Capítulo 20

8K 649 527
                                    



Atheus.

La observo revolverse en la cama, sin lograr conciliar el sueño. Me resultó imposible no seguirla cuando confesó quererme a su lado después de tanto tiempo. Puede que me haya dejado embaucar por la dulzura con la que me abordó, pero no soy idiota, mis sospechas se encuentran más alertas que nunca.

Todo lo comentado por los guardias, sumada la actitud nerviosa de Leiren, me mantienen inquieto.

—¿Vas a acostarte? —pregunta de la nada, sus nervios solo aumentan con el pasar de los minutos.

Entorno la mirada, notando que su impaciencia porque me duerma solo se vuelve más obvia. Si desea que baje la guardia, no está bien encaminada.

—Duérmete primero—musito, reclinándome en la silla desde el escritorio.

—¿Para qué viniste entonces? —me frunce el ceño.

—Tú me lo pediste.

—No lo hice para que estuvieras mirándome de forma espeluznante.

—¿Para qué lo hiciste entonces? —interrogo.

Parpadea desconcertada.

—¿A qué te refieres?

—Leiren—intento armarme de paciencia y evitar alzar la voz—. ¿No estás ocultándome algo, verdad?

Traga saliva.

—¿Qué podría ocultarte?

—Es lo que quiero saber.

Yo la adoro, pero no me cegaré a la idea de que es incapaz de mentirme. Sé que no está feliz de estar conmigo y no bajaré la guardia para que intente volver a escapar.

—¿No confías en mí? —reclama indignada.

—No.

—Pues el sentimiento es mutuo—avade, actuando indignada.

Revoleo los ojos cuando me da la espalda y se tapa toda, volviéndose una bolita en la cama. Abandono mi lugar en el escritorio para ir a su lado y abrazarla por detrás, ignorando sus intentos de clavarme el codo. Es una pena que deteste tanto tenerme cerca cuando para mí, son los únicos momentos donde siento que algo de todo esto vale la pena.

—Quieta—ordeno.

—No me toques—se queja—. Estoy molesta ahora.

—No es mi intención hacerte enfadar, solo quiero que lo tengas en claro.

—¿Qué cosa? —voltea, enfrentándome.

Acaricio su mejilla, provocando que arrugue el rostro.

—No dejaré que hagas nada que pueda alejarte de mí.

—¿Por qué insistes en que estoy intentando irme?

—Es mi único temor—admito—. No quiero volver a sentir que lo pierdo todo en tu ausencia.

—Ya estoy aquí.

—Pero no quieres estarlo. Me aterra pensar que te hago infeliz, que podrías volver a irte.

—No lo haré si no me das motivos—murmura.

—Quiero hacer las cosas bien, quiero que vuelvas a quererme.

—Entonces deja de actuar tan paranoico, deja de vigilarme—protesta.

—Es por tu seguridad—me defiendo—. Ahora mismo las cosas en el reino son muy inestables. ¿No quieres cuidar tu embarazo?

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora