VI

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Unas semanas después...

Sigrid
Me encontraba en el puerto de Kattegat, viendo a Bjorn, Hvitserk y a mis padres prepararse para partir. Quería despedirme de ellos.

-Tened cuidado y que los dioses estén con vosotros- les abracé.

Cuando me separé de ellos Hvitserk me abrazó de nuevo y me levantó del suelo dándome vueltas, haciéndome reir. Durante estas semanas nos habíamos hecho aún más unidos, pasábamos casi cada día juntos, ya fuera dando paseos o simplemente manteniendo una conversación en la orilla del mar.

-Cuando vuelva quiero una respuesta- me ordenó con una sonrisa. Sabía que hablaba de lo de casarnos. Asentí dándole a entender que la tendría, aunque no estaba muy segura si le gustaría.

Entonces mi padre y mi madre se acercaron dándome un beso en la frente- Cuidate- susurró mi padre- te amo, mi pequeña princesa.

-Te amo, papá, mamá- dije achuchándolos. Mi padre miró a Ubbe, Sigurd y Aslaug que estaban allí para despedir a Hvitserk. Les dijo que cuidaran de mi y Aslaug les dijo que las puertas de su casa estaban abiertas.

Por último me despedí de Bjorn quién prometió volver sano y salvo para enseñarme a luchar como una verdadera vikinga. Me abrazó y gracias a su altura apoyó su cabeza sobre la mía y sus grandes brazos me daban calor y seguridad.

-Ves con cuidado, por favor, Bjorn- susurré antes de apartarme para que se despidiera de sus hermanos.

Me acerqué a Ubbe, quién puso su brazo sobre mis hombros y me dio un beso en la sien mientras veíamos los barcos alejarse.

Cuando los barcos se encontrában lo suficientemente lejos, Aslaug me preguntó si quería comer con ellos. Dije que sí de inmediato. Pues comer con los hijos de Ragnar solía ser divertido, o por lo menos lo era cuando era pequeña.

Me senté en el sitio de Hvitserk, entre Ivar y Ubbe, tenía a Aslaug en frente y en frente de Ubbe estaba Sigurd.

-¿Cómo te encuentras?- me preguntó Aslaug- Los chicos me han contado lo que te pasó.

-Estoy algo dolorida y me da miedo estar sola, pero por suerte no tengo pesadillas y puedo descansar bien- expliqué. Aslaug asintió.

-Por lo que me ha contado Margrethe, al parecer tener sexo con Ivar no es muy distinto a que te violen- dijo Sigurd. Me sentí ofendida, no me podía creer lo que Sigurd acababa de decir, sobretodo después de ver lo aterrorizada que estaba después de lo que me pasó, y comparar a tu hermano discapacitado con los perros que son capaces de hacerle eso a cualquier mujer... me hervía la sangre.

-Sigurd- le regañó Aslaug.

-No, miento. No se siente nada, ni dolor ni placer ya que Ivar no es un verdadero hombre, su polla no funciona.

Miré a Ivar quién estaba asesinado con la mirada a su hermano. Ubbe comenzó a ponerse alerta, sabía que la conversación podía terminar muy mal.

-Por lo menos yo no estoy enamorado de una esclava que se folla a todo lo que encuentra- dijo Ivar. Esto se estaba descontrolando. Me fijé en la mano de Ivar, que agarraba su cuchillo fuertemente. Puse mi mano sobre la suya intentándo calmarle. Haciéndole saber que estaba con él.

Ivar desvió su mirada a nuestras manos y se calmó un poco. Cogió aire y acto seguido lo expulsó sonoramente.

Por suerte la comida siguió sin incidentes hasta que se tocó el tema de la vuelta de Ragnar y el amor hacia él de Aslaug. Como siempre, el primer causante de los gritos fue Sigurd.

-Por que no le amabas, porque Ragnar no era Harbard ¿Os acordáis de Harbard?- pinchó Sigurd de nuevo.

-Sí amaba a Ragnar- dijo Aslaug.

-Tu no amabas ni amas a nadie- replicó Sigurd dolido.

-A mi sí- respondió Ivar- a mi sí me ama- sonrió a su madre.

-No te ama, te tiene pena. Todos te tenemos pena, Ivar. Tus hermanos, tu madre, todo el pueblo, hasta Sigrid te tiene pena.- Ivar volvió a respirar enfurecido- no dejas de ser nuestro hermano tullido, Ivar. Tal vez madre nunca debía de haberte recogido del suelo cuando padre te dejó para que te comieran los lobos- No me lo podía creer, traté de hacer a Sigurd callar llamándole con un grito.

Ivar se levantó de la mesa y trató de acercarse a Sigurd, haciéndose apoyo con las sillas y la mesa. Estaba enfadado, lleno de rabia y a mi me dolía verle así. Cuando estaba cerca de su hermano, Sigurd se levantó de la silla y se alejó lentamente. Ivar trataba de llegar a él mientras que él se reía por la dificultad que le suponía a su hermano.

-Vamos Ivar- se rió. Ivar cayó al suelo e inmediatamente Aslaug y yo nos levantamos de nuestras sillas.

-Sigurd, basta ya- regañó Ubbe. Pero Sigurd no hacía caso. Se paró delante de la puerta y justo cuando Ivar estaba lo suficientemente cerca salió corriendo. Ivar comenzó a gritar de impotencia.

Salí también por la puerta y busqué a Sigurd. Me dolía andar, pero estaba tan enfadada que podía incluso correr, me daba igual mi dolor.

Cuando le encontré le pegué un empujón haciendo que perdiera el equilibrio y callera -¿De qué vas?- le pregunté al borde de los nervios.

-¿Y tú? ¿Por qué le defiendes?- me preguntó- Ya sé, como he dicho antes, le defiendes porque te da pena.

-No, le defiendo porque es mi amigo, mi mejor amigo. No como tú, que me das asco- espeté.

-No me importa lo que me digas- dijo- tan solo eres una mujer débil que nos necesita para sobrevivir. Tienes miedo de estar sola, qué pena. Porque así es como acabarás.

-Eres un bastardo capullo- murmuré- y eso te terminará matando. Algún día, abrirás la boca y tal y como lo hagas estarás muerto al instante- amenazé.

-¿Quién me matará? ¿Tú?- rió.

-Cualquiera podría hacerlo, Sigurd. Lo único que haces es meterte con los demás porque no sabes lo que es el amor. Eso te llevará a la muerte- dije antes de marcharme. Por una vez, quería estar sola.

Sigrid FlokisdóttirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora