|6: d&d|

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El pequeño hermano de T/n, Dustin había entrado por fin al bachillerato, cosa que ponía a su hermana muy contenta. Anteriormente le había contado que tenía más amigos que compartían su gusto por Calabozos y Dragones.

Era la hora de la comida, ambas permanecian sentadas en la mesa cuando llegó el pequeño de la familia.

—¡Hola, familia!—Dustin lanzó todas sus cosas al sillón para correr a la mesa—. Huele delicioso, mamá.

Su madre sonrió, el menor se acomodó en la silla donde estaba servido su plato de comida. T/n reía de los chistes que contaba su pequeño hermano.

—Mamá—volteó a ver a su madre con un poco de nerviosismo—. ¿Pueden venir mis amigos a casa mañana en la noche? ¡Tenemos una campaña de C&D y no podemos perdernos de ese juego!

Explicó el pequeño, ambas mujeres se miraron al mismo tiempo. Dustin hizo una expresión de decepción, ya sabía la respuesta.

—Cariño, mañana tengo horas extras—comentó la adorable señora—. Y T/n trabaja, no creo que sea posible.

—Está bien, yo mañana salgo temprano de la trabajo—T/n dejó el tenedor sobre la mesa—. Yo puedo cuidarlos.

—Bueno, si tu hermana no tiene problema, entonces sí—el menor exclamó levantándose de la mesa.

—¡Las amo!—abrazó a la señora de cabellos rubios y seguido a su hermana mayor—. ¡Mis mujeres favoritas!

La tarde del día siguiente T/n insertó la llave en la cerradura para dar vuelta y abrió la puerta, lanzó su bolsa al sillón y se recostó en éste. Miró al reloj de la sala el cuál hacía un característico Tic Tac. Descansó unos segundos para después levantarse y dirigirse a la cocina preparando pequeños bocadillos para que los amigos de su hermano menor disfrutarán una buena noche.

Acomodaba delicadamente todos los bocadillos, pidió pizza a domicilio con varias gaseosas. Miró encantada la pequeña tabla, observó el reloj 7:57 p.m., su hermano estaba a minutos de llegar y decidió cenar tomando un trozo de pizza, sentándose en el comedor.

Desde afuera pudo notar un ruido de unas llantas chillar, frunció el ceño creyendo que era su vecino más joven, rodó los ojos para después escuchar risas acercándose a la puerta. La puerta se abrió dejando ver a su hermano de cabello rizado y a su amigo Mike.

—¡Ey, hola, T/n!—saludó Dustin con una sonrisa.

—¡Hola, T/n!—Mike sonrió moviendo su mano de un lado a otro, saludando a la mayor.

—Hola, chicos—T/n se levantó de la mesa sonriendo.

—¡Ellos son mis amigos!—comentó su hermano usando sus brazos para hacer una seña.

T/n miró la puerta atentamente, esperando ver chicos pequeños al igual que su hermano y su amigo Mike, su expresión cambió al ver chicos el doble de grande que los pequeños de cabellos rizados que estaban dentro de la casa.

—¡Mierda, Dustin, que buena casa tienes!—exclamó un chico de rizos dorados y chaqueta de cuadros rojos.

Seguido entró un chico de cabello largo y castaño, vestía una chaqueta de mezclilla arriba de una chamarra de cuero. Llamó su atención sus ojos brillantes y redondos, solo pudo pensar que era adorable a pesar de su apariencia ruda.

—Dustin, no me dijiste que tus amigos ya pagaban impuestos—lo miró estática.

—Ey, hola—saludó el chico que acababa de entrar—. Soy Eddie.

Le regaló una tenue sonrisa, los chicos se instalaron en el comedor a petición de Eddie que en todo momento no dejó de ver a la chica que estaba frente a él, T/n miraba la televisión mientras cenaba en la silla frente a él, esa silla que estaba a una distancia considerable para poder mirarla disimuladamente sin que ella lo notará.

Los hombres de la habitación gritaban y reían por la emoción que su juego preferido les ocasionaba, tenía a seis varones que hacían tanto ruido que no la dejaban ver su telenovela en silencio, molesta apagó la televisión y comenzó a ver a los menores jugar. Eddie notó de inmediato su mirada en ellos, intentaba evitarla pero los ojos de ella estaban puestos en el tablero.

Sin quererlos los mayores de la habitación cruzaron miradas, Eddie podía jurar que sus ojos eran hipnotizantes, dejó de escuchar los gritos de sus amigos y solo verla a ella, que le regaló una sonrisa. Su humor cambió, ya no estaba molesta, ahora observaba a los chicos jugar atenta a sus movimientos totalmente entretenida con su gran campaña.

Estaban a un paso de ganar, solo necesitaban que el dado mostrará un número en específico, ella sonreía tiernamente ver a su pequeño hermano rezar porque cayera en el número indicado, todos tenían sus ojos en el dado que saltaba repetidamente en el tablero y cuando el número fue mostrado los varones gritaron de emoción.

—¡Eso es!—exclamó Mike para después abrazar a Dustin.

T/n los miró festejando con una sonrisa mientras recogía los platos donde los menores habían comido para después entrar a la cocina. Eddie se acercó al menor.

—Tu hermana es jodidamente hermosa—comentó Eddie en voz baja con una mirada coqueta.

—Si, es bonita—respondió Dustin, ya sabía cuál sería su siguiente paso.

—Espero pueda ser tu cuñado—dijo sonriendo para después entrar a la cocina.

—¡Eddie, no!

El mayor entró viendo a la chica de cabello castaño lavar los platos, notó su presencia y lo miró dejando de hacer todo lo que tenía.

—¿Puedo ayudarte con algo?—preguntó el metalero.

—Está bien, ya terminé—tomó una toalla blanca que colgaba de un gancho pegado a la pared—. ¿Se te ofrece algo, Eddie?

—Oh, no, solo quería pasar a saludarte—sus manos desprendían sudor.

Ella sonrió de forma incrédula—. ¿Saludarme?

—Si...—miró hacía abajo—. Quería decirte que eres realmente hermosa.

—Gracias, Eddie—dejó el pedazo de tela en donde había reposado anteriormente—. Eres lindo igual.

T/n salió de la cocina para subir las escaleras y ya no volver a bajar. Los chicos se sentaron frente a la televisión mientras veían una película, de vez en cuando miraba las escaleras esperando que la chica bajará. Llegó la hora de irse y el pequeño de rizos los despidió, ella jamás volvió a bajar. No pudo sacarsela de la cabeza.

Después de conocer a la hermana del integrante menor, Eddie insistía cada que podía en visitar su casa.

—Ya me voy—avisó Dustin lanzando su pulgar hacía atrás señalando el camino a su casa.

—¿Te irás caminando? ¡Pff, claro que no!—giró las llaves de su vehículo en su dedo índice—. Yo te llevo.

—¿Porque siempre quieres ir a mi casa?—él menor se acercó al asiento del navegante abriendo la puerta—. ¿Quieres ver a mi hermana, cierto?

Hizo una mueca, sabiendo que ya lo habían descubierto, aunque era realmente obvio. Ambos entraron y Eddie encendió la fuegoneta; agitó la cabeza de derecha a izquierda.

—¡Claro que no!—negó—. Es para que no camines tanto, no es porque quiero ver a tu hermosa hermana.

—Claro—rodó los ojos sonriendo—. Mi hermana no está en casa, está en el trabajo.

—Sal de mi camioneta.

𝙗𝙤𝙪𝙣𝙙 2 | eddie munson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora