27. Fosters

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Tres días después.

Había ido a casa a ducharme y a cambiarme de ropa, llevé el libro que nunca pude terminar y algunas fiambreras llenas de comida para comer algo en condiciones durante unos días más. Había dormido todo este tiempo a su lado por si despertaba, no quería que se sintiera solo y no ver a nadie cuando se levantase. Su tío, Wayne, me llevó esta vez al hospital, estaríamos los dos con él, insistía que podría aburrirme mucho en la habitación sola y quería visitarlo. Su tío era un hombre honrado y bonachón, podía notar en su mirada que amaba a Eddie como si fuese su hijo biológico, el hijo que nunca tuvo. Alguna que otra vez visitaba a Max que estaba a un par de habitaciones más alejada de la nuestra, Lucas le leía algún que otro cómic que tenía por casa y yo le hablaba de lo mucho que la echábamos de menos. El pronóstico de Max no era el más alentador pero nunca perdíamos la esperanza.
-El terremoto que arrasó todo el pueblo de Hawkins ha dejado a 5 muertos y a 7 desaparecidos, 24 personas en estado grave y dos de ellas acaban de salir de la UCI.- habló el noticiero dando las noticias de la mañana. Wayne chasqueó la lengua y negó con la cabeza mientras lo veía. -Parece ser que Hawkins ya no es un lugar seguro.
El pueblo había sido un total caos, muchas de ellas se fueron y otras se quedaron sin hogar, el terremoto había sacudido mucho más fuerte en el centro, dejando Forest Hill y las afueras  con un simple temblor. El hospital estaba colapsado y dos veces al día se escuchaba las sirenas de las ambulancias y de la policía, los médicos no daban a basto y trasladaban a los ingresados al hospital vecino, solo rezaba para que ni Eddie ni Max los trasladasen.
Seguía sumida en mi lectura mientras sorbía un poco del café de la máquina que se encontraba en el pasillo, era mucho más barato que el de la cafetería del hospital y así no iba tan lejos de la habitación. Miraba de vez en cuando las manos de Eddie por si hacía algún movimiento o le echaba un vistazo a las bolsas por si necesitaba cambiarlas, mis mañanas, tardes y noches se basaban en eso, vigilar.
-Como noticia de última hora, se da por cerrado el caso de La nueva secta de Munson, que nos tenía en vela desde que asesinaron a nuestra paisana Chrissy Cunningham. Jason Carver ha sido condenado a cadena perpetua sin libertad condicional por tres homicidios de primer grado y un intento de asesinato a la pareja de su compañero de equipo, Lucas Sinclair.
Levanté la mirada y me centré completamente en la televisión, mi plan había funcionado tal y como lo había imaginado. Miré a Wayne que estaba al otro extremo de la camilla regalándome una sonrisa y lágrimas de felicidad, movió su cabeza y observó a Eddie mientras le agarraba su mano izquierda.
-Sabía que tú eras inocente, hijo. Nunca dudé de ti.
Suspiré, me había quitado un gran peso de encima, ahora Eddie podía hacer una vida normal, aunque seguían tachándole como satánico pero, legalmente era inocente, lo que siempre fue.
Había llegado al pueblo la familia Byers junto con Once, nos dieron una sorpresa a Lucas y a mí un día que estábamos los dos juntos en la habitación, verla a ella me hizo recordar de una forma menos violenta mi paso por el laboratorio, coincidíamos en la sala arcoíris de vez en cuando y nos encantaba jugar al ajedrez cuando Tres nos dejaba el tablero libre. Corrí a abrazarla sin pensármelo, venía acompañada de Mike al que también abracé, nos quedamos los cuatro en la habitación con Max, Once nos contaba su travesía por California y Mike de cómo la encontró. Me presentaron más adelante a Will, quien había venido junto con su hermano al hospital, me cayeron bien al instante e hicimos muchas migas todos juntos, venían a acompañar a Lucas todos los días hasta que una de las enfermeras obligaron a solo estar dos acompañantes por persona ingresada.
Gastábamos nuestro tiempo viendo la tele, leyendo el periódico o hablando de vez en cuando de temas aleatorios, los días pasaban y no había avances para ninguno de los dos, alguna que otra vez le hacía relevo a Lucas cuando tenía que irse obligatoriamente por las quejas de sus padres, los chicos también venían a nuestra habitación a visitarle, Dustin enseguida cogió confianza con Wayne que se la pasaban hablando de cosas varias durante su visita. Vivía prácticamente en el hospital, pisaba mi casa cuando llevaba demasiado tiempo con la misma maleta de ropa o cuando necesitaba comer algo distinto que no fuese patatas fritas y cafés de la máquina del pasillo. Los médicos ya me llamaban por mi nombre y de vez en cuando pasaban a vernos y nos traducía todos los tecnicismos médicos que no entendíamos, éramos bastante privilegiados en ese sentido. Aunque Wayne había pedido permiso para poder cuidarle, tenía que volver otra vez al trabajo en unos días más, por lo que mi medio de transporte y mi compañero de habitación desaparecía. Hoy terminaba su ultimo día de permiso y mañana volvería a la fábrica otra vez, él no quería dejarme a cargo de su sobrino sola, pero no tenía más opción. Era de noche y nuestros estómagos rugían, la cafetería había cerrado y estábamos cansados de las patatas de bolsa de la máquina y refrescos. Mirábamos la televisión y cambiábamos de canal muy seguido, la monotonía nos carcomía la cabeza y ya no teníamos más libros ni más periódicos que leer.
-Oye _____, ¿cómo se llamaba aquel sitio que le gustaba tanto ir a comer a mi sobrino?
Quité la mirada de la pantalla y lo observé confundida durante unos segundos pensando en lo que se podía referir.
-¿Te refieres al bar de al lado del salón de recreativos? -dije confundida.
-No, no, aquel sitio donde le encantaba ir contigo a comer hamburguesas.
Mi mente recordó al instante a qué se refería, celebraríamos su despedida con las hamburguesas preferidas de Eddie, las hamburguesas Fosters con su salsa de mostaza y mayonesa, seguro que le encantarían si estuviese despierto.
-Hamburguesería Fosters, está cerca de la Iglesia, ojalá no haya quedado dañada.
Wayne asintió y cogió las llaves del coche para ir a por unas, no sin antes ir primero a la habitación de Max, sabía que hoy estaría Dustin con ella por lo que iría a verle por si tenía hambre. Dustin aceptó nada más hablarle de comida, sin decir el sitio ni el qué, me pidió una hamburguesa doble con queso y me fui a decírselo a Wayne, a lo que él aceptó y se fue en su coche a por ellas, quedándome sola en aquella habitación. Me senté en mi sofá al lado de él, como lo había hecho durante todo este tiempo, tenía un respirador a su lado y unos pequeños tubos que les proporcionaba aire a través de ellos por la nariz, los pitidos del aparato inundó la habitación recordando lo silenciosa que era cuando sólo estábamos él y yo. Me recosté en su hombro y entrelacé su mano con la mía, dándole pequeñas caricias en su pulgar, tocarlas sin sus anillos de por medio me resultaba raro, siempre andaba con ellos a todas partes aunque no me molestaba tocar sus anillos que contrastaban con el calor corporal que emitía las palmas de sus manos. Había olvidado la tranquilidad que me transmitía estar con él a solas, sin una batalla a la que enfrentarnos, sin escapar de gente que te odia, solos y tranquilos, algo que no habíamos tenido desde antes de lo sucedido con Vecna.
-Dios, Eddie, no sabes lo mucho que te echamos de menos. -miré su perfil dormido desde su hombro, embobada y absorta completamente. -¿Cómo podría haber dudado de mis sentimientos hacia ti? Si lo tenía claro desde el principio, nunca había querido a nadie tanto como a ti, joder, ¿te acuerdas las salidas al centro comercial? Eran mis favoritas sin duda, me encantaba ir a la tienda de música contigo y mirar los vinilos aunque eran demasiado caros, hay que admitirlo.
Reí por los recuerdos que venían a mi mente cuando salíamos como amigos y nunca supe de que le gustaba, sin embargo, pensándolo mejor ahora, podía recordar la forma en la que me observaba atento cuando contaba algo o cuando simplemente estábamos en los merenderos de Forest Hill fumando y hablando y me veía de esa forma en la que solo me miraba a mí, eso lo tendré grabado toda la vida.
-Eddie, necesito que despiertes, llevo todos estos años sola y he podido arreglármelas a duras penas pero, desde que te conocí, no me imagino sola nunca más. Te necesito, por favor.
Una lágrima cayó por mi mejilla aterrizando en las sábanas de la camilla, cerré los ojos esperando que todo esto fuese una pesadilla y despertase en la cama de Eddie después de un largo día y me dijese que había dormido tanto que era la hora de comer e irnos al salón porque su tío había preparado unas salchichas con bacon y huevo. Apreté un poco más, deseando con fuerzas de despertar y que todo fuese mentira, estrujé su mano tanto que pensé que nos fusionaríamos el uno con el otro, empecé a ver puntitos plateados que se desperdigaban por el fondo negro y respiraba un poco agitada, abrí mis ojos y ya no estaba en el hospital, era otro sitio, un bosque lleno de árboles teñidos de naranja, las hojas caían y  se mecían con el viento, mi mano ya no estaba entrelazada con a suya, a decir verdad el lugar me era familiar, busqué con la mirada algo que me hiciese saber dónde me ubicaba pero no podía andar más allá, algo me lo impedía y no sabia el qué.
-¿_____? -su voz me hizo sobresaltar, me giré bruscamente encontrándomelo ahí parado, con la misma ropa con la que lo conocí el primer día.
-¿Eddie?
Corrimos los dos a abrazarnos pero sobrepasé su cuerpo, no era sólido ni parecía estar vivo, caí de boca contra el suelo llenándome de hojas y maldiciendo mientras pensaba el qué podía haber pasado. Me levanté y sacudí las hojas que se habían quedado pegadas en mi ropa, levanté la mirada encontrándomelo a él igual de sorprendido que yo, inspeccionaba sus manos y su abdomen sin entender cómo había ocurrido eso. Caminé hacia él alzando la mano para poder tocarle, pero era en vano, podía traspasar su cuerpo como si de una nube se tratase.
-¿Por qué no puedo tocarte? -pregunté. Eddie me miró triste y me inspeccionó de arriba a abajo y luego hizo lo mismo conmigo, pero tuvo el mismo resultado.
-No lo sé, esto es demasiado extraño. Estaba pensando en ti y de repente apareciste como por arte de magia, no sé si eres producto de mi imaginación o algo, pero sé que yo tampoco puedo tocarte.
Por una parte estaba feliz por verle, pero por otra no entendía cómo podía estar aquí, no sé si era un sueño o mi mente estaba jugándome malas pasadas. Miré a mi alrededor, seguía en el bosque pero ahora las hojas no estaban, el suelo era blanco y corría una leve brisa que congelaba hasta al más caluroso. Me abracé a mí misma para darme calor y mi piel se erizó con la fricción de mis manos, seguía mirando a mi alrededor buscando alguna pista del porqué estaba aquí pero nada hacía que me aclarase las ideas.
-No entiendo nada. -dije en un suspiro. -¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué se supone que debo hacer?
Eddie tenía una mirada triste, se sentó en el merendero y tomó aire para después expulsarlo lentamente, alzó su vista hasta un punto fijo para después cruzarse de brazos y negar con la cabeza repetidas veces.
-Solo sé que llevo aquí mucho tiempo y no sé cómo escapar. He intentado de todo pero nada funciona. Por mucho que pueda moverme siempre acabo en el mismo sitio, es como una cárcel pero sin rejas. -decía apenado. -He estado solo todo este tiempo hasta ahora, ha  sido como por arte de magia, pensé que eras producto de mi imaginación pero parece ser que no lo eres.
Todo parecía muy real, las hojas, el viento, los árboles, incluso él, pero a la vez no, parecía todo un sueño...
-Creo que he entrado en tu mente, estaba mi mano entrelazada con la tuya y me desperté aquí, pero ha sido sin querer, no sé cómo ha podido suceder esto, ni sabía que podía entrar en la mente de la gente cuando está en coma.

Enchanted - Eddie Munson y TNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora