¹¹. sigues conmigo

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Entreabrió sus ojos, notando que la habitación estaba oscura y que Macau estaba durmiendo pacíficamente a su lado, apoyándose en su brazo.

Lo miró, sin embargo, sentía que era como si lo estuviera mirando por primera vez.

Macau había sido tan fuerte desde la primera vez que lo conoció, era gracioso, le mostraba una manera de sonreír que nunca había sentido y a pesar de que lo admiraba por ser así, no lo era del todo.

Aprendió que bajo todos esos coqueteos, esos besos cálidos y ojos brillantes, hay una persona sensible, con un corazón tibio, pequeño, que necesitaba cariño, que ansiaba volver a ser un niño pequeño y no tener ningún tipo de preocupaciones, que buscaba cumplir las expectativas de todos, expectativas que solo existían en su mente.

Acarició los mechones de su cabello revuelto, con el corazón calentándose, de alguna manera, el verlo así, vulnerable, le hacia gustarle aún más. Le hacía querer entenderlo, quería entenderlo, quería ayudarlo, no quería dejarlo solo.

—Eres tan lindo...— susurró, separándose un poco y dejándole un beso en la frente.—Ya vuelvo.

Apenas logró soltarse de su agarre, Macau abrazó una almohada, frunciendo un poco el ceño y durmiendo profundamente.

Salió de la habitación sin hacer mucho ruido, quería beber un vaso de agua y además llevarse uno a la habitación para cuando Macau despertara, porque había llorado demasiado.

—Chay.

Porchay se sobresaltó al llegar a la cocina, pero vió a Pete, estaba con una pequeña luz encendida y moviendo el batidor en una olla sobre la estufa.

—¿Qué haces despierto?— preguntó, sin dejar de mover su mano y dándole una sonrisa.

—Quería beber un poco de agua.

—Toma cualquier vaso, la jarra está en el refrigerador.— le dijo suavemente.—¿Quieres chocolate caliente?

El menor se acercó al mayor, con el vaso de agua en mano y mirando la gran olla llena de chocolate caliente.

—Está bien, solo un poco.

Pete sonrió mientras apagaba la estufa y servía dos tazas, Porchay lo esperó pacientemente sentando en la mesada.

—¿Cómo está Macau?— preguntó, dándole la taza humeante de chocolate.—¿Habló contigo?

—Está bien, ahora está durmiendo— respondió. Asintió mientras rodeaba la taza cálida entre sus palmas.—Ya me explicó...

Sus ojos picaron al recordar en todas y cada una de las palabras que dijo Macau, también existía esa pizca de impotencia, de querer hacer algo y no poder hacerlo, porque no sabía que hacer.

—Está bien querer llorar— le dijo Pete, sentándose frente a él y posando su mano sobre el brazo del menor.—Es abrumador saberlo, pero no es difícil, ya sabrás cómo lidiar con el pensamiento de querer ayudar a Macau en todo.

—¿Y cómo... cómo lo tomaron ustedes?

Pete dió un sorbo de su taza y tragó saliva.

—Verás- fue complicado, porque en ese momento, unos meses después falleció su padre, se suicidó conduciendo ebrio al enterarse de la muerte de su ex-esposa. Vegas organizó todo, los funerales, los testamentos, la custodia de Macau, las propiedades, los negocios— Pete se detuvo un momento y miró al vacío, con la mirada llena de recuerdos.—Macau pasaba mucho tiempo conmigo, yo quería quedarme con él y con Grey, estaba recién comprada ésta casa y pensé que, tal vez, le faltaba acostumbrarse, no hablaba mucho conmigo, algunas veces no comía, no salía de su habitación...

Ángel [MacauChay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora