Capítulo 6

8.1K 697 232
                                    


Leiren.

Termino de agrupar los billetes, finalizando mis cuentas. He intentado organizar el presupuesto de los próximos meses con los futuros gastos, y aunque quise averiguar de algún doctor capaz de hacerme un chequeo, me llevé la gran decepción de que no hay ninguno en el pueblo. El sacerdote dijo que lo máximo que podría encontrar aquí serían matronas mayores con experiencia, pero no me brinda tranquilidad.

Según mis cálculos mentales, aunque no tengo demasiada certeza, debo estar en mi cuarto mes.

Miro mi reflejo en el desgastado espejo, no se nota con los vestidos sueltos que conseguí en Galileo, pero si ajusto la tela en mi cintura, puedo notar el comienzo abultado de mi vientre. Me encuentro sonriendo tontamente mientras acaricio la pequeña forma redonda. Comenzaba a preocuparme por no tener avances, pero todo ha marchado bien: mi apetito regresó sin las náuseas desde que dejamos el mar y he recuperado el peso perdido durante el último tiempo. Son signos buenos, incluso si no tengo la tranquilidad de que sea un médico quien me lo diga.

Me exalto asustada cuando escucho algo romperse desde la sala. Salgo del cuarto tomando una vela del escritorio para encontrarme con una escena que me deja descolocada.

— ¿Qué está pasando? —murmuro confundida.

Yimel está en el suelo sosteniéndose la frente y Karia de pie, apuntándolo con un palo de escoba.

— ¡Me golpeó! ¡Esa indigente me golpeó! —señala mi hermano furioso.

— ¡Tú eres el indigente! —acusa ella—. ¡Señorita Ellea, es el loco del pueblo que hace changas en el templo! ¡Seguro que quiere robarnos!

— ¿¡Qué podría robarte, maldita pobre!? ¡Como si pudiera tomar algo de esta pocilga!

Karia levanta el palo de nuevo y está vez interfiero. Olvidé avisarles que Yimel vendría.

—Alto ahí. Basta de gritos—me tomo la frente con cansancio—. Yo lo invité a venir, no está entrando a robar.

Ella parece no dar crédito.

— ¿Por qué?

No quiero decirle que estamos emparentados, se vería raro con mi historia inicial.

—Porque es... un pobre chico que necesita ayuda—levanto una mano deteniendo la ráfaga de indagación que muy probablemente disparara Yimel—. Y está bien ayudar a los más desafortunados.

Karia se acerca a mí.

— ¿Pero lo dejará rondar por ahí sin más? ¿No es peligroso?

—No te preocupes por eso, me aseguraré de que no cause problemas—doy palmaditas en su hombro—. Vuelve a la cama, Kay debe haberse asustado con el alboroto.

No parece convencida, pero tampoco es que pueda oponerse mucho. Asiente dudosa y se retira clavando una mirada amenazante en Yimel, advirtiéndome antes que ante cualquier altercado, grite para que vengan a ayudarme.

—Esto es lo que pasa cuando convives con unos cualquieras—Yimel se arregla la ropa, sonando en extremo molesto.

Pongo los ojos en blanco.

—Esto es lo que pasa cuando no golpeas la puerta y entras como un idiota.

—Sí golpeé, pero nadie atendió.

—Lo que sea. Vamos, dormirás en mi cuarto hoy.

— ¿Tan pocas habitaciones hay? —Suena desilusionado—. ¿Segura de que no podemos echar a los huérfanos?

La redención del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora