Capítulo 12

6.7K 646 227
                                    



Leiren.

Dormito entre horas sin tener mucha noción del tiempo y sin obtener gran descanso. El apartado donde el primer príncipe me dejó es modesto, pero adecuado para ser un sitio de descanso. Aún así me resulta imposible relajarme con la incógnita constante de lo que sucederá una vez que Atheus sea liberado, si es que eso pasa para empezar. Los guardias afuera tampoco responden mis preguntas y ni hablar de las criadas que traen mi comida, ni siquiera me miran a los ojos y abandonan el cuarto tan pronto como cumplen su cometido.

No tengo en claro cuánto tiempo pasa hasta que alguien además de los empleados ingresa. Parpadeo aturdida hacia la figura del príncipe Dairus, está acompañado de dos hombres con uniformes militares que son distintos a los de los otros que he visto.

—¿Alteza? —me pongo de pie rápido—. ¿Qué sucede?

—Acompáñeme—dice—. La negociación entre nuestros reinos ha finalizado y su futuro ya se ha decidido.

—¿Qué pasará?

—Será regresada.

—¿Y Atheus?

—Acompáñeme y lo verá usted misma.

No lo pienso ni por un segundo. Me cambio rápido y salgo siguiendo sus pasos hasta un carruaje cerrado que nos espera a las afueras del palacio. Solo subimos nosotros y él no me dirige la palabra en ningún momento del trayecto. Cuando nos detenemos, mi pulso se acelera al percibir el particular aroma del mar. Estamos cerca del puerto. Una vez que bajamos, siento un tirón de miedo al ver la cantidad innumerable de soldados que rodean el perímetro. No veo trabajadores ni civiles, es como si el lugar hubiera sido desalojado. Solo veo una única embarcación sobre el agua y frente a esta, a medida que avanzamos, visualizo la distinguible figura de Atheus rodeado por hombres con el símbolo de Rybelius.

«Tiene que significar algo bueno» Intento darme esperanzas. Quiero leer su expresión, pero me resulta imposible incluso cuando no rompemos el contacto visual a medida que nos acercamos. Luce perfectamente impasible y distante. Es un enigma para mí. Una vez frente a frente, reparo en su desastroso estado, aún tiene el labio partido y leves rastros de moretones por la cara, también una venda gruesa que rodea la parte inferior de su cuello y se pierde por debajo de su ropa. Reprimo una mueca. Por supuesto que aprovecharon la oportunidad para hacerle más daño.

—Su majestad.

Para mi sorpresa, Dairus lo reconoce por su título y cabecea respetuosamente hacia él antes de hacer un ademán en mi dirección. Los acompañantes del príncipe me dan un empujoncito hacia adelante, el rostro de Atheus se endurece y sus ojos me evalúan para después asentir.

—El rey ha firmado la autorización para que pueda embarcar de inmediato.

—Adelante entonces.

Frunzo el ceño, tratando de atar cabos por mi propia cuenta. No me dan mucho tiempo para ello cuando Atheus tiende su mano hacia mí, en una exigencia silenciosa. ¿Será así de sencillo? ¿Qué demonios acordó con el rey de Galileo para que, después de todo ese escándalo, nos dejé ir sin más? No me da confianza, pero tampoco es como si pudiera cuestionarlo ahora mismo. Todos ya están listos para partir y me queda perfectamente claro que no me están preguntando.

—Vámonos—ordena.

Respiro profundo, tratando de ahogar la oleada de rabia que me azota. No quiero ir con él, no deseo tomar su mano y detesto que todo se haya dado de esta forma porque aún en contra de lo que pienso, no tengo otra opción más que seguirlo.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora