XXI

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Sigrid
Pensé durante el resto del día. Sabía que Ivar me odiaría si elegía ser una de las doncellas escuderas de Lagertha, pero Torvi tenía razón, no debería importarme lo que Ivar pensara, era mi decisión.

Iba a ser una escudera de Lagertha, ya me había hecho a la idea. Se lo diría a Lagertha en el festejo de esa noche.

Ivar
Estábamos en el gran salón con un plan. Tanto Ubbe cómo yo íbamos a matar a Lagertha esa misma noche. Pero debíamos esperar al momento perfecto.

Al principio de la noche Sigrid, quién había venido con nosotros, fue a hablar con Lagertha. Observé cómo sonreía mientras le contaba algo que al parecer eran buenas noticias porque Lagertha y Torvi sonrieron. Lagertha la abrazó y sonrió aún más.

Sigrid
-Es genial que hayas aceptado, Sigrid, los dioses te lo agradecerán- me dijo Lagertha en el abrazo.

-Lo he estado pensando mucho. Y, Reina Lagertha, te ofrezco mi eterna lealtad- dije haciendo una reverencia.

-Y te lo agradezco- contestó ella. Hizo un gesto a otra escudera para que me diera una espada- llévala siempre contigo.

Entonces, de un momento a otro, unos hombres comenzaron a inmovilizar a todo el mundo. Las escuderas trataban de soltarse del agarre de los hombres.

Vi que Ivar y Ubbe estaban delante del trono, listos para atacar. Pero antes de que pudieran hacer nada, la puerta del gran salón se abrió sin más, dando un gran portazo.

-Si la matáis tendréis que hacer lo mismo conmigo- Oí la voz de Bjorn. Ubbe y Ivar se miraron entre si y muy resignados se marcharon.

Ubbe
Llegamos a nuestra cabaña, Ivar estaba hecho una furia. Sigurd nos seguía pero no había ni rastro de Sigrid, la única que podía calmar a Ivar.

Nos sentamos alrededor de una mesa. Cada uno con su vaso lleno de cerveza.

-¿Dónde está Sigrid? - preguntó Sigurd mirando a todas direcciones en busca de la rubia.

-La última vez que la vi estaba hablando con Lagertha- dijo Ivar con rabia.

-¿Por qué iba Sigrid a hablar con ella?- pregunté confuso.

-No lo sé, pero no me gusta nada- respondió Ivar tomando cerveza.

La puerta se abrió. Tanto mis hermano cómo yo mirámos la alta figura que se encontraba en la entrada. Era Hvitserk. Sigurd y yo nos lanzámos a darle la bienvenida.

Lagertha
Astrid, Torvi, Sigrid y yo estabamos solas en el gran salón. Las doncellas escuderas estaban fuera protegiéndonos mientras nosotras bebíamos un poco de cerveza.

-Creo que deberíamos augmentar la seguridad de Kattegat- dije- hacer muros me rodeen la ciudad.

-No me parece mal- dijo Astrid.

-Aquí hay muchos niños y ancianos, más protección es necesaria, no todos pueden ser guerreros- dijo Sigrid.

-Haré la aunciación mañana- comenté- Voy a la cama, hoy a sido un día de locos. Sigrid te puedes quedar a dormir aquí, las esclavas te llevarán a cuarto.

Sigrid
-Estoy tan contenta de que te hayas unido a nosotras- dijo Torvi con una sonrisa. Es raro, pero jamás la había visto sonreír.

-Espero dar la talla- dije riéndome.

-Claro que la darás, no te preocupes- se levantó- ahora si me disculpas, he de volver a casa, con mi marido y mis hijos, nos vemos mañana- me dió un abrazo antes de marcharse.

Me quedé sola. Sabía que volver a casa no era una opción, estaba demasiado oscuro fuera del gran salón cómo para ir sola y mi casa demasiado lejos. Ya vería a mis padres mañana.

Una esclava se me acercó y me ofreció que me acompañara mi cuarto. Ella me llevó a un precioso cuarto lleno de pieles.

Se encargó de deshacer mi peinado y ayudarme a quitar y poner mi ropa, no sin antes un baño.

Cuando estaba lista para irme a dormir, pedí que se retirara y ella obedeció de inmediato.

Me acurruqué entre las pieles sintiendo el calor que ofrecían. Mañana haremos un sacrificio para los que van a vengar a Ragnar a Inglaterra. Yo no iría, quería ayudar a construir los muros. Pero tal vez me lo pensaba, Ragnar era el mejor amigo de mi padre y era cómo uno para mi. Quería vengarle.

Sigrid FlokisdóttirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora