🚬ᴛʜᴇ ᴛʀɪᴘ

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Un agradable frente frío golpeaba la ciudad de Portland, y seis perdedores se tenían el uno al otro para mantener ese ambiente cálido y cómodo que a cualquiera le gusta.

Era el día siguiente a la visita al museo, ahora era turno de ir a ver peces al acuario. Eddie le hablaba a Richie sobre un pez que le había gustado, y este se dedicaba a escuchar pacientemente lo que con emoción le contaba su novio. Eddie adoptó esa increíble velocidad para hablar que aparecía cuando algo lo alteraba de cualquier forma, ya fuese buena o mala, y que de algún modo, Richie había aprendido a comprender a la perfección.

Eddie terminó de hablar con un "¿qué opinas, Rich?" mirándolo con curiosidad, sus ojos encontrando los de Richie, haciendo al pelinegro cuestionarse cómo es que alguien podía tener un color tan bello en ellos, y el modo en que las pupilas de Eddie se agrandaban repentinamente. Esfumó sus propios pensamientos y le dio una respuesta, a la vez que pasaba un brazo por sus hombros y caminaba en dirección al siguiente cuarto.

—¡Eds! mira el azul de allá— señaló una de las peceras en cámara en la que acababan de entrar. Eddie miró a donde apuntaba su dedo, esbozando una sonrisa al instante.

—Ven, acompáñame a preguntar qué especie es— tomó a Richie de la muñeca y los guió a ambos hasta donde estaba uno de los trabajadores.

Unos minutos después Eddie estaba tomando unas fotos con una cámara que Mike le había prestado antes de que partieran, y la ayuda de Stan. Uris le enseñaba a aprovechar los ángulos y la iluminación, después de todo, él llevaba media vida observando y fotografiando aves; tenía algo de experiencia.

—Esa está linda— comentó Richie, regresando a la foto anterior. Estaban sentados en una banca revisando las fotos que Eddie había tomado, con su cabeza recargada sobre el hombro del castaño, quien estaba analizando los detalles de cada foto.

—¿Tú crees? creo que me gusta más la quinta.

—Espera, regrésala— Eddie hizo lo solicitado, y regresó a la quinta foto— Mmh, si. La otra está más borrosa.

Eddie sonrió un poco, aún admirando la fotografía. Stanley estaba en otra parte ahora; sólo tenía a Richie a su costado, cabeceando de sueño, pero manteniendo los ojos abiertos para estar presente cuando él revisara las fotos que había tomado.

—¿Estás cansado?— preguntó el castaño, llevando sus dedos al sedoso cabello de Richie para jugar con él. El pelinegro asintió.— Seguro no tardamos mucho en irnos al hotel.

—Me duelen los pies de tanto caminar.

—Tengo una crema para eso en mi maleta. Llegando al hotel te la presto.

Richie resopló con gracia. Claro que Eddie iba a tener una crema para eso, ¿quién más sino?

—Cómo te adoro— frotó la rodilla del castaño con su pulgar, y dejó su mano reposar allí.

Eddie sonrió levemente ante el tacto, y volvió a lo que hacía. Richie alzó la mirada sólo para encontrar la de Henry Bowers prácticamente penetrando su alma a través de sus ojos. Estaba al otro lado del salón, sin desviar su mirada psicótica ni por un segundo.

—Maldito loco.

—¿Quién?— dejó salir Eddie en una despreocupada voz, aún admirando la belleza de las fotografías en la pantallita de la cámara.

—Bowers. No lo mires; está allá enfrente.— Eddie miró a Richie alarmado; el dolor en sus costillas de repente volvía a hacerse presente, y era como si sus moretones anunciaran seguir allí. Sus rodillas volvían a doler y las palmas de sus manos se tornaban rojas otra vez. Recordar es volver a vivir, y Eddie deseaba más que nada poder eliminar cada insulto y golpe brindado por Henry Bowers de su mente. —No te alarmes, estaremos bien, sólo no lo mires— Richie miró hacia arriba, podía ver el pánico en la mirada de Eddie, y no estaría siendo sincero si dijera que él no se sentía igual de aterrado cada vez que cruza miradas con Henry, pero aún así intentó hacer que Eddie se sintiera más tranquilo.—...Perdón, no te quería asustar; sigue viendo tus fotos, cuando regrese Stan, nos vamos.

𝐂𝐢𝐠𝐚𝐫𝐞𝐭𝐭𝐞𝐬 ||reddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora