Capítulo 5

8K 775 255
                                    


Atheus.

El viento golpea con fuerza en dirección contraria, el océano se encuentra igual de agitado mientras contemplo los cuatro buques con banderas extranjeras. Mis tropas están listas. Aún no concibo la estupidez que está sucediendo, porque quienes rodean y superan tanto en fuerza como en número somos nosotros, claramente. ¿Dular perdió la cabeza al creer que tendrá alguna posibilidad de causarme daño en mi propio territorio? Están dementes. Aguardo con calma, rodeado por mis soldados que esperan atentos la orden para masacrar a los intrusos.

Sin embargo, en el momento de mayor tensión, la nave de tamaño menor iza lentamente una bandera blanca.

— ¿Qué demonios están haciendo? —Luca resopla a mi lado, consumido por los nervios.

Bajo mi mano, aplazando la orden de bombardearlos.

—Me pregunto lo mismo que tú—despeino mi cabello, sintiéndome algo ahogado en la armadura que tuve que vestir a toda prisa—. Envíen a un intermediario.

Alguien a mi costado se mueve para obedecer, pero Luca niega.

—No hace falta, ya han dado el primer paso—observa como a través de un ave hacen llegar un mensaje que cae en manos de infantería. Es cuestión de minutos para que me apodere de él y entienda las intenciones de este ridículo—. ¿Y bien? ¿Qué quieren?

—Solicitan permiso para arribar—sonrío sin diversión—. Vaya momento para recordar las formas.

— ¿Lo permite, señor?

—Solo uno de ellos tiene permitido pisar tierra—decido—. El resto permanecerá en agua y ante el mínimo movimiento sospechoso caerán.

Acatan mis órdenes sin problemas y me abro paso al frente ignorando las advertencias de Luca sobre mi seguridad. Me importa poco, solo quiero terminar con esto cuanto antes. Es el buque de menor tamaño el que arriba en el puerto, dando paso a que una cantidad considerable de soldados contrarios bajen rodeando a una persona en particular, la vestimenta y accesorios de este, me den una pista bastante obvia de su posición.

Se acerca hasta estar a menos de un metro de mí. Es un hombre joven, no creo que llegue a los treinta. De estatura mediana, cabello castaño y ojos negros. No tengo registro de su rostro, pero tomo nota del collar que lleva y recuerdo vagamente que el tulipán rojo es un símbolo de la familia real de Dular.

—Es un honor estar en su presencia, rey Rybelius—coloca una sonrisa casi divertida, el saludo suena como una burla.

Mantengo mi rostro inexpresivo. No me cae en gracia, tuve que abandonar mi castillo en medio de una crisis para atender este circo.

—No eres el rey—señalo de inmediato.

Su expresión sufre una leva caída.

—No, soy su heredero, el próximo al trono.

Relajo mis brazos, mi mano roza de forma leve la empuñadura de mi espada y sus ojos siguen el movimiento, sin poder ocultar el leve pánico. Enarco una ceja ante la evidencia de que su actitud confiada no es más que una mera fachada. Esta asustado. ¿Qué le hizo creer a esta rata que presentarse así era una buena idea?

—Le recomiendo no jugar con mi tiempo y dejar en claro sus intenciones antes de que sea demasiado tarde.

Mantiene la sonrisa, pero ya delató su patético teatro.

—No deseo colmar su paciencia.

—Y sin embargo se presenta de esta forma—sonrío—. ¿De qué otra manera puedo tomarlo si no es como una amenaza? ¿Sabe el rey de esta osadía? Porque de ser así, no tengo más opción que tomarlo como una ofensa de su parte también.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora