Capítulo 18

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Leiren.

Pasan varias horas más hasta que logro convencer a mi abuelo de cooperar en el plan. Aunque no quiere saber ni oír nada relacionado a Janik, termina por entender que la mejor opción para no tener que volver a verlo es, justamente, ayudarme a alejarlo de Atheus, el mayor peligro para el pellejo del príncipe. En verdad lo creo muy capaz de cortarle el cuello si lo descubre y pese a mi esfuerzo por aligerar el ambiente, estoy preocupada. Intento mantener una explicación sencilla para calmar las inquietudes de los dos hombres, pero a juzgar por los semblantes de ambos, no creo estar lográndolo.

—Lo primordial es sacarlo del castillo, la zona más expuesta para él—repito—. Yo no puedo salir sin alertar a medio país, así que esto recae en ti.

—Tampoco puedo salir con total libertad—mi abuelo advierte—. Soy un exiliado, incluso siendo parte de tu familia, el rey debe mantener ciertos reparos conmigo.

Frunzo el ceño, desilusionada.

—¿Dices que es imposible?

—No imposible, pero tampoco sencillo. No puedo salir sin más cuando se me antoje, tendré que pedir un permiso y justificarlo, me tomara algunos días.

—Eso no esta tan mal—me tranquilizo—. Sé de algunas formas de sacar a Janik contigo sin que se den cuenta.

—¿Y luego qué? Tengo que volver en algún momento... ¿Sugieres que lo abandone por ahí?

—¿Qué? —el príncipe se asusta.

—Claro que no—espeto—. Una vez fuera lo mantendremos oculto por un tiempo...

—¿Pero cómo voy a vivir? —insiste Janik horrorizado.

Lo miro mal.

—Si me dejarás terminar—gruño—. Te meteré dentro de un refugio donde ocultarás tu identidad, de la misma forma en la que lo hice yo.

Ambos me miran como si estuviera loca, aunque por distintos motivos.

—Esa es la idea más delirante que he escuchado...

—¡No puedo llevar esa vida de miseria! —interrumpe al abuelo sonando histérico, me recuerda un poco Yimel—. Soy un príncipe. ¿Cómo soportaré algo así?

—Lo hubieras pensado antes de desobedecer a tu padre y poner en peligro la vida de tu familia.

—¡Por tu culpa del traidor mentiroso de tu marido!

—¿Qué culpa tengo yo de que este loco? —me indigno—. Te advirtieron que no te metieras con él y no hiciste caso, fue tu culpa.

—Ya cállense los dos—espeta el abuelo harto—. Sigue hablando, Leiren. ¿Qué pasará después? ¿Quedará de mendigo toda su vida?

—No—resoplo—. Es imposible enviarlo de Rybelius a Galileo, o de Rybelius a Burjat, así que pensé que dada la reciente alianza, Dular sería una buena opción. Es neutral en cuanto a conflictos y te permitiría, después de un tiempo, volver a tu país sin alertar a nadie.

Janik agita la cabeza.

—Espera, espera... ¿Cómo soluciona eso mi problema? Incluso si vuelvo mi padre querrá cortármela en cuanto vuelva.

—Bueno, no puedo solucionarte la vida—enfrento ya enfadada.

—¡Leiren! —protesta.

—Mira, una vez que estés en tu hogar tendrás más posibilidades de dar con tu hermano, él te protegerá, dijo que lo haría antes de que escaparas, ¿no?

Asiente, no muy seguro. Antes de que puedan hacer otra acotación, unos golpes en la puerta nos dejan congelados.

—Majestad, el rey solicita su presencia con urgencia.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora