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1832 Paris, Francia

El ambiente se siente tenso, los rumores de una insurrección se han empezado a expandir por todo Paris y un pequeño grupo de estudiantes de Derecho de la Sorbona se ha reunido en una mesa alejada y solitaria de una taberna del centro.

Se hacen llamar "Los amigos del ABC" son 6 jóvenes entusiastas, bastante atractivos y carismáticos.

Están en una acalorada conversación dirigida por el líder del grupo Enjorlas, un joven de apenas 22 años, de clase media baja que pudo acceder a la educación gracias a la ayuda de un buen amigo de su padre y que no tiene otra cosa en mente que no sea liberar al pueblo del yugo de un rey que goza de todos los privilegios a costa de la pobreza del pueblo; desde hace años atrás las cosechas habían estado malas lo que ocasionó falta de alimentos y el aumento en el costo de vida.
No se había visto tal pobreza hasta ese momento, las calles estaban llenas de personas suplicando por un penique, buscando entre las sobras de comida, enfermos tirados en los callejones e incluso algunos cuerpos abandonados por familiares que no podían costear un funeral.

—Esto debe terminar—se escucha a Enjorlas decir con rabia a sus amigos —Quiero ser un ciudadano de la república— golpea su mano en la mesa de madera sobresaltando a sus compañeros que lo escuchan un poco ebrios ya —no un súbdito de un rey o un emperador—
Courfeyrac se pone de pie respaldando lo que su compañero dice —Yo digo: abajo con todas las naciones— golpea rítmicamente la mesa y todos chocan sus tazas con licor.

Marius Pontmercy no está del todo convencido, cree que Napoleón es un gran líder, al contrario de Enjolras que asegura el libertador de la patria se ha convertido en un dictador igual a los demás.
Marius viene de una familia adinerada, su abuelo está a favor del rey y tiene un desprecio desmedido por los revolucionarios, los llama traidores a pesar de que el padre de su propio nieto Marius lucho bajo el mando del propio Napoleón, razón suficiente para desterrarlo de la familia y negarle el derecho de ver a su hijo crecer, así el joven Pontmercy creció bajo las ordenes e ideas de su abuelo. Hasta el día que descubrió el heroico acto de su padre, no pudo perdonar la maldad de su abuelo y abandonó la hacienda en la que vivió cómodo hasta ese momento.
Aún tiene mucho que aprender sobre la clase trabajadora y aceptar los privilegios en lo que creció, lo suficiente para que Enjorlas tenga acalorados debates con él.

No existe otra cosa en mente que mantenga interesado a Enjorlas que no sean los planes y barricadas.
Ha contactado compañeros de otras ciudades y grupos de choque para estar informado de todo lo que pasa en las grandes esferas de la clase alta.

Su vida se resume en el estudio, la insurrección y ocasionalmente la taberna donde pasa el tiempo con sus amigos.
Es el hijo único de una familia amorosa y unida, su madre es una mujer dedicada a cuidar de sus caballeros como ella gusta nombrarlos, su padre ha tenido suerte al encontrarse en el lugar preciso en el momento perfecto.
En un golpe de suerte para él pudo salvar la vida de un gran caballero que quedó por siempre agradecido y en recompensa ha prometido pagar la escuela de Enjolras y mantener un trabajo medianamente remunerado para su padre en la fábrica de cerveza de su familia.
Eso ha ayudado bastante a aliviar los problemas económicos por los que sufrieron desde que Enjorlas nació.
No fue si no hasta los 18 años que conoció la vida sin problemas, con comida fresca en la mesa cada día y prendas a la medida para usar.

En su infancia solía pasear por las calles haciendo trabajos pequeños para recibir unos cuantos peniques y así ayudar a su madre a llevar una hogaza de pan para la cena. Eso lo hacía sentir útil e importante, aún que varias veces sus padres le recalcaban que su único deber sería ir a la escuela para aprender y en un futuro llegara a ser por lo menos un hombre importante en la comunidad.

Era un niño tranquilo, pero tenía dentro de si la necesidad de defender y respaldar a los demás.
Siempre fue el protector y líder del grupo, llegó a pelear una que otra vez con los niños más grandes del barrio cuando molestaban a los pequeños, se metía en problemas solo cuando era necesario.

A causa de todos los años que vivió de cerca la pobreza y los retos que sus padres tenían que atravesar día con día sentía una justificada rabia hacia toda la sociedad burguesa que se regodeaba en sus carruajes, paseaba por los jardines con vestidos caros y hacia incontables fiestas llenas de alimento, bebida y excesos.

El primer día en la Sorbona fue difícil, por primera vez estaba rodeado de todos esos niños ricos que vivían en una burbuja.
Podía observarlos de cerca, escuchar sus pláticas superficiales y los pensamientos tan básicos y antiguos que sus cabezas se esforzaban por entender.
No hacían más que presumir sus fiestas ostentosas, los trabajos que les darían sus padres al terminar y las bellas mujeres que ya habían sido apartadas para ellos como esposas.

Mujeres...era el tema habitual entre los salones, quién era más bonita, quién tenía la familia más adinerada, por cuál darían la dote más grande.
Hablaban de ellas como si se tratase de objetos esperando por ellos.

Enjorlas no tenía ningún tipo de interés en casarse, mucho menos en cortejar a una mujer, había cosas más importantes en el mundo que un par de piernas y pechos redondos.

Los 4 años de estudio fueron una tortura que pudo sobrevivir gracias a sus compañeros de la ABC, tenían gustos y pensamientos a fines, aún que ellos definitivamente estaban interesados en las mujeres.
No lograban entender el rechazo que recibían de Enjolras cada vez que iban al salón entre los callejones, ese que estaba escondido al final de la calle, donde podías tomar, bailar y divertirte con algunas chicas que necesitaban dinero.

Grantaire ha tomado bastante esta noche, es su costumbre vivir entre alcohol no le ha sorprendido a ninguno de los jóvenes verlo desparramado dormir en su asiento.

Courfeyrac se para de su asiento tambaleante —Necesito algo de diversión femenina— las palabras son arrastradas por el efecto del alcohol —¡Vamos levántate gordo!— le grita a Grantaire para despertarlo.
—Yo debo irme— se justifica Marius —casi es la hora de encontrarme con mi preciosa Cosette— Hace un par de días se vieron por primera vez en los jardines centrales, quedó flechado desde ese momento y no deja de hablar de ella, sus amigos se divierten burlándose de él.
Se ven a escondidas todos los días al anochecer, el padre de Cosette no está muy contento con la idea de que su hija ha crecido y los hombres empezarán a tocar a su puerta.

—Tu te lo pierdes, la noche aún continúa y nosotros nos divertiremos ¿No es así Enjorlas?— le pregunta Courfeyrac con unos golpes en el pecho para llamar su atención.
—No cuenten conmigo para eso— está bastante serio —tengo una reunión importante con un informante, parece que amigos cercanos al rey harán un baile de inicio de año, debo saber los pormenores para infiltrarme y sacar información— toma el saco gris que estaba detrás de él y se marcha sin mirar atrás.

Courfeyrac, Marius y un ebrio Grantaire se ven confundidos al verlo desaparecer sin decir adiós.

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Hasta la muerte- Enjolras (Joseph Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora