—¿Estás segura que es una buena idea?
Tal como prometió Andy me acompañó a la reunión del club después de nuestras clases de domingo. Era temprano, por lo que el sol nos golpeaba directo a la cara mientras cruzábamos la calle que daba al salón que el padre de Sofía nos prestaba. Solían usarlo para pequeños festejos, así que la reunión se planeaba de acuerdo con los días libre en su agenda.
No respondí enseguida, aproveché para detenerme junto a una banca y hurgar al fondo de mi mochila. Ahí tenía la respuesta.
—Sí —contesté al fin, contenta sonreí al dar con lo que buscaba—. Hasta te traje algo —anuncié emocionada. Andy alzó una ceja, no extendí mucho la intriga extendí mis brazos para mostrarle una camiseta con la leyenda Las Regias de Chayanne. Torcí los labios al notar la diferencia de tamaño—. Aunque me temo que te va a quedar pequeña —concluí, no fue ninguna sorpresa, Andy y yo no compartimos tallas—. Ya lo sospechaba, por eso te traje otra cosa —resolví alegre.
Andy me agradeció con una sonrisa cuando le entregué un paliacate impreso, incluso se agachó para permitirle anudárselo en el cuello. Ya podía formar parte de nuestra familia, acepté cuando contemplé lo bien que le quedaba.
—¿Algún consejo? —me pidió.
Sus brillantes ojos estudiaron las puertas cerradas. Fingí pensarlo, escondiendo una sonrisa ante su nerviosismo.
—Solo respira.
No había una mejor recomendación para enfrentarse a los que nos esperaba del otro lado.
Empujé la puerta derribando la barrera de seguridad. Repasando las hojas pegadas en la pared, los atuendos similares, el murmullo y la música que escapaba de una grabadora cerca de la salida me encontré con mi refugio. No entendí cómo el caos pudo darme tanta paz. Efusiva agité mi mano reconociendo a todas a mi alrededor, viéndome de un momento a otro rodeada. Distinguí un interés particular en sus miradas. No tardé en deducir el porqué.
—No sabía que traerías compañía —mencionó Sofía, confundida y algo recelosa, sin entender el cambio de planes. Reí encogiéndome de hombros, todas las miradas recayeron sin el menor disimulo en mi acompañante que se mostró levemente intimidado por la indiscreta atención.
—Andy y yo hicimos una apuesta —conté mirándolo de reojo. Él no lo negó—. Y cumplió su palabra —le reconocí con un toque de orgullo. Lo cual no me sorprendía.
Andy sonrió tímido ante la ola de preguntas con las que fue atacado. Mientras era bombardeado con una clase intensiva sobre el amor de mi vida, me disculpé un segundo para llenar mi registro y traerle una etiqueta que pegaría en su camiseta. Había esperado con mucha ilusión esa tarde, presentarle a todos, mostrarle una parte del mundo que amaba porque sentía que Andy era el tipo de persona que se interesaba genuinamente por lo que le compartiera.
Estaba distraída escogiendo una calcomanía cuando noté alguien me siguió los pasos. Me sorprendió un poco fuera Alejandra, según las miradas que le dedicó a mi compañero creí disfrutaría más su compañía. Abrí la boca para saludarla, pero ella me ganó la partida.
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Un dulce y encantador dilema
Teen FictionDulce ama a Chayanne. Después de sus intentos fallidos por convertirse en su esposa, su asistente y la cuidadora de su perro, decide ponerse una meta más realista: asistir a uno de sus conciertos. Con el tiempo en contra y determinada a cumplir su s...