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Alyssa quedó en shock después del beso final de Theo. Todos lo estaban. Pero sólo sirvió para que Alyssa se sintiera peor, pues los días de estadía de Theo, sólo se dignó a ignorarla.
En la casa se hallaban los Morningstar, los Milton, los Holland y Theo, ya que vivía lejos de ahí y su padre le había dado permiso de quedarse unos días.
Un día durante el desayuno, las cosas de inmediato se pusieron tensas.
—¡William! ¿Recuerdas ese día que Jacy y Meg se casaron en el jardín de tu casa?—Dijo la madre de Jace con mucha felicidad, recordando el momento.
Alyssa se puso colorada al igual que el chico de cabello cobrizo.
—Mamá...—Murmuró Jace apenado—¡Teníamos seis y siete años! Éramos muy pequeños, seguro Meg ni se acuerda.
—Claro que me acuerdo—Dijo Alyssa dándole un mordisco a su hotcake—Ese día intentaste besarme.
—¡Es cierto!—Rio William.
—Yo quiero saber más sobre esa historia—Ava tenía una gran sonrisa, la cual contagió a Frannie.
—Sí, igual me gustaría saberla. ¿Has sido la joven Milton todo este tiempo?
A sus adentros, Theodore estaba celoso. Sumamente celoso, sobretodo por la atención que la familia de Alyssa le estaba dando al chico, y más aún cuando veía como Alyssa lo miraba, como ambos compartían miraditas cómplices.
—Es que...—Empezó Jace—Alyssa siempre me gustó. Insistí por días para que se casara conmigo. Eso de ser novios no me apetecía mucho.
—Pero...¿Qué pensabas en ese tiempo que era el matrimonio?—Le preguntó Ava.
—Creía que al estar casado con Aly, pasaríamos el resto de nuestras vidas juntos y felices.
—¡Que tierno!—Exclamó Frannie.
—Hermano, ¿Qué pensaste al respecto?—Le preguntó Alfred a William, que sólo tenía una sonrisita melancólica en sus labios.
—Me reí. Me reí tan fuerte cuando el pequeño Jace pelirrojo llegó a pedir la mano de mi dulce Alyssa. Y me reí aún más cuando Aly le pidió a Stella que le prestara su vestido de bodas...
—Fue una tarde alocada.—Dijo Alyssa a Jace.
Verano del 86
—¡Meg, sé mi novia! ¡Meg, sé mi novia! ¡Meg, sé mi novia!—Un pequeño Jace corría alrededor de Alyssa mientras ella estaba en el piso jugando con sus muñecas al té.
—No.
—¡Por favoooor! ¿Por qué no? ¡Dame sólo un motivo!
