VIII

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Sigrid
Ubbe y yo llevábamos una hora y media entrenado, para mi sorpresa no se me daba mal.

-No me creo que nunca hayas cogido un cuchillo para intentar matar a alguien, te sale natural.

-Juro por los dioses que nunca lo he cogido con esa intención.

Seguimos entrenando hasta que un hacha voló por encima de nuestras cabezas. Ubbe y yo nos pusimos a la defensiva, mirándo al arbusto del cual provenía el hacha. Entonces la cabeza de Sigurd apareció entre los brotes verdes.

-¿Cómo es que la estás entrenando?- preguntó Sigurd a su hermano.

-Tiene dieciocho años casi diecinueve. Los hombres la ven ya como una mujer... no puede ir por ahí sin saber defenderse, podrían herirla otra vez.

Entonces apareció Ivar por otro arbusto. Fue arratrándose hasta un pequeño tronco donde se sentó.

Sigurd le dijo a Ubbe de entrenar un poco y dejarse de "niñas pequeñas" como yo. Decidí sentarme al lado de Ivar.

-Hola- dije con una sonrisa antes de sentarme.

-Hola- me dijo de vuelta con una sonrisa tan brillante que podía iluminar toda una habitación.

-¿Ha encontrado Ragnar suficientes hombres como para ir a vengarse?- pregunté. Una idea rondaba por la cabeza, aunque no era muy buena.

-Está en ello, solo me tiene a mi. De momento- explicó, yo asentí repensando mi idea. Tal vez no fuera tan mala.

Ragnar
Llevo toda la mañana intentando buscar a más guerreros para mi viaje a Inglaterra, pero nadie quiere, no se fían de mi.

-Puedo pagarte- le comenté a uno de los granjeros que trataba de convencer.

-Ni por todo el oro del mundo iría contigo, Ragnar.

Suspiré después de que el hombre se marchara. Por lo menos tenía barcos, gracias a Bjorn, pero estar solo con Ivar no era suficiente, necesitaba una tripulación.

-Hola, Rey Ragnar- escuché detrás mío. Me giré y pude ver a Sigrid, la hija de Helga y Floki.

-Sigrid- dije en tono de bienvenida.

-¿Sigues buscando gente que vaya contigo a Inglaterra?- preguntó curiosa. El mismo tono de curiosidad que solía haber en su voz cuando era pequeña.

-Sí, nadie quiere venir, dicen que no confían en mi.

-¿Aceptarías a cierta chica rubia hija de un constructor de barcos?- su voz estaba llena de esperanza.

-¿Sabes luchar?- le pregunté.

-Mi padre me ha estado enseñando desde la muerte de mi hermana, y Ubbe me ha estado reforzando mi entrenamiento, sin saberlo. Lo que pasó en la cabaña fue una distracción y estaba desarmada- explicó.

-¿Cómo que Ubbe te ha estado reforzando el entrenamiento sin saberlo?

-Digamos que me preguntó si sabía luchar y mentí diciéndole que no... hemos estado toda la mañana entrenando- volvió a explicar. Tenía muy claro que al que mentía era a mi, pero necesitaba una tripulación.

-Bueno... Te vienes- dije con una sonrisa al verla sonreír- a Ivar no le va a gustar pero necesito guerreros.

-Gracias gracias gracias gracias- me abrazó todo lo fuerte que pudo- no te decepcionaré, lo prometo.

-Más te vale, no quiero que vayas al Valhalla tan pronto, tu padre me mandaría a mi con los dioses.

Hvitserk
Habíamos llegado a Francia. Los guerreros de Rollo ya nos habían visto.

-¡¿Qué queréis?!- preguntó uno.

-¡Hablar con mi tío Rollo!- contestó Bjorn- ¡prometo que no atacaremos, venimos en son de paz, solo queremos hacer un trato!

-No estoy seguro de esto- dijo Halfdan a su hermano.

-Yo tampoco, pero el chico es el líder- murmuró Harald de vuelta.

Unos minutos más tarde nos encontramos con Rollo dentro de su castillo, quién nos habló en un idioma que no entendíamos.

Nos presentó a su mujer y a sus tres hijos, yo me imaginé a mi mismo en la misma situación, solo que mi mujer era Sigrid, y mis hijos tenían su pelo y sus ojos.

-Mi mujer quiere saber a qué habéis venido- dijo Rollo.

-Queremos hacer un trato para llegar al mediterráneo- explicó Bjorn.

Nos volvió a decir algo en el idioma extraño y lo único que sé es que después nos encontrábamos encadenados como prisioneros.

-Muy buen plan, Bjorn costado de acero- Dijo Halfdan a modo de burla- sabía que no debíamos haber venido.

Me fijé en Helga y Floki, los cuales habían encadenado relativamente cerca, se estaban sonriendo. Sabía que era porque a pesar de estar en esta situación estaban los dos juntos.

-¿Cuál es el plan ahora? ¿Hermano?- le pregunté a Bjorn con una sonrisa burlona.

Ragnar
Ivar y yo estábamos desenterrando mis antiguos tesoros para ver si podía comprar a mis guerreros, no me quedaba otra.

Desenterrábamos de todo; cofres, cajas, bolsas de tela, incluso algunas riquezas estaban enterradas tal cual, sin ninguna protección.

Abrimos unos de los cofres, era un botín bastante grande lleno de todo tipo de monedas, de obejos valiosos, tanto de oro como de plata.

Ivar cogió una moneda de oro y se la quedó mirando.

-¿Quién es?- me enseñó la moneda, podía reconocer esa cara en cualquier sitio.

-El rey Ecbert- contesté con una sonrisa irónica. Ivar miró de nuevo la moneda.

-¿Me la puedo quedar?- preguntó.

Sigrid FlokisdóttirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora