Capítulo 12

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Eunbi observó a Jungkook mientras este entraba en su pintoresca casita. Accionó un interruptor de la pared que encendió una lámpara que había en una mesa pequeña. Mientras él se quedaba a la puerta, ella cruzó la minúscula sala de estar para encender la luz fluorescente de la cocina.

Su casa era muy pequeña, incluso para una sola persona, y con Jungkook dentro era como si estuviera llena.

Cerró la puerta y miró a su alrededor maravillado; entonces dijo algo totalmente inesperado.

—Pensé que eras rica.

Después de toda la tensión emocional, Eunbi se echó a reír. Miró a Jungkook, que tenía cara de pesar, y continuó riéndose un poco más.

—Me encanta cuando te ríes —dijo Jungkook —. También pensé que tendrías la casa muy ordenada.

Eunbi se encogió de hombros y miró a su alrededor.

—No tengo tiempo. Trabajo cuarenta horas semanales como toda la gente, y después dedico unas veintitantas horas de la semana a mis proyectos. Mi casa casi nunca está sucia, pero sí que
está desordenada.

Eunbi se encogió de hombros de nuevo. Ella hacía lo que podía, cuando podía. Si a Jungkook no le gustaba, no debería haber entrado.

—No me estaba quejando —dijo Jungkook —. Solo me sorprendió. ¿Quieres enseñarme el resto de la casa?

Eunbi lo miró. Le explicaría lo que tenía que explicarle, pero no había razón para ponerse nerviosa otra vez, ni para derramar más lágrimas inútiles.

Lo que le había pasado a ella era lo menos dramático de aquella terrible noche. No se permitiría a sí misma fingir algo distinto.

—No hay mucho que enseñar, solo tiene cuatro habitaciones. Ya has visto dos: la sala y la cocina.

—No tienes televisión —comentó.

—Está en mi dormitorio, donde también tengo el equipo de música. Es por aquí.

El dormitorio era una alcoba a la que se accedía por un vano rematado con un arco y del que colgaban unas cortinas de tela parecida a la gasa. En la parte trasera de la cocina estaba el minúsculo cuarto de baño. Aparte de la cerámica del suelo del baño, el resto de la casa conservaba el suelo original de madera.

Jungkook se asomó a todas las habitaciones. Su dormitorio tenía una cama de matrimonio de cerezo y una mesilla de noche con un despertador, un teléfono y una lámpara. Un enorme armario contenía la ropa y unos estantes donde descansaban un aparato de televisión y vídeo. En el suelo junto a estos había un pequeño equipo de música.

Los ventanales y los techos altos hacían que la casa pareciera más grande de lo que era. La ausencia de puertas le daba amplitud también, mientras que los muebles de madera y las telas de colores claros daban armonía al conjunto.

—Me gusta —dijo Jungkook, y Eunbi notó que así era.

Cuando vio su bañera antigua, a Jungkook le brillaron los ojos.

—¿Cuántos años tiene este lugar?

—Una placa de piedra que hay incrustada sobre la puerta de entrada dice que fue construida en 1905. Tuve que renovarla un poco antes de poder meterme a vivir. Tenía algunas ventanas rotas y goteras en el tejado. También hubo que lijar y barnizar el parqué.

Jungkook se paseó de nuevo por la casa.

—Una escuela.

—Un cazador la había transformado en casa hacía años. Él fue el que puso las cañerías y la instalación eléctrica nuevas. Cuando se murió, sus hijos se olvidaron de la casa durante mucho tiempo. Me alegra que finalmente decidieran venderla porque me encanta.

—Tiene mucho encanto —dijo Jungkook —. ¿Sabes?, necesitas una campana.

—Tengo una. Está en la parte de atrás, junto al pozo —sonrió con entusiasmo—. Incluso tiene agua, pero no soy capaz de beberla. Supongo que estoy demasiado acostumbrada al agua del grifo.

Aún estaban en el dormitorio, y Eunbi empezó a sentirse algo incómoda.

—¿Quieres que prepare café? Aunque no creo que tardemos mucho, pero... —salió del dormitorio, asumiendo que Jungkook la seguiría.

Pero, por supuesto, él no lo hizo.

—Preferiría hablar.

—Bien —dijo ella—. Sentémonos al menos.

Jungkook asintió y la siguió a la sala.

Jungkook la sentó en un pequeño sofá y se acomodó a su lado; entonces le dio la mano.

—¿Entonces eres virgen? —le dijo con naturalidad—. Eso no es un crimen, ¿sabes? Sobre todo en los tiempos que corren.

Muchas veces en su vida Eunbi se había obligado a sí misma a enfrentarse a sus acusadores, a afrentarse a la verdad mientras intentaba disculparse, arreglar las cosas cuando sabía que era imposible.

Podría soportar enfrentarse a Jungkook y contarle toda la historia.

—Te dije que no es una elección de carácter moral. Lo he intentado, varias veces, pero soy frígida.

Él le acarició el cabello y le retiró una hoja seca. Entonces sonrió.

—A mí no me ha parecido eso. Más bien todo lo contrario.

Su reacción hacia Jungkook también la había sorprendido a ella, pero no quería engañarse.

—Yo deseo lo mismo que tú. Ese no es el problema. Pero tú mismo has visto lo que pasa. Solo puedo llegar hasta un punto y entonces empiezo a recordar y... y no puedo seguir.

—¿Qué es lo que recuerdas?

—¿Jungkook, estás seguro de que quieres oír esto? —sería más fácil para los dos dejarlo estar—. Solo tienes que firmar la autorización y te puedes marchar.

—No voy a ningún sitio, así que deja de dar rodeos. Y deja de pensar que lo que vas a decirme me va a obligar a salir corriendo por la puerta. Eso no ocurrirá, Eunbi —se volvió mejor hacia ella y la sacudió por los hombros con suavidad—. Cuando te he dicho
que me importas lo he dicho en serio. No voy por ahí diciéndole eso a todas las mujeres con las que me acuesto.

Ella se echó a reír. Era tan sincero en cuanto a sus intenciones.

Pero Jungkook estaba serio.

—Cuando dije que las cicatrices no me importarían, también lo dije en serio. No me importa si las tienes en el cuerpo o en el corazón. Siguen siendo parte de ti, y por eso quiero saberlo. Todo.

Eunbi pensó que ella al menos lo había intentado. Si había que contarle toda la verdad para que Jungkook la entendiera, entonces se la daría. Eunbi lo miró a los ojos.

—Cuando tenía dieciocho años, maté a un hombre.

Jungkook se quedó helado y la miró con incredulidad.

—También herí a dos más —añadió, pensando que era mejor contárselo todo de una vez—. Son ellos los que tienen las horribles cicatrices, no yo. Dios sabe que habría sido más justo si me hubiera tocado a mí. Pero las cosas no fueron así.

—Eunbi...

Ella sacudió la cabeza.

—Hay tantas personas que jamás me perdonarán... Pero no pasa nada, porque yo jamás me perdonaré a mí misma.










Treat Her Right - EUNKOOK +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora