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Dante estaba parado en la puerta de salida de la escuela, como todos los días de semana, esperando a que el menor saliera.

Se extrañó cuando veía a todos los chicos de todos los grados salir, pero no habían señales de Nathaniel. Él siempre salía entre los primeros, pero supuso que quizás estaba terminando alguna tarea o hablando con un profesor, por lo que decidió esperar.

— ¿Cómo que no te enteraste? Andaban azotando a el huérfano en los baños del pasillo abandonado. —escuchó un murmullo de una voz femenina.

— Yo creo que ya le hacía falta que lo pusieran en su lugar, después de todo, ni siquiera tiene padres que lo hagan.

A Dante le pareció horrible que pudieran hablar de un tema así como si no fuera nada, y se sintió mal de quien fuera aquel chico del que hablaban, deberían comunicarlo a la escuela y hacer algo al respecto.

—Hasta lo transmitieron en Insta, en el último recreo. Unos dicen que los gritos de Nathaniel se escuchaban por el pasillo, mira mira, aquí está el video, todos lo tienen.

Cuando Dante escuchó eso, se alarmó en sobremanera, se volteó encontrándose con el grupito de chicas y arrebató el celular que tenían.

—¡Oiga! ¿Qué cree que hace? ¡Deme ni celular!

Lo que los ojos de Dante estaban viendo era horrible, y se negaba a creer que el chico del video era su pequeño Nathaniel, pero lo era.

—Mierda, mierda, mierda ¿Qué es esto?

Dante no se imaginaba ninguna explicación para aquello.

Rápidamente le entregó el celular a la niña y regresó a la puerta, tratando de localizarlo con la vista, y finalmente, lo vio.

Desesperado por tenerlo cerca, comenzó a levantar sus brazos y a moverlos para que lo viera, ya que no se le permitía ni a los padres, ni a los tutores entrar a las instalaciones sin autorización.

Pero el chico tenía la mirada perdida.

Dante, a pesar de estar algo lejos, podía ver como los estudiantes, lo señalaban, se reían y murmuraban cosas, pero lo que más le preocupaba era el menor, sus ojos derramaban lágrimas, pero no tenía ninguna expresión, estaba completamente neutro, eso hizo que su piel se erizara.

A la mierda las reglas de la escuela.

Dante sin pensárselo dos veces, entró rápidamente y corrió hacia el menor, haciendo caso omiso a los gritos de las autoridades de la escuela.

— Nath... Nath, corazón, estoy aquí, mírame. —dijo encorvandose para poder estar más a su altura.

Nada.

—Nath bebé, ven conmigo, corazón, vamos.

Se reincorporó para tirarle una mirada de odio a todos, quienes de repente se habían callado.

Se llevó al menor fuera de las instalaciones, y caminaron al carro.

Necesitaba tiempo con el chico, ni siquiera sabía muy bien qué hacer, pero abrió su puerta, se sentó, e intentó ayudarlo a que se sentara en sus piernas, notando como enseguida se retorció y comenzó a soltar más lágrimas.

—Shh, shh, quédate quietecito y el dolor se detendrá en algún momento.

—L-lo sabes... —susurró horrorizado, sintiéndose aún más humillado de que fuera de la escuela otras personas supieran.

—Nath, bebé, necesito que me hables y que me expliques, para que podamos hacer algo.

—Noo... no se p-puede hacer nada. Soy un huérfano.

—Nath, intenta respirar y calmarte un poquito. Dime que pasó.

Al ver que solo lloraba, supo que iba a ser difícil, así que lo atrajo hacia él, dejándolo recostarse en su pecho para luego abrazarlo.

—Nath, escúchame bien, corazón, no eres un huérfano, y aunque lo fueras no es motivo de burla, ni para sentirse inferior. Has pasado por muchas cosas, eres un chico fuerte y valiente, y yo el más afortunado por tenerte en mi vida.

—T-te veía como un papá, pero pero dijeron que no- que t-tu

—Nathaniel, corazón, te vas a ahogar, respira profundo y escucha.

Nathaniel hacia su mayor esfuerzo pero no podía, se sentía tan chiquito y vulnerable.

—Es cierto que nuestra diferencia de edad es muy pequeña para que existiera la posibilidad de que fueras mi hijo, pero ¿Me ves como un papá?

El menor asintió, llorando más fuerte.

—Entonces, que no te importe lo que ellos digan, soy tu papá y punto, te amo con todo mi corazón, te amo infinita e incondicionalmente desde el primer momento en que te vi, eso no va a cambiar porque un par de idiotas o una  escuela completa de estúpidos digan lo que dijeron. ¿Entiendes, Nathaniel?

El menor solo sollozaba, se removia por el dolor y todo lo sucedido.

—Nath, vamos a solucionar esto corazón, en todos los sentidos... —sobó su espalda y dejó un par de besitos en su cabecita. —Bien bebé, no entiendo del todo bien, pero necesito ayúdarte. Acuéstate boca abajo en el asiento de atrás para no lastimarte.

Lo ayudó a levantarse y a acostarse boca abajo, tal como había dicho. No había visto aún, pero para que estuviera así, sabía que no iba a encontrarse con nada suave.

El camino a la clínica fue silencioso, solo se escuchaban los sollozos de Nathaniel, o al menos así fue hasta que se durmió.

Estaba algo nervioso, tenía pensado llevarlo a la clínica, pero no sabía cómo iba a resultar eso, con el miedo que el menor le tenía a aquellos lugares.

Apagó el carro y se bajó, abriendo la puerta del asiento de atrás. Tenía pensado cargarlo, pero después pensó que le dolería muchísimo.

—Nath, bebé despierta. Despierta, Nath.

El menor se levantó con sus ojos humedecidos ante el dolor que le estaba causando reincorporarse.

—Ya pasó corazón, ven...

Dante, cerró el carro y comenzó a caminar hacia la entrada de la clínica, nervioso por Nathaniel, pero se dio cuenta que el chico no parecía estar asustado, estaba apagado.

Lo llevó a su consultorio, se encerró con él ahí, y llamó a su secretaria para pedirle que cancelara toda su agenda para esos días.

—Bebé, desabrocha tu pantalón, quita tus calzoncitos y acuéstate boca abajo en esa camilla, por favor.

El llanto de Nathaniel volvió, pero esta vez mucho más fuerte.

—N-no más... seré bueno, seré bueno, juro q-que no fue mi culpa, lo juro D-Dante, haré t-todo lo que quieras, pero ya n-

—Hey hey hey, bebé, bebé, nadie va a castigarte, corazón. —se acercó a él para abrazarlo y acariciar su espaldita. — Quiero ayudarte y curarte el dolorsito, o al menos aliviarlo... Vamos, retiremos la ropita con cuidado ¿Sí?

Dejó que el chico se quitara su pantalón y calzoncitos.

Alcanzó una bata de hospital que tenía; era suavecita y ligera.

—Voy a ponerte esto ¿Sí? — comenzó a colocarlo cuando el menor le dio permiso —Bien, Nath, acuéstate en la camilla.

Cuando el menor se dio la vuelta y se acostó en la camilla, Dante sintió su corazón arrugarse y su alma abandonar su cuerpo.

¿Qué estaba viendo?

Eran unas bestias salvajes.

̨𔓕 Be a good boy ̨𔓕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora