Capítulo 19

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Leiren.

Mi mente somnolienta se pierde fácilmente en la sensación de su cuerpo sobre mí. Aparta algunos mechones de mi rostro, haciéndome ser más consciente de su cercanía y la necesidad de ella cuando amaga con levantarse. Sujeto su muñeca, frunciendo el ceño por la pérdida de calor.

—Quédate—repito, molesta cuando hace todo lo contrario a lo que pido.

Los sueños donde este hombre se presenta como un espectro fugaz que alborota mis descansos se han convertido en una tortura frecuente, una que casi he comenzado a esperar. Es bueno en lo que dura, pero la soledad de despertar sin nada más que mis frustraciones hace que ahora solo desee aferrarme a la calidez de sus manos.

—No sabes lo que me estás pidiendo.

—Por favor.

Se queda quieto y por un segundo me pregunto qué es distinto a otras ocasiones, pero rápidamente silencia cualquier interrogante al volverse, medio inclinándose sobre mí. Rodeo sus hombros con una sonrisa cansada y me sumerjo en su aroma, sintiendo como se tensa entre mis brazos.

—Leiren...

—Shh—frunzo el ceño, por lo usual no habla tanto en mis fantasías—. Solo cállate y bésame, ¿sí?

Odio la duda en sus ojos. ¿Tiene que molestarme hasta en mis sueños?

—Bésame—le exijo, un poco indignada de tener que tomar la iniciativa al sujetar su rostro.

Por un instante creo ver un destello de dolor en su expresión, pero rápidamente se borra cuando toma mi mentón con suavidad y elimina cualquiera de mis dudas. Suelta un suspiro tembloroso contra mí, dejándome dar el siguiente paso. Acorto la distancia para capturar sus labios y cierro los ojos, sumergiéndome en la dulzura del beso y el dolor del recuerdo. Lo extraño demasiado, hasta un punto enloquecedor. Su peso se hunde en el colchón aunque coloca sus ante brazos para no lastimarme. No me importa, solo quiero sentirlo. Tiro de los botones de su camisa, acaricio con lentitud su labio inferior, buscando el acceso que me permite de inmediato después de soltar un quejido lleno de satisfacción. Nos enfrascamos en una lucha de caricias ansiosas y besos profundos que aumentan la temperatura en la habitación.

Sonrío cuando nos separamos, buscando aire agitados. Sus manos se detienen en mis caderas, subiendo por mi cintura y deteniéndose en mis pechos, tocándome por encima de la tela. La emoción me llena y soy yo quien abre los primeros botones, deseando estar expuesta ante él. Incluso en medo del calor y la penumbra que nos rodea, soy capaz de distinguir el amor en sus ojos cuando vuelve a acercarse, besando mis labios, bajando por mi cuello, lamiendo y mordiendo hasta arrancarme quejidos.

—Atheus—mi voz sale entre cortada, sincronizada con su propia respiración errática.

Me empuja al centro de la cama sin previo aviso, y aunque no vuelve a mis labios, estoy más que feliz al sentir su lengua sobre mis pechos, otorgándome un trato perverso y despiadado que me hace arquearme. Ahogo sin éxito mis gemidos contra mi puño. Se siente tan bien. Tan real. Es casi como si... como si...

Tengo un golpe de claridad cuando separa mis piernas, ubicándose entre medio de ellas y levantando mi camisón. La aspereza de sus manos, la dureza de su miembro al apoyarlo contra mi intimidad, simulando embestidas que me dejan perdida y sumergida en intenso placer... no puede ser un sueño, no lo es. Parece obvio, pero solo puedo notarlo hasta ahora.

Por supuesto que es real, no me queda ninguna duda cuando se cierne sobre mí, con sus ojos azules cobrando un brillo casi primitivo al contemplarme como si fuera a devorarme.

Y seguro que lo hará. Cualquier pensamiento racional muere en el instante en el que acaricia mis pliegues, abriéndome, y su cabeza se pierde entre mis piernas, dejándome sin otra alternativa más que aferrarme a sus hebras oscuras cuando su lengua me hace echar la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos con fuerzas y ahogando otra ronda de gemidos contra mi puño libre.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora