Capítulo 9

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Atheus.

Los días abordo pasan como una secuencia confusa, frenética y tortuosa. La ansiedad consume mis pensamientos y el agotamiento está arraigado a mis huesos. La espera por volver a tenerla en mis brazos está consumiéndome y no sé cuánto más pueda soportar sin ella. La necesito hasta un punto insano, donde ocupa cada lugar de mis pensamientos y deseos. Nunca imaginé que sería reducido a un estado tan patético, donde todo lo demás a lo que había dedicado mi vida pasaría a un segundo plano. Pero así es, la corona, el trono, mi imagen, nada de eso importa cuando, cuatro días después de partir, el barco hace su arribada en el puerto de Galileo.

—Nuestra llegada ha sido alertada, majestad.

Parpadeo sintiendo mis retinas secas y asiento hacia el sirviente que se me acerca. Estoy mareado, se lo atribuyo a no recordar haber consumido nada desde que desperté. Estoy débil y disperso, demasiado emocionado para centrarme debidamente. No puedo esperar para verla, y ciertamente, no pienso postergar mis planes a causa del protocolo del reino.

Al igual que los muchos otros lugares que se encargaron de marginarnos, Galileo no escapa del común método que implemente con informantes ocultos. Se acercarán a mí en cuanto sea posible, el problema aquí es librarme de los soldados.

Al bajar, me enfoco en las miradas hostiles de los hombres que me reciben al pisar tierra firme.

—Rey Rybelius—recibo una reverencia de cualquier forma, aunque eso no quita la sutil inclinación hacia sus armas—. Disculpe mi atrevimiento, pero no se ha hecho un aviso formal previo a su llegada y esto rompe todo protocolo.

Uno de los míos se acerca con el papel necesario mientras yo desvío la mirada hacia la izquierda, detallando la salida.

—Tengo un permiso de comercio que permite mi ingreso al país.

—No mantenemos acuerdos comerciales con su reino.

—No—acepto—. Por eso vengo en representación de Dular, un voto de confianza a nuestra reciente alianza.

Sus expresiones se vuelven tensas frente a mi sonrisa.

—Lamento decírselo, pero no es suficiente—niega—. Tendrá que ser retenido en lo que nuestros superiores deciden qué hacer con usted...

Su estúpida palabrería se ve interrumpida con el sonido de una trompeta, el círculo a mi alrededor se dispersa cuando un grupo de caballeros se abren el paso con caballos. Estrecho los ojos cuando el caballero que encabeza el grupo baja y se inclina sobre una rodilla. La insignia que lleva demuestra un rango superior que el de los primeros soldados.

— ¿Quiénes son? —demando autoritario.

Mi tono no parece caer bien, pero de todas formas responden.

—Pertenecen a la guardia real, aunque no deberían estar aquí sin un...

Quien se encuentra en el suelo lo interrumpe con severidad y se endereza.

—Su alteza, el tercer príncipe, nos ha enviado a escoltarlo, majestad.


Leiren.

Me encuentro terminando unos arreglos florales cuando siento un ligero golpe en mi hombro. Al mirar de reojo, visualizo una mota de cabello rubio a punto de invadir mi espacio personal. Resoplo molesta. Que Janik me busque en estos horarios significa que se ha aburrido de sus tareas y viene a estorbar las mías.

— ¿Qué quieres? Estoy ocupada.

Extiende la mano para arrancar algunos pétalos y lo alejo como puedo.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora