XI

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El momento ha llegado, son las 8:15 PM y Enjolras se dispone a salir de casa con ayuda de Sauvage.
Su madre lo detiene en la puerta apresurada.

—¿A dónde vas? Es casi hora de la cena hijo—

—Solo iré a dar un paseo con Sauvage mamá, prometo no tardar— trata de safarse para llegar a tiempo con Fabron.

—Es tarde y he escuchado rumores de que varios jovencitos están desapareciendo de las calles— Clémence está preocupada por la seguridad de Enjolras.

—Estaré bien mamá, solo iré al bosque un momento. No pasará nada — se despide con un beso en la frente y desaparece por la puerta.

Lo que más le duele a Enjolras es mentirle a su madre, no está seguro si volverá, si el plan saldrá bien o si todo será un desastre, lo peor que podría pasar es ser descubiertos en la mansión y si no son castigados por allanamiento, serán condenados por ser parte de la insurrección y cualquiera de las dos opciones significaría no volver a ver a su familia.

Ensilla a Sauvage y se apresura a atravesar el bosque para no llamar la atención de nadie, sabe que están vigilados y prefiere no arriesgarse a tomar la ciudad.
Tiene 15 minutos para llegar al encuentro con Fabron y el camino por el bosque es más largo.
Así que va a toda velocidad atravesando los senderos y esquivando árboles. La escena le recuerda a la segunda vez que vió a Bernardette.
Ni siquiera tenía en mente que volverá a su casa, que su padre está implicado en todo el asunto y sobre todo que tan solo de pensar en volver a estar en los jardines donde la vió por primera vez le causa mariposas en el estómago.
Por un momento tuvo la esperanza de toparsela de nuevo.
—No seas estúpido Enjolras, nadie estará en el lugar y es seguro que te echaría a los guardias solo de verte.
¿Por qué carajos sigo pensando en ella?

Está llegando al lugar acordado y puede ver a lo lejos a Fabron en un caballo negro.
Ambos se dirigen a la dirección sin cruzar una sola palabra, van distanciados algunos metros para no llamar la atención y después de unos minutos, cuando están más cerca del lugar Enjolras se adentra entre los árboles.

— ¿Que haces?— Lo ha alcanzado Fabron

—¿No piensas que vamos a ir anunciando nuestra llegada con los casquillos de los caballos o si?— le responde mientras ata a Sauvage a uno de los árboles —tendremos que caminar desde aquí—

Fabron imita lo que hace Enjolras y ata a su caballo junto al otro.
Toma un bolso y lo cuelga a través de su pecho.

—¿Que llevas ahí?— pregunta Enjolras señalando

—Armas obvio— Contesta Fabron hostil.

—¿Armas, estás loco?— Enjolras está atónito, no pensó que fuera una posibilidad tener que defenderse.

—¿Cómo se supone entonces que nos tengamos que defender?— Fabron es un poco jactancioso —No ibas a venir aquí como si fueras un visitante bienvenido, nadie te va a abrir las puertas con gusto, ten—  le extiende un puñal— por si lo necesitas.

Enjolras lo toma dubitativo y lo guarda en la parte trasera de su pantalón, dónde queda oculto entre su saco.

Después de algunos minutos de caminata llegan a las inmediaciones de la mansión.
Están observando todo al rededor buscando un muro bajo para poder saltar.
Hay guardias robustos vestidos de uniforme a juego, llevan un arma colgando de la espalda y están distribuidos por toda la mansión cuidando cada entrada, hay por lo menos 6 en el jardín principal y 4 en la entrada a la casa.

Han estado observando a través de un espacio por la pared los movimientos y rutas de vigilancia que hacen cada 10 minutos los guardias.
Después de algún tiempo analizando han descubierto que tienen 2 minutos entre un guardia y otro para poder saltar y entrar por la puerta de la cocina sin ser vistos.
Están arriesgando entrar con apuro sin saber si del otro lado de la cocina encuentren a la servidumbre y todo se vaya al carajo.
El momento ha llegado, la ruta de vigilancia ha empezado y los guardias están caminando por todo el jardín.

Hasta la muerte- Enjolras (Joseph Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora