Capítulo I

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Somos nuestra memoria,

somos ese quimérico museo de formas inconstantes,

ese montón de espejos rotos.

Jorge Luis Borges


Capítulo I


Cuando reaccioné tenía los brazos alrededor de mis rodillas y lloraba en el baño de chicas, el que hay junto a la entrada de la biblioteca. "Perfecto, una laguna mental más", pensé mientras me levantaba dispuesta a lavarme la cara para evitar que alguien notara que había derramado lágrimas.

De verdad es una cosa detestable cuando todo el mundo quiere saber qué te ha ocurrido y tú debes responder con un: "no lo recuerdo". La mayoría de las personas piensan que te estás haciendo del rogar, dudo que haya alguien que de verdad me crea cuando les explico que no sé la razón de mi miseria.

Por lo general soy una persona alegre, parlanchina y confianzuda, entonces resulta chocante el hecho de que de pronto me rehúse a responder. Hasta hace unos días cualquiera podría haber asegurado que mi actitud era más bien resuelta. No es complicado ser feliz cuando la llevas tan simple como yo.

No soy adinerada pero tampoco me quejaría de ser pobre. Mi familia no es una de ésas llenas de desgraciados que hacen detestable tu existencia y tampoco voy arrastrando una tragedia. Lo que intento decir, es que soy una adolescente ordinaria a la que apenas valdría la pena poner atención.

O por lo menos eso solía ser, hasta que comenzaron a llegar las lagunas.

Es complicado hablar sobre esto, pero tengo la esperanza de que, quizá, al escribirlo, logre comprender mejor mi situación. Así que aquí estoy, tratando de explicar algo que todavía no logro entender, mientras pretendo que esto tenga sentido. De todos modos no es como si alguien lo fuera a leer.

Empezó hace un par de meses, no lo vi venir. Un día, de la nada, me atacó un terrible dolor de cabeza, no tenía hambre y me sentía huraña, la situación era un poco preocupante porque ni siquiera tenía ganas de sonreír (hay que tomar en cuenta que yo le sonrío a todo el que pasa a mi lado), aun así decidí no darle importancia y retirarme a dormir, para cuando despertara todo estaría mejor. Pero no fue así.

Me recosté, cerré los ojos e intenté forzarme el sueño. De hecho lo estaba consiguiendo, poco a poco mi cerebro se iba apagando, las ideas eran cada vez menos claras en mi cabeza y justo cuando había caído rendida... dejé de respirar.

Abrí los ojos inmediatamente, traté de jalar aire, mi visión se tornó borrosa, y es todo lo que recuerdo.

Recuperé la razón a la 1:00 pm del día siguiente, me encontraba en pijama todavía, pero ya no estaba en mi habitación, sino en la biblioteca del Instituto. Sentía un terrible cansancio y un tremendo dolor, tardé unos minutos en comprender que no podía quedarme ahí, varios estudiantes pasaban a mi alrededor viéndome con ojos extrañados.

Me levanté intentando actuar de forma natural, sabía que sólo estaba a un edificio de los dormitorios, por lo que me dirigí a mi habitación. Desafortunadamente, a medio camino me topé con una profesora, que me miró con expresión horrorizada y me arrastró a servicios médicos mientras gritaba: ¡¿Quién te ha hecho esto?!

Pocos minutos después ya estaba en el consultorio de la escuela. Me detuve frente a un espejo y reprimí un grito al ver que uno de mis ojos estaba morado y que mi rostro estaba manchado de sangre seca.

-¡¿Ha sido tú novio?! ¡Responde! ­-gritó la profesora casi al borde de la histeria, por supuesto que ella no estaba preocupada por mí, lo que la tenía en ese estado era el miedo a una posible demanda, ¿qué clase de internado particular permite que una alumna termine así de golpeada? En este sitio las cosas son así, importa poco el estudiante cuando la reputación de la escuela está en riesgo.

Atrapada en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora