Captulo 40 - Recuerdos de dos almas perdidas -

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NOTA IMPORTANTE: Capitulo con posibles temas delicados y fuertes, leer bajo responsabilidad

- Recuerdos de dos almas perdidas -

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Miraba por la ventana como todas las mañanas de aquel verano, el cielo azulado danzaba con la brisa moviendo lentamente sus nubes y permitiendo pocas veces algo de sombra, el lugar se había vuelto cálido y solo en momentos fríos cuando las ráfagas de viento sacudían a los individuos.

Le gustaba aquella nueva casa, le gustaba la ventana por la que observaba la calle, el parque que estaba justo enfrente de su hogar y sobre todo los vecinos amables que aparecían por la ladera pasando sus vacaciones de verano con tranquilidad.

Era una bonita casa, definitivamente le gustaba más que la casa del bosque al final de la Ciudad o la anterior casa que estuvo a esa, la que estaba en la orilla de una carretera, este nuevo hogar tenía más gente, más niños de su edad y más alegría que cualquier otra en la que antes pudo estar.

Se preguntó ¿Cuánto tiempo estaría ahí? Mamá le había dicho que solo un par de semanas, con la nueva época que se avecinaba no podría permanecer en una casa como aquella sin levantar sospechas de su monstruosidad, pero en cambio, y queriendo creerle más a su padre, este le dijo que permanecerían más de unas semanas ¿Un mes? ¿Dos meses? Estaba ansioso por la respuesta a esas preguntas.

- Tal vez con más tiempo pueda hacer más amigos - le había dicho a su padre.

Jamás se hubiera atrevido decirle aquello a su madre pero su padre aunque no le había dado la respuesta que esperaba al menos busco las palabras más delicadas y que menos le dolieran para decirle la verdad que ya conocía pero que en el fondo no quería aceptar.

- Querido - le miró con tristeza justo como siempre le miraba cuando hablaban de aquel tema - Tu no puedes relacionarte con nadie, lo sabes -

Aunque constantemente sus padres le decían que no podía tener amigos, que no podía tener familia o tan siquiera conocidos miraba la ventana de cada una de sus nuevas casas y se imaginaba socialízalo con las personas que pasaban, se imaginaba jugando la pelota como los niños del parque, o hablando de temas adultos con los hombres que pasaban por la orilla de la carretera.

Tenía solo nueve años, cualquier niño a esa edad se moría por salir al mundo y ser abrazado por el, se moría de ganas de tocar la hierba del vecindario, de aprender andar en bicicleta, de jugar a las atrapadas con los de su edad, de comer galletas con la vieja vecina y correr de los perros sueltos de la calle.

Pero Remus no podía hacerlo, sus tardes se limitaban en mirar por la ventana, ver pasar los días y las semanas para que se terminaran las vacaciones, y aún así después de eso jamás saldría de nuevo, no iba a la escuela, no iba a un colegio o convento, recibía educación en casa.

- ¿Por que no puedo salir? - le preguntó esa mañana a su madre incapaz de no intentar una vez más salir a la calle.

Realmente no esperaba una respuesta, su madre jamás le respondía a ese tipo de preguntas, aunque no era una mujer mala era una muggle alguien que aún no era capaz de acostumbrarse a las monstruosidades que representaba su hijo. Su padre en cambio era el que lo animaba más en esas situaciones desgraciadamente no estaba para reconfortarlo esa mañana.

- Estás herido - le dijo su madre desde la silla en la que se encontraba tejiendo lo que parecía una colcha - No puedes salir por eso -

- ¿Y podré hacerlo en una semana? En una semana estaré bien -

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