XXV

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Ya habíamos zarpado, estábamos en marcha. Lo siguiente; vengar a Ragnar.

Era un día tranquilo, sin mucho peligro de navegación (cosa que agradezco).

Notaba la intensa mirada de Ivar y de Hvitserk en la lejanía, me sentía algo incómoda.

-Sigrid- la voz del mayor de los hijos de Ragnar, Bjorn, a mi lado hizo que volviera de mi trance. Se apoyó en el barco mirando al mar, justo como yo estaba- quería preguntarte algo- le miré deseando que continuara- Cuando hayamos vengado a mi padre... mis hermanos quieren vengar a su madre, quieren matar a la mía... ¿Puedo contar contigo?

-¿Contar conmigo? ¿Con qué?

-Si puedo contar con que me ayudarás, a mi y a mi madre a defenderse.

-Bjorn, le he jurado máxima lealtad a tu madre, pero jamás podría luchar contra Ivar, ni contra Hvitserk, ni contra Ubbe, incluso en contra de Sigurd... se lo dejé bien claro a tu madre; nunca iría contra ninguno de ellos.

-Entonces no juras tu máxima lealtad- dijo Bjorn sin mirarme.

-Claro que lo hago, solo que no quiero entrometerme en eso. Estoy segura que en cuanto alguno de ellos se entere de que protejo a Lagertha seré su enemiga de inmediato, pero lo que no puedo es traicionarles, acatacarles. Ellos no son mis enemigos, tampoco lo es Lagertha. En cambio, el rey Ælle sí lo es. Es en lo único que nos tenemos que centrar ahora.- Sentencié haciendo que Bjorn pusiera una de las caras típicas de su padre. Pero se mantuvo callado.

Me pasé el resto del día pensando en qué hacer con lo de Lagertha. Bjorn tenía razón, en algún momento debería de elegir un bando, pero me veía incapaz. Tal vez cuando la guerra entre hermanos estalle yo deba desaparecer y nunca volver, aunque eso sería de cobardes.

Noté un golpe en el brazo haciendo que abriera los ojos de inmediato. Con los vaivenes que el barco hacía me habían quedado traspuesta.

Vi la mirada de mi padre - prepárate para luchar- me dijo. Tratando de no marearme por el movimiento de repente; me incorporé.

Miré a mi alrededor, ya habíamos llegado a Inglaterra y estábamos listos para vengar a Ragnar.

Bajé del barco con un gran salto, empapándome entera con el agua del mar. Comencé a nadar con algo de dificultad, mi escudo y mi espada pesaban demasiado cómo para nadar libremente, pero no era imposible llegar a la orilla.

Una vez todos estábamos en tierra (mi padre llevando a Ivar mientras que bajaban su carruaje del barco) miré alrededor, estaba tranquilo.

-¿Cuál es el plan?- pregunté curiosa. Quería hacerlo bien.

-De momento, acampar. Mañana iremos a por Ælle y luego, cuando le matemos, a por Ecbert- dijo Ubbe.

-¿Qué tiene que ver Ecbert?- pregunté de nuevo, esta vez con confusión.

-¿No te acuerdas? Le encerró, y a nosotros también, luego, le envió a morir en manos de Ælle- dijo Ivar.

Ælle
-Mi señor, los paganos han llegado a nuestras fronteras- dijo uno de mis guardias cortando las palabras del obispo que me estaba consagrando.

-¿Pues a qué esperáis? Detenedlos- dije como si nada deseando seguir escuchando al ovispo.

-Pero, mi señor, han acampado a las afueras, no nos han atacado aún- volvió a decir el guardia.

-¿Váis a esperar a que lo hagan? Porque yo no. Atacadles.

-Sí, mi señor- y con eso marchó.

-Continúe, padre.

Sigrid
Miraba el oceano sentada en la orilla. Todo el campo, a unos metros, había sido invadido por nosotros. Pero, aunque sabía que algunos guerreros que vigilaban el campamento, los cuales me miraban, decidí irme a la playa y estar sola.

Escuché pasos detrás mío. Traté de girarme de inmediato, pero fui demasiado lenta, antes de sentir una mano sobre mis labios y una daga en mi estómago.

-Mantente callada, pagana- dijo la voz de un hombre.

Entonces oí gritos en el campamento, la gran mayoría de guerreros habían marchado a cazar por lo tanto no estaba del todo protegido.

Traté de zafarme del agarre del hombre pero fue imposible, paré un segundo a respirar hondo, tratando que los gritos de mi gente quedaran a segundo plano.

Miré a mi alrededor sin moverme del sitio, no era un hombre, sinó tres. Uno de ellos, el que me hablaba, me tenía agarrada por la cabeza y tenía su espada en mi cuello, los otros dos me apuntaban con sus armas.

-¿Quiénes sois?- pregunté con dificultad por la mano del hombre sobre mis labios.

-Eso no te incumbe, pagana- dijo otro de ellos, el que parecía más joven.

-Dejad la cháchara de una vez por todas, el rey nos ha mandado buscar algún punto débil en estos paganos, propongo llevarla ante él y que decida qué hacer sobre la vida de esta mujer.

Sigrid FlokisdóttirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora