Capítulo 8

7.8K 623 270
                                    



Leiren.

Los mareos se hacen presentes durante todo el transcurso del viaje en carruaje, no sé si culpar al embarazo o a la angustia que persiste en mi pecho tras abandonar el pueblo. Yimel no se tomó bien mi decisión de partir y formó una gran escena donde, por primera vez, lo vi preocupado y superado por lo que él considera abandono de parte de nuestra familia. Le prometí al menos una docena de veces que volvería y mantendría el contacto por medio de cartas, incluso le dejé una buena parte de dinero para brindarle un poco más de tranquilidad, pero ni siquiera eso borró ese miedo en sus ojos al despedirme, el mismo que ahora está grabado en mi cabeza con remordimiento.

— ¿Te sientes bien? Te noto pálida.

La voz de Nik me trae de regreso a la realidad.

—No te preocupes—fuerzo una sonrisa.

— ¿Es por el chico que dejaste atrás?

—Solo son náuseas—evito el tema, sin querer profundizar—. ¿Llegaremos pronto?

—De hecho, falta...—el carruaje se detiene—Nada.

Tomo una respiración profunda al mirar por la ventana, estamos a las afueras del palacio y la posibilidad de que Nik me haya mentido acerca de su linaje son nulas. Siento las piernas temblorosas cuando nos adentramos a la construcción, los guardias permanecen firmemente inertes, sin reverenciarse, pero tampoco nos cierran el paso.

— ¿A dónde iremos ahora? —murmuro por lo bajo.

—Mis aposentos—contesta, guiando el camino—. Tengo algunas cosas que hacer después de tantos días afuera, puedes descansar mientras tanto. Además, debo poner en orden las cosas con tu llegada antes de que alguien alerte de mis movimientos, sería genial si pudiéramos evitar que mi familia te viera en ese...

— ¿Janik? —una voz gruesa y profunda resuena desde atrás.

Me pongo rígida como reflejo, pero sé que mis alertas de peligro no están erradas cuando veo a Janik palidecer.

—Padre.

Mierda.

Volteamos en sincronía, encontrando la figura alta e imponente de un hombre en edad avanzada acercándose a nosotros. El rey. Su expresión severa y avejentada enfoca a Nik, haciendo caso omiso de mí. No puedo estar más agradecida por ello.

— ¿A dónde crees que vas? —espeta, con ira contenida—. Dejé muy claro que te quería en mi oficina en cuanto pusieras un pie en el palacio.

—Es que surgió un improvisto, me presentaré en su oficina en cuanto terminé con...

Las palabras quedan colgando en el aire y la atención se enfoca inevitablemente en mí. Muy inteligente, Nik.

— ¿Quién es? —El rey frunce el ceño—. No conozco su rostro.

Me apresuro en ofrecer una reverencia respetuosa.

—Es una criada nueva, padre—a pesar del nerviosismo inicial, el Janik se las arregla para sonar tranquilo.

Su padre enarca una ceja escéptico.

— ¿Y desde cuándo tú le das recorridos a la servidumbre?

—Se lo explicaré luego.

Intenta evadirlo, sin mucho éxito. El rey lo ignora y me mira en detalle, dejándome nerviosa al no poder interpretarlo.

—Estoy seguro de que no te he visto antes, pero tu rostro me resulta familiar—admite al fin, pensativo.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora