Capítulo Uno

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—¡Lee Felix! ¡No sabes lo preocupada que estaba!—Exclamaba la mujer observando a su hijo con los ojos llorosos—Pensé que... algo malo te había ocurrido, la pasé muy mal...

Felix observó a su mamá haciendo un puchero triste y la abrazó.
La policía había estado en su casa haciéndole varias preguntas al chico, pero él insistía en que hizo todo eso para despejarse y que no había ocurrido nada además de eso, así que lo dieron por cerrado el "caso de su misteriosa desaparición".

—Mamá, estoy bien y perdón por preocuparte... Por preocuparlos a todos.

—No me iba a perdonar jamás si algo te ocurría—Sollozó la mayor, el rubio soltó una risita.

—Ya... Admito que debí haberte avisado, pero en este lugar nunca pasan cosas graves... ¿Por qué tanta preocupación?—Preguntó separándose con una gran sonrisa, su madre se limpió las lágrimas.

—Ay hijo, uno nunca sabe—Soltó un suspiro lastimero—Pero me alegro mucho de que estés bien, debí haberme dado cuenta que no estabas pasando por un buen momento...

Felix hizo una mueca bajando la mirada, sin decir nada más. Su madre le miraba algo desconcertada, sentía que algo estaba fuera de lugar, pero no sabía qué.

El menor subió las escaleras y se dirigió al baño, apenas cerró la puerta con llave corrió hacia el inodoro y vomitó todo lo que tenía dentro.
Cuando terminó, tiró la cadena y se quedó unos segundos con la mirada perdida y la respiración acelerada, para luego levantarse e ir al lavamanos; se enjuagó la boca y se refregó alrededor con brusquedad, mirándose al espejo con mirada muerta.

No estaba bien, para nada.

Algo había cambiado en él la noche que desapareció, algo que nadie nunca imaginaría.

Se apoyó en el lavamanos cuando sintió sus piernas flaquear e inhaló con fuerza, tenía que ser fuerte.
Este ya no era él, no quedaba casi nada de su pureza, por eso debía mantenerse firme.

—Cariño—Dijo su madre al verlo salir del baño—¿Está todo bien?

—Sí, todo está bien—Felix respondió esbozando una angelical sonrisa.

Aunque no había nada de angelical en ella.

—Voy a salir un rato, me siento algo sofocado acá.

Sin ni una palabra más, el rubio se apresuró en bajar las escaleras y salir de la casa.
Caminó abrazándose a sí mismo, no hacía frío, pero así se sentía más seguro. Sentía la mirada de muchas personas sobre él, y era entendible, había desaparecido durante varios días y después aparecía como si nada hubiera pasado.

Se quedó mirando una tienda y su estómago gruñó; vaya que tenía hambre.
Revisó sus bolsillos para ver si le quedaba algo de dinero que había sacado esa noche en particular, y bingo, sí le quedaba. Ingresó a la tienda, ignorando olímpicamente la mirada sorprendida del vendedor sobre él y se dirigió a un estante donde habían snacks.
Cuando por fin se decidió por unas papas fritas de jamón serrano se acercó a la caja a pagar, el vendedor le dijo el precio sin quitar su curiosa mirada de él.

Luego de pagar, aún sin salir de la tienda, abrió el snack frente al vendedor y se hechó una papa a la boca, masticándola sin quitar su mirada del tipo; este al parecer se incomodó, así que desvió la mirada. Una ladina sonrisa se formó en los labios de Felix y salió de ahí.

Caminó por las calles comiendo sus papas y disfrutando el aire fresco, aunque quiso hacer una parada en el parque para descansar.
Mientras se quedaba tranquilo mirando el cielo con millones de pensamientos en su cabeza, unos murmuros no tan lejanos lo interrumpieron.

—Es obvio que estaba bien, en este lugar nunca ocurre nada—La voz de una mujer decía, casi con rabia—Lo más seguro es que ese niñito solo quería atención, siempre tuve la impresión de que no era el dulce angelito que aparenta que es. ¿Pero qué puedo esperar? Es hijo de un matrimonio fallido y su padre es un borracho, nada bueno puede salir de ahí...

La señora continuó diciendo más cosas que Felix no logró comprender, puesto que la rabia se había apoderado de su ser. ¿Quién se creía que era? Y él ni siquiera conocía a esa mujer, pero esta hablaba como si supiera todo de su vida, como si supiera por todo lo que había pasado.

Se levantó de golpe de la banca en la que estaba sentado, sobresaltando a las dos señoras que cuchicheaban no tan discretamente, y les dirigió una mirada de advertencia. El color abandonó el rostro de ambas, ya que podrían jurar de que los ojos del rubio de pecas se habían tornado de un color muy oscuro y con una pizca de maldad.

—No sabía que era famoso—Dijo Felix con burla, cruzándose de brazos—Ustedes deberían escribir una novela, se harían millonarias escribiendo sobre mi vida.

Cuando ninguna de las dos dijo algo, Felix se dio la vuelta y comenzó a caminar lejos del parque.
Nada de lo que dijeron debería afectarle, pero por alguna extraña razón lo hacía, le quemaba el pecho y le hacía sentir un sabor amargo en su boca.

Mientas intentaba calmarse, la imagen de aquellas mujeres hablando sobre su familia y él regresaba a su mente, y eso le enojaba, sobre todo porque se habían atrevido a mencionar a su padre. Ese desgraciado.
De pronto, se imaginó a sí mismo tomando un cuchillo y cortando las lenguas de esas señoras, para luego decirles que así estaba mejor que siguieran hablando del asqueroso ser que era su progenitor. También se imaginó cortando la garganta de aquel hombre, clavándole un hacha en lo más profundo de su estómago y torturándolo de distintas formas.

Repentinamente se quedó quieto en su lugar cuando su mirada captó a un chico mirándolo. ¿Qué había de nuevo en que alguien le mirara? Nada, pero es que antes todos le miraban con curiosidad, pero este chico le miraba con miedo.
Lo escaneaba de pies a cabeza, como si estuviera incrédulo de que él se encontraba ahí, de pie y respirando, le miraba con ojos muy abiertos mientras retrocedía torpemente.

Felix alzó una ceja, ¿por qué alguien le miraría con miedo? Aún no era tiempo.

El chico se dio la vuelta y se fue por donde venía, dejando al rubio algo desconcertado, pero prefirió restarle importancia. Quizás se estaba imaginando cosas, quizás ni lo estaba mirando a él y recordó algo, por eso se fue así.

Siguió caminando, de pronto sintiendo una fuerte presión en el pecho. Pero no era un dolor físico, era algo más mental.

Si alguien supiera lo que en realidad le había ocurrido, no sabrían si sentir miedo o pena.

𝗧𝗛𝗜𝗡𝗞 𝗜'𝗠 𝗖𝗥𝗔𝗭𝗬 - stray kidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora