Capítulo XIII

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Peleando a través de la niebla.

No puedo creer que llovió durante todo el verano

Cuando cada día es un huracán, sabes que hay algo mal.

Alvvays


Capítulo XIII

No siento dolor cuando recupero la consciencia. Pero eso no es un alivio, al contrario, me aterroriza; recuerdo de forma muy clara la imagen del tráiler acercándose peligrosamente a nosotros. Tengo memoria de la falta de control que tenía de la camioneta en ese instante y de la cara aterrorizada de Xavier cuando supo que era el fin. Entonces, no tiene sentido que no me duela el cuerpo.

Ahora que lo pienso detenidamente, no siento ninguna extremidad, ni el roce del pijama contra mi piel o la sensación del cabello cubriendo mi cuello. Intento tocarme el rostro, pero sólo consigo inquietarme más al darme cuenta de que no soy nada. Que estoy muerta.

Las manos que solían ser mías han desaparecido. Tampoco tengo unos ojos con los que pueda llorar o una boca con la que gritar para intentar expulsar todo el terror y la tristeza que se arremolinan en mí o al menos en lo que queda de mi ser.

Así que sólo me quedo aquí, pues parece que no hay ningún otro lugar al cual dirigirme. ¿Qué clase de burla es esta? ¿Estoy en el infierno? No veo a Xavier por ningún lado, así que sí, probablemente ahí es donde estoy.

El miedo y la tristeza es lo único que comprendo. Estoy angustiada, abatida, desolada... pero sobre todo, enojada. Sé que esto es injusto. ¡¿Por qué me tenía que pasar a mí?! Claro, no he sido un angelito toda mi vida, pero tampoco una mala persona. No he hecho algo tan vil como para llegar a merecer sufrir este destino por el resto de la eternidad.

Esto parece una pesadilla, es como si me encontrara atrapada en un fragmento de "A puerta cerrada", sólo que aquí, en vez de que el infierno sean los otros, lo terrible está en que sigo existiendo, pero al mismo tiempo ya no soy nada.

Si estoy muerta, entonces quiero morir por completo. Abandonarme a ese descanso eterno que me prometieron desde que era una niña, cuando mi hámster falleció y comprendí que en algún punto toda vida se acaba. Deseo dejar de pensar, entregarme al olvido, desaparecer de todos los planos tal y como lo hizo mi padre, abandonándonos a las tres a nuestra suerte.

Después de todo ¿de qué me sirve estar aquí? Recordando lo que he perdido y lamentándome por lo que nunca pude llegar a hacer.

Pronto comienzo a escuchar rumores a lo lejos, son tantos que apenas logro distinguirlos: "Debes estudiar más o no entrarás al internado", asegura la voz molesta de mi madre. "¡Elena! Déjate de tonterías, ya estás grandecita para andar saliendo a hacer travesuras como si sólo tuvieras cinco años", me llega el recuerdo de un regaño de Rosa, y yo me vuelvo loca intentando hacer que paren. Una y otra vez se repiten las voces y luego llegan nuevas. Ya no quiero escucharlas, ¡estoy harta!

"Por favor, tú y yo qué sabemos sobre el futuro... ¡egoísta! Te interesa más mantener tu ilusión de la amistad eterna que el propio amigo al que le acabas de prometer lealtad por siempre ¡Despierta Elena! Deja de crearle ilusiones". De entre todas, la voz de Christopher se hace escuchar con una enorme fuerza y volumen. Su reclamo se repite una y otra vez, torturándome lentamente. Tonto, incluso cuando ya estoy muerta... se empeña en hacerme reflexionar.

Y es que claro, quizá por eso estoy aquí, seguro que me cerraron las puertas al Cielo por haber roto un compromiso tan importante. Es un castigo por engañar a una persona inocente como Xavier, por lastimarlo.

Atrapada en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora