La tormenta

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— Bien, ¿qué te parece ésta? —Preguntó la rubia, abriendo la puerta de una de las habitaciones que tenía libre en su casa.

Aún seguían tomados de la mano cuando el moreno se adentró junto con ella en el cuarto en el que pasaría la noche.

La tormenta era cada vez más fuerte, la lluvia incesante.

Aracely tenía razón, no había forma de que él regresara a su hogar con aquel temporal. Era un peligro.

Andrés observaba el lugar bajo la atenta mirada de ella, parecía estar analizando cada rincón de mismo.

En realidad, lo único que buscaba era pasar todo el tiempo posible así como estaban: juntos y tomados de la mano.

Sabía que no debía de hacer eso, era muy tarde y debían trabajar al día siguiente. Además, ya habían dejado claro en qué términos estaban y debía respetarlo.

Pero sus sentimientos eran mucho más fuertes.

— Pues sí se ve cómodo. —Le dijo, haciéndola soltar una tierna risita al mismo tiempo que se giraba hacia ella para quedar de frente.— Sería mucho más cómodo si tú te quedaras también.

La sonrisa de Aracely pasó a ser inexistente debido a los nervios y la sorpresa que le causó oír eso.

— No empieces con esas cosas. —Advirtió.

— Ya, discúlpame. Es que me dan miedo las tormentas. —Respondió el moreno, poniendo morritos como una criatura.

La rubia volvió a reír e inconscientemente llevó su mano hacia la mejilla de Andrés, acariciándolo con suavidad.

— Sabes que no puedo quedarme, cariño.

— ¿Por qué no? —Preguntó él, acortando el espacio entre ambos y obligándola a retroceder cada vez más, hasta chocar contra la pared más cercana.

— Andrés, por favor...

— Sólo contéstame y dime a qué le tienes tanto miedo. Somos amigos, ¿verdad? Podemos compartir la cama.

— Hay muchas camas aquí, no hay necesidad de hacerlo.

— ¿A qué le temes? —Volvió a cuestionar el moreno, pegando su cuerpo aún más al de ella.— Te prometo que me comportaré.

— No es de ti de quien desconfío. —Susurró de manera casi inaudible.

Andrés acercó sus labios a los de la rubia al oír eso.

Sabía, entendía que estaba cometiendo un error al provocarla pero lo que sentían era más que evidente. Ya no podía ocultarse.

Hizo lo que ella había hecho la primera vez que se besaron, dar el primer paso para invitarla a que ella diera el siguiente.

Para su sorpresa, no fue así.

Aracely se separó de él y se encaminó hacia la puerta.

— Buenas noches, Andresito. —Le dijo, sonriendo apenada.

— Buenas noches, Ara...

La tormenta parecía ser cada vez más fuerte. Por un momento creyó haberse dormido pero, al parecer, no fue así.

La lluvia azotaba los vidrios de las ventanas, cada golpe de las gotas al caer parecía sonar más y más fuerte.

La habitación se iluminó por un momento cuando un hermoso relámpago atravesó el cielo, seguido de un estruendoso trueno que la sobresaltó, obligándola a abrir los ojos.

Volteó y se quedó mirando el techo.

Sería tan fácil salir de su habitación y caminar unos metros hasta donde se encontraba Andrés. Sería tan sencillo dejarse llevar por lo que sentían...

Mi fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora