XVI

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Bernardette respira aliviada una vez que han llegado al camino de nuevo con su familia.

Hasta ese momento se ha percatado de que seguía teniendo en su mano izquierda el pañuelo de Enjolras, intenta ocultarlo disimuladamente en el bolsillo pequeño y rosado que cuelga a través de su cuerpo.

-¿Dónde te habías metido niña? Has pasado toda la tarde perdida entre los jardines- reclama su madre -Mathieu y su padre tienen que irse.

- No se preocupe Sra. Montparnasse - responde Mathieu amable - Bernardette y yo podemos reunirnos en otra ocasión si así ella lo desea.

Bernardette le da una sonrisa dura y obligada, presionada con la mirada de su madre detrás de él.

- Fue gratificante pasar esta tarde de sábado con ustedes- se despide amable y toma la mano de Bernardette para de nuevo posar un beso húmedo sobre ella.

Que diferente se siente, Enjolras apenas rozó sus labios con su mano y su cuerpo entero se erizó. En cambio cada vez que Mathieu ha besado esa misma mano, con una intensidad más fuerte, no ha logrado provocar nada más que incomodidad.

Cómo ya es costumbre limpia apresurada la piel con su vestido y ve como se alejan ambos caballeros por el camino del jardín. Su madre no está nada contenta con el desaire de su hija y todo el camino a casa no hace más que reprenderla y reprocharle su poco entusiasmo para con Mathieu y el futuro de su relación.

Bernardette está sumida en sus pensamientos, aún puede sentir los labios de Enjolras en su mano y recuerda lo suaves que se sentían al contacto con sus labios aquella vez, algo está pasando pero no quiere entregarse por completo al sentimiento, tiene miedo, dudas e incertidumbre y hace lo que está acostumbrada con las emociones incomodas: enterrarlas, olvidarlas y fingir que nunca existieron.

-¿Dónde estabas? - pregunta Lorette en voz baja con los reclamos de la madre de fondo.

Bernardette la ve confundida saliendo apenas de su mente.

-No te creo que estabas dando un paseo, te fuiste muy alterada y no has dicho nada en todo el camino - A pesar de las diferencias que pudieran tener, Lorette quiere mucho a su hermana y se preocupa por ella como una pequeña puede interesarse en su modelo a seguir.

- Nada, solo estaba entre los árboles tratando de calmarme y poder seguir fingiendo que estoy feliz con una relación arreglada con el hombre más insípido de la ciudad- Bernardette está con la mirada perdida al frente, desconectada de su alrededor.

- No es insípido, todo el tiempo que no estuviste tuve que entretenerlo para que no corriera a buscarte, fue difícil, no sabía de que hablarle, pero es como un príncipe encantador - está ensoñada recordando a Mathieu

- No es un príncipe ¡Es un soldado! Y quién mata y reprende al pueblo no puede ser alguien encantador - dice subiendo un poco la voz llamando la atención de todos.

Para fortuna de Bernardette el carruaje ha llegado a la mansión y el momento incómodo ha sido interrumpido, ni siquiera está esperando a seguir escuchando las palabras de su madre, tan rápido como puede se dirige a su habitación y cierra la puerta con llave, no quiere arriesgarse a que alguien pueda ver el pañuelo de Enjolras.

Toma asiento en el sillón que está cerca de la cama y con cuidado lo saca de su bolso, sigue manchado con sus lágrimas, pero aún tiene el olor a él, con la yema de su dedo índice está repasando con delicadeza las iniciales bordadas en hilo negro y diseño elegante ¿Quién es Enjolras y que está haciendo conmigo? Piensa.

El sonido repentino de una mano tocando a su puerta la alerta y apresurada esconde el pañuelo en uno de los cajones de su tocador, reacomoda su vestido y se dirige a la puerta.

Hasta la muerte- Enjolras (Joseph Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora