Capítulo 11

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Mientras se vestía, Jungkook observó a Eunbi intentando arreglarse el pelo. Empezó a quitarse las horquillas una a una, y con cada mechón de cabello castaño claro que le caía sobre los hombros, Jungkook sintió que el corazón se le salía del pecho. Se quitó los pantalones del uniforme y se puso los vaqueros, pero ni un solo momento dejó de mirar a Eunbi. Finalmente se puso los zapatos y se abrochó el grueso cinturón de cuero.

Llegado ese momento, Eunbi se había soltado totalmente la larga melena, que intentaba peinarse con los dedos, intentando ordenar la revuelta mata de pelo. Sus movimientos eran tan inocentes y naturales que Jungkook se sintió seducido. Incapaz de soportar la distancia tanto física como emocional entre ellos, Jungkook se acercó a ella y la agarró de los hombros.

—¿Eunbi, quieres hablar ahora?

Ella le tocó la mano de modo casi paternal y amistoso.

—¿Por qué no charlamos en el coche?

En ese momento una ráfaga de viento le levantó el cabello, que le rozó la garganta y la barbilla. Y Jungkook se estremeció de deseo.

Jungkook no tenía ganas de marcharse, pero sabía que aparte de excitado estaba nervioso. Las extrañas emociones que lo invadían le impedían pensar a derechas.

Eunbi se estremeció.

—Tienes frío —le dijo, dándose a sí mismo una razón para frotarle los brazos, como si quisiera calentarla un poco.

Lo que en realidad quería hacerle sin duda la dejaría muy caliente. Pero de momento tendría que contentarse con frotarle los brazos.

Eunbi le tocó la mano de nuevo.

—Creo que es mejor que nos marchemos.

En la oscuridad, sus ojos parecían luminosos, su piel pálida.

—¿No tienes miedo de mí?

Ella sacudió la cabeza.

—No.

—¿Vas a hablar conmigo, a ayudarme a entender?

—Sí. Lo intentaré.

Jungkook la miró a los ojos, intentando leer en ellos la verdad, pero su mirada no le reveló nada.

Una vez en el coche, Eunbi dijo:

—Aún necesito que firmes la autorización para publicar las
fotos.

—Claro —arrancó el motor, encendió las luces y salió del aparcamiento—. En cuanto vea las fotos que vas a utilizar.

Eunbi lo miró y se echó a reír.

—Eres imposible, Jungkook. ¿Qué voy a hacer contigo?

«Amarme». El extraño pensamiento lo aterrorizó. Jungkook agarró el volante con fuerza. El corazón le latía alocadamente, tenía el estómago encogido y la cabeza le daba vuelta. Jamás había querido que ninguna mujer lo quisiera de verdad.

Después de conocer a tantas mujeres que lo habían admirado, mujeres que se habían sentido atraídas por él, o las que se habían enamorado de él, Jungkook estaba muerto de miedo porque temía haberse enamorado de Eunbi como un estúpido.

—Habla conmigo —le dijo—. Eso es lo que puedes hacer.

—De acuerdo —dijo en tono vacilante, pero continuó—. En primer lugar, la razón por la cual no quiero tener una relación contigo es porque me parece que no tiene sentido. Aparte de lo que acaba de pasar, las cosas no pueden ir más allá.

Como no tenía ni idea de lo que ella intentaba decirle, Jungkook solo le preguntó:

—¿Por qué no?

—No soy... capaz de ello.

Jungkook volvió la cabeza para mirarla un momento, pero tuvo que centrar de nuevo su atención en la carretera. ¿Que no era capaz...?

—¿Puedes explicármelo mejor?

—Tengo veintisiete años, Jungkook.

—¿Y qué? Imaginé que tendrías más o menos esa edad. Yo también tengo veintisiete.

—Jamás he tenido intimidad con un hombre. Sigo siendo... virgen.

El corazón le dio un vuelco. Antes de que su retardado cerebro pudiera asimilar la idea, ella continuó.

—No es por elección. Lo he intentado unas cuantas veces, pero...

Su voz se tornó fría, distante. Era como si hubiera puesto el piloto automático para contarle cosas que él había insistido en saber, pero sin permitir que volvieran a herirla.

Jungkook quiso darle la mano. Él al menos lo necesitaba.

—Un momento, ¿de acuerdo? —dijo, intentando utilizar un tono que infundiera confianza a Eunbi.— ¿No puedes por razones físicas, o por razones emocionales?

Ella se echó a reír.

—Tengo las mismas cosas que cualquier mujer; solo que no me funcionan bien. Y los médicos dicen que es mental, no emocional.

—Me importa un bledo cómo lo llamen.

Ella le apretó los dedos.

—No pasa nada. He aceptado mi vida tal y como es.

—Bueno, me alegro por ti, pero yo no voy a aceptarla —dijo con empeño—. Y solo me estás dando alguna pista imprecisa. Eunbi, tú me importas.

—Lo siento. Ojala no fuera así.—contestó, y Jungkook sintió náuseas—. No quiero volver a hacerle daño a nadie, nunca más. —metió la mano en el bolso y sacó un pañuelo con el que se sonó la nariz—. Lo único que quiero hacer ahora es arreglar las cosas del único modo posible para mí.

—¿Hablas del calendario?

—Sí. Y de otros proyectos, que son otra forma de ayudar a los heridos o a los que murieron. Algunas cosas, bueno, son imposibles de enmendar. Ocurren y tienes que apechugar con las consecuencias.

Jungkook pensó que era una ventaja que la casa de Eunbi estuviera cerca del parqué. De otro modo, tendría que haber parado a un lado de la carretera. Pero llegó a la casa y detuvo el coche en la acera.

Se quedó allí sentado, mudo de incredulidad, mientras los faros del coche iluminaban la fachada y el lateral de la casa de Eunbi.

—¿Es una escuela? —le preguntó.

—Solía serlo.

La casa de Eunbi parecía la casita de un hada, situada en medio de unos árboles altos y rodeada de césped. La hiedra trepaba por los muros de ladrillo aquí y allá, oscilando como el cabello de una mujer al viento.

Aparte del camino que terminaba en el lateral de la casa, donde Jungkook vio el Volkswagen aparcado bajo un techado, y un camino corto que llevaba hasta la puerta principal, solo estaban los árboles y los arbustos. No había vecinos, ni tráfico... Nada.

Se había aislado tanto del mundo que Jungkook sintió deseos de salir del coche y ponerse a gritar.

Y deseó llevársela a su casa, donde había ruidos y vida.

Deseaba guardarla para sí.

Eunbi abrió la puerta del coche y salió. Jungkook la siguió, temeroso de que se le escapara y de que no aclarara sus interrogantes. No habría manera de pegar ojo esa noche con solo media historia y la callada confesión sobre su virginidad.

La miró por encima de la capota del coche.

—Invítame a pasar —le dijo.

Amanda inclinó la cabeza hacia atrás y fijó la vista en las copas de los árboles, que se mecían con la brisa.

—Supongo que será lo mejor —contestó con poco entusiasmo—. Podemos terminar esto, tú puedes firmar el contrato y pondremos punto final al asunto.

¿Punto final? La noche, desde su punto de vista, no había hecho más que empezar.
















Treat Her Right - EUNKOOK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora