo.

Esa noche dormí como nunca antes, de hecho, cuando las esclavas tuvieron que despertarme para ir a vengar a Ragnar, las pieles se me pegaron y me costó trabajo levantarme de la cama.

Iba al puerto, allí pude ver a mi padre, mi madre y la niña hablando, sabia de que los tres vendrían con nosotros.

También vi a Ivar con sus hermanos, me acerqué a ellos.

-Hola- les dije. Me senté al lado de Ivar, lo más pegada a él que podía- ¿Listos para vengar a vuestro padre?- Les pregunté sabiendo que no me responderían, solo se dedicaron a limpiarse las manos y la cara y hablar de planes de guerra.

Bjorn se discutía con Ivar ya que este creía que podía ser el líder, si me preguntáis a mi, veo a Ivar muy capaz de liderar y estaría muy orgullosa de que lo hiciera, pero ahora mismo eso le toca a Bjorn como su primer hijo.

-¡Sigrid!- la voz de la reina interrumpió a Ivar en su razón número diecisiete de por qué era mejor que Bjorn para liderar, menos mal- ¿Puedes venir un momento? He de hablar contigo.

Sin esperar mucho me levanté de mi asiento soltando la mano de Ivar, sin que nadie se diese cuenta, Ivar y yo habíamos entrelazado nuestros dedos mientras que ideaban planes de guerra.

-Dime, mi reina- Lagertha estaba de buen humor, podía notarlo en su sonrisa.

-Solo quería desearte suerte en el viaje y que venguéis a mi exmarido con todas tus fuerzas. También quería ofrecerte esto- me enseñó una espada preciosa con miles de detalles- es hora de que tengas una preciosa espada digna de una guerrera ¿no crees?

-Muchas gracias mi reina, será todo un orgullo utilizarla en vuestro nombre- sonreí de vuelta.