Volver al set

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Volver a las grabaciones era algo que no quería, pero sabía que debía hacerlo.

Se lo había prometido.

Recordaba con angustia sus ojos llenos de orgullo cada vez que le contaba sobre las escenas que había grabado hasta altas horas de la noche, rememoraba su emoción al ir contando los días que faltaba para el estreno de su nueva novela.

¿Cómo seguir después de perder a uno de los pilares de su vida?

Con sus gafas oscuras ocultaba el cansancio en su mirada. Las lágrimas amenazaban con salir mientras se dirigía a su cámper para comenzar a prepararse y ponerse bajo la piel de Marcia Cisneros.

Debía ser fuerte, debía hacerlo por él... Por su papá, por su chulada.

Aún así, no quería que nadie la viera mal, no estaba preparada para que se acercaran a ella a darle el pésame o preguntarle cómo estaba... Esa pregunta parecía nunca faltar y ella aún no estaba lista para contestarla.

Pero estaba bien, eso lo tenía muy claro.

Afortunadamente, sus compañeros de trabajo se encontraban en grabaciones cuando ella llegó a locación.

Mientras Hector Mansilla se encargaba de darle los últimos toques a su maquillaje, ella se mentalizaba. Sabía que le costaría pero, como la mujer profesional y apasionada por su trabajo que siempre fue, lograría superar aquel primer día de regreso.

Un llamado a la puerta del cámper la sacó de sus pensamientos.

— ¡Adelante! —Dijo, levantando un poco la voz para que la oyeran.

— Con permiso, preciosa. —Oyó como un acento español retumbaba en el lugar.

Hector la miró y, sin pronunciar palabra, se retiró del lugar.

— ¿Qué tal, tío? —Preguntó.

A pesar de que buscó bromear con él como siempre, la angustia podía escucharse en su voz. Eso no pasaba desapercibido.

El actor simplemente le regaló una cálida sonrisa antes de rodearla con sus brazos y fundirse en un abrazo tan sentido como si se le fuera la vida en ello.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas nuevamente, pero no se permitió llorar. Simplemente se quedó abrazada al español hasta que se sintió segura para mirarlo a los ojos.

— ¿Estás segura de que quieres hacer esto? —Preguntó Alberto. Sabía que era una mujer fuerte, pero le preocupaba que obligarse a trabajar no fuera bueno para ella.— Ara, si quieres, podemos hablar con los productores para que te den un par de días más. Estoy seguro de que encontrarán la forma de adelantar algo de trabajo con otras escenas mientras no estés.

— Ya lo han hecho todos estos días, Alberto. No quiero seguir perjudicando a nadie. —Respondió con una sonrisa melancólica— Se lo prometí, ¿sabes? Prometí que lo haría por él, que daría lo mejor de mi a pesar del dolor que siento, y eso es lo que haré.

Él simplemente la abrazó una vez más, dándole a entender con ese simple gesto que la rubia contaba con todo su apoyo.

Aracely lo sabía... No estaba sola. Eso también le daba fuerzas para seguir.

Aquel día, una vez más, le hizo honor a su profesión.

En cada una de las escenas que grabaron dio todo de ella, demostrando nuevamente por qué era conocida como una de las mejores actrices de México.

Actuar siempre fue su gran pasión, lo que más amaba hacer además de ser mamá de aquellos adolescentes rebeldes.

No pensar en sus hijos en medio de las grabaciones era imposible, cada escena que compartía con Ana, Emiliano y David le hacía pensar en sus niños y en lo mucho que ellos también estaban sufriendo la pérdida de su abuelo... Pero así como los tres jóvenes le recordaban a Miguel y Daniel, también la hacían olvidarse del mal rato aunque sea por un momento.

Ana era una persona tan chispeante y divertida, que con sus ocurrencias lograba siempre sacarle una sonrisa.

Le costó.

Le costó como nunca en tantos años de carrera lo había hecho.

Al llegar a su cámper, exhausta por aquel día, se recostó por un momento en el sillón frente al espejo.

Suspiró...

Primera prueba superada...

Permitió que unas cuántas lágrimas escaparan de sus tristes ojos. Ya las había aguantado mucho.

Su momento se vio interrumpido una vez más por alguien llamando a la puerta.

Secó sus lágrimas, respiró hondo antes de dirigirse a abrir y, al hacerlo, se encontró con una sonrisa apenada esperándola del otro lado.

— Buenas noches, Ara.

Ella le sonrió débilmente y se apartó un poco para dejarlo pasar.

— Espero me disculpes por venir a molestarte ahora, sé que debes estar cansada. —Dijo mientras entraba en el cámper.

— No te preocupes, Andresito, aún tengo que quitarme todo esto. —Respondió ella, señalando su peluca y la ropa de Marcia que todavía traía puesta.

— ¿Qué tal ha ido el día?

— Pues, ¿qué puedo decirte? Ha sido difícil. —Contestó, intentando no dejarse ganar por las lágrimas que ya amenazaban con volver a salir.

Con gesto cansado, se sentó nuevamente en el sillón, invitándolo a hacer lo mismo.

— Es completamente entendible... —Comenzó el moreno— Quise venir a verte antes, pero se me hizo imposible.

Aracely simplemente asintió, sin emitir palabra.

— Sé que no hay palabras que puedan hacerte sentir mejor, pero déjame decirte que te admiro por lo que estás haciendo.

— No es fácil, Andrés. —Respondió en un tono casi inaudible, mientras jugaba con sus manos de manera nerviosa.

De forma casi automática, el actor tomó las manos de su amiga entre las suyas, haciendo que ésta volviera su mirada hacia él.

La rubia se sorprendió al verlo con los ojos rojos y llenos de lágrimas.

— Lo sé, y por eso estoy muy orgulloso de ti. —Le dijo— Te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para que, al menos durante las horas que estemos aquí, puedas sentirte bien y cómoda.

En un rápido movimiento, la atrajo hacia él y la abrazó con fuerza.

Aracely no sabía por qué, pero se sintió segura con Andrés. Sintió con él la confianza suficiente para dejar de ser fuerte por un momento y llorar mientras su amigo, en un silencio necesario, hacía círculos en su espalda permitiéndole desahogarse.

Mi fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora