II

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-Ten cuidado, papi. Si te quieren matar, mátales tu antes- murmuré abrazándole.
-Lo haré, pequeña, lo haré.
Mi padre ya había embarcado y los barcos ya se estaban alejando. Yo estaba feliz por ver a mi padre marchar como un héroe.

Me senté en la orilla del mar, viendo a los barcos desaparecer en la niebla.

Alguien se sentó a mi lado, alzé la vista y vi que eran Ubbe, Hvitserk y Sigurd. No dije nada, solo volví la vista al mar.

-¿Y Ivar?- pregunté al cabo de un rato.

-Con mamá- respondió Sigurd con un poco de rabia. Ubbe apoyó la cabeza sobre mi hombro yyo apoyé mi cabeza sobre la suya. Ubbe y yo somos buenos amigos, aunque mucha gente nos dice que cuando crezcamos tal vez terminemos juntos. Pero yo no lo creo, solo somos amigos, y no hay nada que pueda cambiar eso.

Empezó a llover, pero ninguno de nosotros se movió. Bueno, nadie se movió hasta que Aslaug vino a nosotros y nos regañó por estar en la calle en día de tormenta, dejando nuestra ropa empapada, al borde de un resfriado.

Tenía frío y la pieles no me daban calor. Era de noche, mi madre me había dado permiso para dormir en casa de Aslaug. Sin pensarlo dos veces me dirigí a la cama de Ubbe, al ser el más mayor también era el más grande y eso hacía que me sintiera protegida.

Me tumbé a su lado y le abracé. Él me rodeó con sus brazos atrayéndome más a él inconscientemente.

Dormí toda la noche con mi cara escondida en su pecho y su respiración haciéndome cosquillas en mi cabeza.

Meses más tarde regresó mi padre con un Ragnar muy enfermo. Habían conseguido saquear París gracias a él, aunque para ello tuvo que morir el pobre Athelstan y Rollo tuvo que quedarse para asegurarse de que los franceses no ganaban terreno.

Bjorn explicó lo que había pasado en el viaje y también arrestó a mi padre por el asesinato de Athelstan, a lo que él no negó, más bien dijo que cómo podíamos defender a un cristiano o algo parecido.

Bjorn decidió atar a mi padre en el centro de Kattegat para humillarle, los niños le tiraban tierra o excrementos y mi madre se dedicaba a intentar alejar a los pequeños de mi padre.

Por otro lado, para que nosotras no viéramos cómo trataban a mi padre, Angrboda y yo nos quedamos con Aslaug haciendo compañía a Ivar, quién era más mayor que yo por un par años.

Podía escuchar las risotadas de los niños y los gritos de mi madre diciendo- ¡No! ¡Dejadle en paz!- y cosas así. Realmente me partía el corazón que fuera tratado de esa forma.

Ivar y yo nos hacíamos más amigos conforme pasaban los días, al contrario que Angrboda, yo hablaba con él y le ofrecía jugar conmigo.

-Te toca- dije con una sonrisa después de ver la maravillosa jugada que había hecho sobre el tablero. Pero al parecer no fue tan maravillosa, pues Ivar me ganó con un simple movimiento- Te he dejado ganar.

-Ya, claro- rió Ivar- Si pensar eso te hace feliz.

Ubbe, Hvitserk y Sigurd entraron a la habitación dónde estábamos. Cuando los ojos de Ubbe se posaron en mi vino corriendo y me dio un beso en la mejilla, después recibí un abrazo de parte de los otros dos hermanos.

-¿Cuántas partidas habéis jugado?- me pregunta Sigurd.

-Cinco... y Ivar hace trampas.

-¿Por qué dices eso?- pregunta Hvitserk.

-Pues porque ha ganado las cinco.

-No es que haga trampas- se explica Ivar- es que Sigrid es muuuy mala. Es muy estúpida como para ganarme.

-Ivar- dijo Ubbe en tono de advertencia, Ivar le miró desafiante - Sigrid no es estúpida.

-Claro que lo es. No sabe jugar, apuesto que en batalla sería la primera en ir al Valhalla, aunque los dioses se reirían de ella por morir tontamente.

Al cabo de varios meses, Ragnar medio perdonó a mi padre gracias la muerte de mi hermana mayor, quién se puso muy enferma antes de morir, no pudo sobrevivir al invierno. A Ragnar le pareció que la muerte de mi hermana ya era más que un castigo que un padre debía soportar.

Se fueron a París de nuevo y se encontraron con que Rollo se había casado con la princesa. Nos había traicionado. Trataron de vengarse varias veces pero sin éxito alguno. Hubieron varias muertes y mi madre terminó herida. Ubbe y Hvitserk estaban ahí cuando atacaron el campamento. Prometieron ayudarme a cuidar a mi madre.

Ivar y yo nos hicimos grandes amigos durante todo ese tiempo. Y cuando mató aquel niño por no darle la pelota, todos los demás niños del pueblo le temieron, menos yo. Yo quise entenderle, Ivar debía de estar cansado de todo el mundo que le dijera que ser un lisiado le hace inútil y que no podría ser un verdadero vikingo.

Aslaug decidió que mi padre le enseñara a Ivar cada día a odiar a los cristianos, más bien nos enseñaba a los dos. Mi padre no podía soportar la idea que algún día pudiera llegar a entender a los cristianos, con sus prácticas inmorales y sus irresptuosidad hacia nuestros dioses. Según él todos debían morir, sin excepciones. Ivar llegó a pensar en ello como un modo de vida "cristiano que veía, cristiano que quería asesinar". En cambio, para mi solo era palabrería, no todos los cristianos nos habían hecho nada, y acabar con la vida de alguien por una forma de pensar diferente, era solo de ser ignorante.

Sigrid FlokisdóttirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora