Mi triunfo fue efímero porque pese a los aplausos, la felicitación de mi jefe, el halago de Nael o la sonrisa de Andy, una verdad resonó con más fuerza: Jade me detestaba. Parecía decidida a no dirigirme la palabra por el resto de mi vida, no volvió a mirarme durante el evento, ni siquiera me dirigió una palabra camino a casa.
Supe que había metido la pata al fondo cuando al llegar ni siquiera lo disimuló, se fue directo a su habitación porque no soportaba verme. Contemplé desde la planta baja su ascenso furioso, titubeé un segundo antes de obedecer el impulso de seguirla. No quería postergar lo inevitable. Mi carrera por la escalera terminó, impidiéndole cerrara la puerta, colocando la palma antes de que la azotara.
—¿Qué quieres? ¿Vienes a terminar tu espectáculo? —me cuestionó fastidiada cuando no le quedó de otra que enfrentarme.
—Sabías que la canción no era para ti —le expliqué.
Jade arrojó su bolso a la cama, soltando una risa amarga que dejó claro eso no la hacía sentir mejor.
—Lo sé, era para Silverio al que no te cansaste de molestar y llenar de indirectas toda la noche —me echó en cara.
—¿Y qué con lo que él me hizo a mí? —protesté cansada de que lo pusiera a él como la víctima—. Ir a la reunión fue simplemente para fastidiarme —alegué, harta de que me arruinara la noche.
—Fue porque quería hacer las paces contigo. Quería ayudar —defendió.
Ni siquiera me esforcé por retener una risa.
—¿Ayudarme? —me burlé de su cinismo. ¿Debía darle las gracias? Molesta con sus excusa, eché la mochila al piso y busqué algo en el fondo. Mis dedos ardieron al tocarla—. Por cierto, dile que no necesito su sucio dinero —mencioné resentida arrojando la moneda para que se la entregara de vuelta.
No quería nada de él.
—¿Hasta cuándo vas a seguir con eso, Dulce? —me cuestionó desesperada. No había nada que la sacara más de sus casillas que me refiriera a su novio como lo que era, un ladrón. No dejaría de hacerlo, no callaría la verdad.
—Hasta que me devuelva lo que me robó —respondí sin pensarlo.
Jade se llevó las manos a la cabeza.
—Dime cuánto es —me pidió cansada de ese duelo, se dio la vuelta dispuesta a pagármelo, pero se equivocaba. No era algo material lo que podía regresarme la paz que él me arrebató.
—A ti —la corregí en voz baja. Jade frenó, alzó la mirada de su bolso. Distinguí la duda en sus ojos azules, eso me motivó a sincerarme—. A mi mejor amiga, a mi confidente. Tú no eras así. Y te extraño.
Extrañaba nuestras largas charlas, la confianza que me daba, su cariño.
Jade meditó en silencio, volvió a estudiarme con aire perdido.
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Un dulce y encantador dilema
Teen FictionDulce ama a Chayanne. Después de sus intentos fallidos por convertirse en su esposa, su asistente y la cuidadora de su perro, decide ponerse una meta más realista: asistir a uno de sus conciertos. Con el tiempo en contra y determinada a cumplir su s...