🚬ʀɪᴄʜɪᴇ ᴀɴᴅ ɪ

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Eddie

Al día siguiente del viaje no sólo Richie llegó a mi casa; me sorprendí al ver un auto diferente al que esperaba, esto distrayéndome completamente de lo que gritaba mi madre desde su sillón mientras yo cerraba la puerta con llave.

—¡Corre, Eddie! ¡vamos a dar una vuelta!— me gritó Bev una vez había terminado de bajar la ventana.

Era la pick up que los padres de Bill le habían regalado en su cumpleaños dieciocho hacía apenas unas semanas.
"El glorioso olor a legalidad te ha impregnado, Gran Bill" le había dicho Richie el día de su cumpleaños, con los brazos extendidos como si fuese a recibir un abrazo del cartón de cerveza que Bill cargaba saliendo de la tienda. Era mucho más fácil conseguir algunas cosas ahora que uno de nosotros era mayor de edad, ya no había necesidad de robarle o pedirle alguna botella de lo que fuera a nuestros padres para emborracharnos.

Que debo aclarar, no dejaría que ninguno de nosotros se excediera con esto del alcohol; sólo bebemos de vez en cuando y planeo controlar que siga así, no quiero a ninguno con problemas en el hígado.

Como sea, ahora, mientras Bill manejaba sin rumbo alguno, el interior de la camioneta  explotaba en una mezcla de la risa de Bev y el canto de Richie y Mike. Stan iba en el asiento del copiloto, marcando el ritmo de la canción con el pie y moviendo la cabeza. Él no canta al menos que suene alguna canción que de verdad le guste mucho.

Richie estaba sentado a mi lado, acomodado en el borde del asiento con los codos recargados en los de enfrente. Cuando nos subimos le pedí que se pusiera el cinturón, porque si chocábamos él sería el primero en salir disparado hasta el cristal de enfrente, pero claramente no me hizo caso. Razón por la que me vi obligado a decirle a Bill que bajara un poco la velocidad.

—Ey Billiam, ¿pasamos a la dulcería?— dijo Richie lo suficientemente alto como para que Bill pudiera escucharlo por encima de la música.

—Claro— respondió él. Sostenía el volante con una mano, pues la otra estaba ocupada sujetando sutilmente la de Stanley—. Tú invitas.

—¿Qué? ¿tengo cara de que me sale dinero de los huevos?– Stan subió el volumen de la música justo antes de que pudiera decir algo más; a lo que Denbrough sonrió, mirándolo por el rabillo del ojo.

Tiró su cuerpo hacia atrás, rebotando en el asiento y me miró. Dos segundos después sus brazos rodearon mis hombros mientras cantaba de la forma más nefasta posible en mi oído una canción de la radio mientras yo le pedía que se alejara.
Estaba muy seguro de que Richie conocía cada canción en existencia. No había una sola letra que no supiera, podía cantar la que fuera a la perfección, no siempre afinaba pero lo hace con tanto sentimiento y emoción que el cómo suene pasa a segundo plano.

Paramos frente a la dulcería, recibiendo un una mirada extraña del guardia de seguridad porque usualmente no vez a una horda de adolescentes entrar a un lugar donde venden dulces y adornos para fiestas infantiles.

—¿Quieres algo? yo invito— llegó Richie por detrás, tomándome por los hombros mientras andábamos por el pasillo de chocolates.

—Mm... no creo, aún no desayuno. Y no planeo desayunar golosinas.

—¿Edward Spaghettward Kaspbrak Tozier se saltó la "comida más importante de día"?— me miró extrañado, asomando su cabeza por mi hombro. Yo le había enseñado eso. Por muchos años evité que el desayuno de Richie fueran un jugo, frituras y un cigarro.

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⏰ Última actualización: Feb 15 ⏰

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𝐂𝐢𝐠𝐚𝐫𝐞𝐭𝐭𝐞𝐬 ||reddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora