Capítulo 16

6.4K 673 158
                                    

Atheus.

La ilusión de volver a probar sus labios se hace añicos cuando se aleja en dirección contraria, a brazos de otro hombre en compañía de un niño. El conde Valeus y su cría. La molestia aparece no solo por su intromisión, sino también por el hecho de que se muestre tan feliz de verlo cuando a mí me recibió a los golpes.

—¡Ha pasado tanto tiempo! —balbucea emocionada, sin soltarlo—. Lo extrañé muchísimo.

Él no se muestra sorprendido por su estado y le devuelve el abrazo de inmediato. Me hace enfadar más, pero es cierto que fui yo quien lo puso al mando de uno de los grupos de búsqueda al principio de su desaparición, y a su vez, fue uno de los pocos a los que le fue informada la verdad completa del embarazo.

—Estaba preocupado por usted, todo sucedió tan rápido—agita la cabeza, abrumado—. Pero me alegra que se encuentre bien, se ve tan... embarazada, y hermosa, por supuesto—arregla veloz—. ¿Cómo se está sintiendo? Debe ser difícil. ¿De cuántos meses está?

—Es información confidencial—contesto por ella, acercándome—. ¿Y qué hacen rondando el castillo?

—Majestad, es bueno verlo también—se reverencia, con una sonrisa animada—. Respecto a su pregunta, he sido citado por el consejero real a una reunión dentro de unas horas, aproveché para traer otros documentos relacionados con la exportación a Linsen.

Mierda. Debería haberle informado ya de esto a Leiren, pero me distrajo.

—Siga su camino entonces, no debería correr riesgos.

—Si no está apresurado puede detenerse a saludar—protesta Leiren.

—Comprendo las medidas de precaución y me disculpo si fui imprudente, solo estaba sorprendido—afirma el conde—. Y alegre de verla también.

Amaga con volver a tocarla, pero me interpongo.

—No puede acercarse tanto, es peligroso para el embarazo.

Su sonrisa de idiota no se borra mientras Leiren me pellizca la espalda.

—He cumplido con las medidas de aislamiento, señor. La reina no corre riesgos conmigo.

—No me consta, así que aléjate.

—Atheus, basta—me recrimina Leiren.

—Está bien, es normal que quieran ser protectores—se ríe—. También fui un poco paranoico antes de ser padre.

Baja la mirada al niño que se esconde detrás de sus piernas y Leiren le sonríe.

—Oh, Dios. Está tan alto—ella se agacha a su altura, despeinándole el cabello. Al mocoso parece gustarle, pero a mí me mira con miedo—. ¿Cómo has estado, cariño?

—He estado bien, majestad—responde en tono bajo, mirando hacia el suelo.

—Es muy tímido, además de que el rey suele asustar a los niños—explica Valeus.

Me cruzo de brazos, frunciendo aún más el ceño.

—Espera un minuto—me doy cuenta—. ¿Cuándo conociste a su hijo?

Me ignoran.

—Ojalá mi bebé sea tan lindo como él—murmura Leiren.

Abro la boca indignado. Es casi como decir que quiere que la cosa se parezca a Valeus, lo que a su vez es igual a decir que le gustaría tener descendencia con él. No puedo tolerar una falta de respeto así.

—Me halaga, y hablando de eso, me gustaría que me permitiera darle algunos regalos—propone—. Si mi memoria no falla, sé de algunos trucos que me habrían sido útiles cuando este pequeño aún era un bebé.

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora