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Habían pasado ya varios meses desde el incidente de la escuela, las cosas no habían sido fáciles.

Nathaniel iba todas las semanas al psicólogo, pero no colaboraba, le gustaba ir porque quién lo atendía era un amor de persona con él, pero al momento de empezar la sesión, no ponía de su parte, era entendible, Dante sabía que podría costarle un poco, pero ya habían pasado meses, y el chico no quería poner de su parte.

No porque no tuviera confianza o el ambiente le incomodara, simplemente no tenía ganas, le daba flojera y prefería hacer travesuras o molestar.

Desde aquel incidente por el que pasó Nathaniel, Dante no había vuelto a castigarlo, ya habían pasado meses y meses, pero el mayor tenía esos nervios, sabía que no era como los chicos que lo lastimaron, pero no podía evitar aquel sentimiento y Nathaniel, había aprovechado aquello, ahora era más libre, no importaba que hiciera, nunca era castigado. Dante empezaban a notarlo.

Nathaniel, se sentía el ser más libre, podía acostarse a la hora que el quisiera aunque rompiera las normas, más que una vez había usado un mal vocabulario con el mayor y ni siquiera una ida al rincón, había comprado una caja de sopita instantáneas con sus bebidas energéticas, y si podía notar como se sentía Dante, se veía preocupado, pero perdido al mismo tiempo, era un poco triste que se sintiera así por lo que habían hecho aquellos chicos, pero Nathaniel pensaba que lo mejor era aprovechar esa culpa y hacer lo que quisiera por un tiempito más.

Aquella mañana, cuando el mayor fue a despertarlo, le dijo que se sentía muy mal, fue por un termómetro y efectivamente, Nathaniel tenía fiebre, una bastante alta.

Al mayor le extrañó un poco, pues el día anterior estaba en perfecto estado, no habían salido, no tuvo contacto con alguien que estuviera enfermo, no comió nada malo, o al menos eso esperaba, pero se sintió triste de que estuvuera malito.

Habían pasado varias horas y se levantó con la intención de subir y ver a Nathaniel, pero cuando estaba cerca de la puerta, escuchó una sonora carcajada, la cual lo hizo detenerse.

-Sí, sí... es que me tomó la temperatura, lo tengo todo en orden... oh, usé un secador.

Dante enseguida lo entendió, las cosas hicieron "click" en su cabeza y apretó sus puños ante el enojo cuando escuchó al menor en aquella llamada, entonces, abrió completamente la puerta encontrándose con Nathaniel.

-Cuelga ahora. -dijo con un tono amenazante.

-Te llamo luego, Ale.

No podía creerlo, el chico ni siquiera parecía asustado en lo más mínimo, es más, se veía desafiante.

-¿Me quieres explicar, lo que acabas de decir?

-¿Qué quieres que te explique?

-¡La tontería que acabas de decir Nathaniel O'Connor!

-No sé de qué estás hablando... ¿Podrías cerrarme la puerta? Quiero descansar.

Dante respiró profundamente

- Nathaniel, te acabo de escuchar riéndote en una llamada, y diciendo algo de la temperatura y un secador ¿Estás mintiéndome sobre que te enfermaste?

Un silencio de unos segundos se hizo presente.

-Tienes, mucha imaginación, estoy enfermo, tu mismo me tomaste la temperatura.

Dante salió del cuarto sin decir ninguna palabra, y fue a su habitación por su bolsito, del cual sacó un termómetro.

-Abre la boca.

Ahora, Nathaniel si se encontraba algo sorprendido, pues desde hace varios meses, no veían a Dante así.

Nathaniel, estaba seguro de que el mayor no lo castigaría, pero tampoco le gustaba verlo enojado, prefería más cuando le sonreía, lo disculpaba y se iba, dejándolo pasar.

-Dante... ya me la habías tomado y viste qu-

-Abre la boca, ahora.

Al menor no le quedó otra que aceptar, y sintió el termómetro ser introducido en su boca. Tenía un minuto exacto para pensar en qué hacer cuando la temperatura indicara lo contrario a sus palabras.

El minuto se pasó más rápido de lo que pensó. Vio cómo el mayor observaba lo que indicaba el termómetro luego de retirarlo de su boca, y lo miró con un semblante serio, estaba enojado.

-¿Qué tienes para decir?... Y te recomiendo que hables con la verdad antes de que yo siga primero.

Su voz era fuerte y demandante.

-Contéstame, Nathaniel. -le ordenó el mayor.

-Bueno, es que si tengo fiebre, quizás mi boca dice lo contrario, y no puede dar la temperatura exacta. -le respondió como si no estuviera hablando con alguien que había estudiado medicina.

-¿Me estás diciendo que tu boca no me da la temperatura exacta? -el menor asintió- Está bien, está bien, vamos a tomarte la temperatura exacta entonces.

Dante, sacó de las gavetas del menor un frasquito de vaselina y hundió la punta del termómetro en esta.

Dante se sentó en la silla de madera que había dejado en el cuarto, y le hizo señas a Nathaniel para que se acercara, se encontraba con una expresión de confusión.

-Obedece o la vas a pasar mal.

El chico se levantó confundido y se acercó a él, sorprendiéndose cuando en un segundo, el mayor lo jaló y dejó boca abajo sobre sus rodillas, no iba a castigarlo... ¿No?

Dante bajó de un tirón los pantalones y calzoncitos del chico, para después separar sus nalguitas con la intención de tomar la temperatura rectal, pero el agujerito se perdió de su vista cuando el menor se cubrió su trasero, apartando sus manos.

-¿Q-qué haces? ¡Estás loco!... AY -una nalgada cayó en su nalguita derecha, no dolió mucho, pero hizo que sus ojos se humedecieran.

-Quédate bien quieto, Nathaniel.

El mayor, apartó las manos del contrario y volvió a separar sus nalguitas, notó como el chico volvía a removerse, sabía que iba a meter la mano, entonces, introdujo rápidamente el termómetro en el agujerito y lo hundió hasta que consideró que era suficiente, esto mientras escuchaba los sollozos del menor.

-Nathaniel, párate de mis piernas, ve al rincón con tus manos en la cabeza y que ni se te ocurra tocar ese termómetro, en un momento regreso.

Enseguida notó como el chico obedecía y se retorcía un poco, supuso que por la incomodidad de donde estaba el termómetro.

Dante abandonó la habitación y se dio un tiempo afuera, para calmarse y pensar las cosas con claridad, calculaba que habían pasado al menos ocho meses, ocho meses en lo que Nathaniel había sido un niño rebelde, irrespetuoso, desobediente, entre otras cosas terribles, porque sabía que él no quería castigarlo por lo sucedido. No podía seguir así.

Dante incluso había intentado con otros métodos, miles y miles, pero el menor parecía sólo entender cuando se ganaba una buena tanda de nalgadas.

Mientras, Nathaniel, se encontraba llorando como si no hubiera un mañana, jamás le habían tomado la temperatura de aquella forma, era incómodo, vergonzoso, humillante ¡Y Dante le había dado una nalgada!

Los minutos pasaron, solo fueron un par que Dante tuvo que tomar para prepararse, pero para el más pequeño habían pasado horas de tortura, y se sintió aliviado cuando escuchó los pasos.

El mayor tiró de su brazo con delicadeza y cuidado, para luego dejarlo nuevamente sobre sus rodillas.

-Veamos entonces la temperatura del niño...

Nathaniel se iba a morir de la vergüenza, más cuando el mayor separó de nuevo sus cachetes y sacó lentamente el termómetro, junto a un quejido que le salió de lo más adentro.

- Vaya, una temperatura perfecta... -dijo ayudando al chico a ponerse de pie, dejando el termómetro en la cama.

-L-Lo siento...

-Lo vas a sentir, Nathaniel, haz estado haciendo lo que se te plazca y aprovechandote, las vas cobrar, corazón. Ahora, quiero que seas un buen chico y aceptes tu castigo.

Nathaniel sintió que sus piernas se desvanecían, su corazón comenzó a latir con fuerza por los nervios, no podía castigarlo.

̨𔓕 Be a good boy ̨𔓕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora