Capítulo 28

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Atheus.

La tinta sobre el pergamino se torna ligeramente borrosa, enviando una punzada aguda a mi cabeza ante la incapacidad de identificar la ira o el cansancio por los problemas que siguen produciéndose. Levanto la vista hacia Luca, pero antes de que pueda formular una palabra, los gorgoteos de la cosa al otro lado del cuarto en brazos de Noel me recuerdan que no estamos solos. Después de los primeros días, mudé mi oficina a los aposentos de Leiren para poder supervisar sus avances o desmejoras de cerca. No quería perderme nada desde que su sangrado se detuvo y los médicos afirmaron que el riesgo de infección había disminuido en gran medida. Debería despertar en sus plenos sentidos,pronto, me prometieron pese a sus fiebres altas y ataques respiratorios.

Así que hago lo único que puedo, esperar ese momento con ansias.

—Entonces, ¿qué debería hacer? —el ahora marqués vuelve a llamar mi atención.

Me obligo a concentrarme en el trabajo y aparto la vista de Leiren, cabeceando hacia la puerta para que me siga en silencio. Cuando cierra tras su espalda, derrama sin tapujos sus inquietudes.

—No es la primera vez que devuelven la misiva, pero sí es la primera vez que envían una respuesta como esta—señala el papel en mis manos con urgencia.

—¿Cuándo enviaron la documentación de la niña? —indago.

—El tercer día de su nacimiento, cuando los expertos dijeron que estaba lo suficientemente sana para garantizar que viviría y el príncipe la nombró—hace memoria, arrugando las cejas—. No respondieron de inmediato, así que reenviamos los documentos ante la remota posibilidad de que, de alguna forma, el primero se hubiera extraviado. Se repitió varias veces hasta que regresaron esto.

Releo las líneas una vez más, por una parte, podría ser tomado por una inocente felicitación por el nacimiento de la princesa, por el otro, un insulto hacia mi voluntad y el inicio de otra guerra fría.

—Me comunicaré yo mismo con el sacerdote Talen—decido, aún pensativo sobre el curso de acción por tomar—. Sigue con el resto de los encargos. ¿Encontraste a una nodriza adecuada?

—Aún sigo buscando.

—Te lo encargué hace una semana—reprendo.

—Bueno, es difícil que una mujer de buena familia acepte y no se sienta amenazada al ser rodeada por caballeros que la apuntan con sus armas—protesta irritado—. ¿Es necesario que la guardia real participe? Asustan a las solicitantes.

—Están a cargo de la seguridad de la niña, por supuesto que deben estar presentes—replico como si fuera algo obvio—. ¿Qué seguridad tengo yo de que alguna de ellas no sacara una daga e intentara rebanarla?

—Que sería un suicidio asegurado—argumenta—. Y que no hay otros posibles herederos. Nadie la dañara mientras la legitimidad del príncipe Noel siga siendo cuestionada.

—No correré riesgos innecesarios—me limito a decir, siendo plenamente consciente de que las manos traidoras pueden aparecer de los lugares menos esperados—. Ahora muévete, examinaré yo mismo a las solicitantes.

Enarca una ceja, asintiendo y me guía hacia la sala donde se desarrolla la selección.

—Esa podría ser una buena idea en realidad. Querrán dar una buena imagen y no huirán despavoridas si desean impresionar a su rey...

Apenas los escucho cuando ingresamos a la sala donde se encuentran cuatro mujeres siendo interrogadas por el ama de llamas de más antigüedad en el castillo. Noto el momento exacto en el que palidece e inclinan sus cabezas.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora