Deseo

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Sus bocas se acoplaban a la perfección, sus tibias lenguas parecían querer recorrer cada pequeño espacio en ellas.

Las manos ansiosas comenzaron a viajar por el cuerpo de aquella persona que tanto ansiaban hacer suya.

Nada importaba.

Eran solo ellos dos y aquella pasión que terminó de despertar gracias al sueño de Aracely, ese del que Andrés todavía no tenía conocimiento alguno pero al que seguramente agradecería si en algún momento se enteraba de ello.

Las respiraciones agitadas comenzaban a ser cada vez más sonoras y poco les preocupaba dónde se encontraban, ya que habían olvidado por completo que estaban en el camerino de la rubia y que ese no era lugar para lo que estaba a punto de ocurrir entre ambos actores.

Sólo querían sentirse, ser uno solo.

Andrés abandonó la boca de Aracely, dejándola con ganas de más pero, seguidamente, comenzó a recorrer con sus labios el fino cuello de la mujer.

Cada pequeño beso que depositaba en su piel, la hacía ponerse aún más ansiosa.

Se sintió morir cuando las grandes manos del moreno se colaron entre la suave tela de su camisa, acariciando su vientre sin dejar de besar su cuello.

Quería más.

Necesitaba más.

Los labios de Andrés bajaron hacia sus clavículas mientras que poco a poco iba soltando los botones de su camisa para luego apartar su brasier y seguir su camino de besos mojados hasta llegar a sus claros pezones y así centrar toda su atención en ellos.

Extasiada por el placer que estaba sintiendo, la rubia llevó las manos al oscuro cabello de Andrés y, tirando levemente de él, lo obligó a separarse un poco para luego volver a atacar su boca.

Sus besos eran cada vez más profundos, más ardientes.

La temperatura en el camerino no hacía más que aumentar con cada ósculo cargado de pasión.

Llevaban deseando esto durante varios meses y, para ser sinceros, ya no podían pensar en qué era correcto y qué no. Ambos querían dejarse llevar.

Sin dejar de besarla, Andrés bajó una de sus manos hacia el cierre de los pantalones de Aracely y lentamente, dándole el tiempo necesario para detenerlo si es que así ella lo deseaba, comenzó a bajarlo.

Escuchar el leve gemido que salió de la rubia sólo lo alentó más a continuar con lo que hacía.

Su mano se adentró en las bragas de aquella excitada mujer que contorneaba sus caderas buscando más. Sus dedos sintieron la humedad entre sus pliegues y ambos creyeron enloquecer.

— Andrés... —Dijo ella en un suspiro.

La siguiente bocanada de aire que tomó quedó atrapada en su garganta cuando sintió los dedos del moreno entrando en ella una y otra vez, lenta pero deliciosamente.

Él buscaba acallar sus gemidos con besos, pero éstos se volvían cada vez más fuertes.

¿Corrían riesgo de ser descubiertos? Por supuesto que sí. Estaban arriesgándose demasiado pero, a este punto, ninguno de los dos podía ni quería detenerse.

Otro ronco gemido salió de su boca cuando su cuerpo comenzó a vibrar de placer, cuando se sintió estar cada vez más cerca de llegar a la cima más alta de aquel placer ocasionado por Andrés, su Andresito.

Uno..

Dos...

Tres golpes en la puerta.

— ¿Aracely? —Escucharon llamar.

Mi fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora