Capítulo XIX

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Pero ahora algunas conexiones estaban generando confusión.

¿Y por qué? Porque yo ya no sabía lo que quería.

Haruki Murakami


Capítulo XIX

Cuando despierto, lo primero que veo es una densa y tétrica neblina cubriendo todo a mi alrededor. Siento un intenso frío y el cuerpo entumido; mi primer pensamiento es que los intentos de Xavier, Elena y los demás por salvarme, fueron en vano. Tal vez mi cuerpo resultó ser más débil de lo que creía y terminó por matarnos a las dos.

Pero enseguida me doy cuenta de que no es así, lentamente voy recuperando la sensibilidad en mi cuerpo, seguida por los terribles dolores, las arcadas, el miedo...

Después de lo que parece una hora y que el dolor ha desaparecido casi por completo, me atrevo a levantar las manos y dirigirlas a mi rostro, ahora puedo sentir mi nariz y labios. Estoy viva.

Me siento mucho más ligera, como si un enorme peso hubiera sido retirado de mi ser; es entonces cuando lo comprendo: Elena se ha marchado, ahora soy la única dueña de este saco de huesos al que llamo cuerpo.

Lentamente me levanto y camino entre tropezones, buscando ávidamente con la mirada a alguien o algo conocido. Encuentro el auto de Xavier estacionado a unos cuantos pasos de mí, las cuatro ventanillas están abiertas y del interior sale una bella y triste canción que reconozco muy bien:

Suddenly, I'm not half the man I used to be

There's a shadow hanging over me

Oh, yesterday came suddenly.

Why she had to go?

I don't know, she wouldn't say

I said something wrong

Now I long for yesterday.

De pronto las palabras adquieren un nuevo significado para mí. Ya no pretendo saber qué es lo que Paul quería decir cuando escribió aquellos versos; ahora sólo puedo pensar en Xavier, sufriendo la partida de cualquiera de las dos. Dejándolo incompleto por el resto de sus días, como un terrible espectro, condenado a volverse loco por los recuerdos de lo que ocurrió en el pasado.

Xavier. Tengo que encontrarlo, asegurarme de que está bien; abrazarlo hasta conseguir aliviar un poco de la enorme pena que seguro lo consume en este preciso instante. La estúpida neblina no me deja ver prácticamente nada mientras vago por los alrededores sin rumbo fijo, envuelta por el aroma del lugar que es similar al de un día de lluvia. A tierra mojada.

Después de buscarlo durante mucho tiempo, sin resultado aparente, la desesperación comienza a invadirme. Mil ideas llegan a mi cabeza y atraviesan mi ser con una fuerza implacable. ¿Se habrá ido con ella? ¿Me dejó sola en este mundo? ¿Y si no pudo resistir la pena y se decidió por renunciar a la vida?

No, eso no es posible. Él no haría eso. No abandonaría a una a su suerte por permanecer al lado de la otra. Pero entonces, ¿cómo es que dejó que Elena se marchara?

Las dudas son insoportables y al darle tantas vueltas al asunto, me provoqué un terrible dolor de cabeza. Cada segundo que paso sin encontrarlo, sin saber qué es lo que ocurrió, hace que me sienta más de cerca de la locura. Mi cuerpo está extremadamente débil por la experiencia que acaba de vivir, pero el cerebro le indica que tiene que resistir y dar un paso más, que quizá ya falta muy poco para encontrar a Xavier.

Mi garganta arde por llamarlo con tanta fuerza y mis piernas ya no pueden dar más de sí mismas. No sé cuánto tiempo he caminado por los alrededores de la zona del accidente, hasta que me doy cuenta de que todo esto es inútil. Regreso al auto y entro para sentarme por unos momentos en algo que no sea el frío suelo del bosque. Saco mi celular y le marco al que ahora estoy segura, es el amor de mi vida, pero mi frustración sólo aumenta cuando escucho su teléfono sonar a unos centímetros de mí. Perfecto, lo dejó olvidado.

Atrapada en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora