0. P R Ó L O G O

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Eran comienzos del verano. Él yacía sentado en una de las gradas mientras esperaba su turno para jugar. Su vista permanecía al frente, exactamente en los chicos que corrían detrás del balón. Mientras tanto, yo permanecía detrás suyo, a unos cuatro niveles más arriba.

Podría decirse que estaba cuidándolo.

Como en un viernes común, la universidad se encontraba casi desierta. Los maestros estaban fastidiados de tener que dar la clase a dos o cinco alumnos para luego tener que repetirla el lunes, así que se resignaban y nos dejaban la hora libre, claro, algunos profesores no se tentaban el corazón.

Para gracia o desgracia mía, había la existencia de una tradición en mi familia que eliminaba por completo los días de descanso innecesarios. En otras palabras, podría estar acabándose el mundo y mientras las clases no sean suspendidas ante un comunicado oficial, yo estaba obligada a asistir a todas mis actividades. Por eso, cada ocho días se me podía encontrar sentada en compañía de la soledad, observando a los chicos jugar.

Me sentía como una completa acosadora desde mi posición. Mis ojos no cedían ante el deseo de despegar la mirada del pelinegro frente a mí. Podría observarlo en completo silencio por varias horas y es seguro que no me cansaría. Bien sabía que podría simplemente levantarme e irme a caminar por ahí con completa libertad hasta mi hogar sin embargo, no podía hacerlo. De hecho, no podía dejar a ese chico solo y llegar a casa con la ausencia de mi futuro esposo.

Lee Felix, hijo menor de la familia Lee. El padre; un empresario y dueño de una importante agencia de eventos. Yo, por otro lado, hija del dueño de una cadena de salones y jardines de eventos. Ambos hombres de alto estatus se convirtieron en grandes amigos durante su etapa universitaria. La historia era corta, el par de amigos simplemente decidieron que consolidarían su amistad enlazándonos a Felix y a mí en un futuro matrimonio, donde ya de paso ambas empresas se unirían.

Para suerte mía, mi historia cliché estaba a salvo de terceras personas. Felix no tenía a una bella chica con el corazón esperanzado, y yo tampoco tenía a un modesto y humilde chico esperando por mi libertad. El matrimonio estaba libre de mermas y los más felices por ello, eran nuestros padres, claramente.

—¿_______? ¿Estás ahí?

Me giré ante el llamado, percatándome de la presencia de mi hermano mayor. Este con un aspecto miserable, sudado, agotado, con el ceño fruncido y la preocupación llegándole hasta la garganta.

—¿Qué sucede, Jinnie?

—Eso me gustaría preguntarte a ti, he estado llamándote, pero pareciera que estás en otro lado, ¿algo te molestó?

—¡No! —me apresuré a negar—. Estoy bien, sólo un poco distraída por el aburrimiento —le sonreí.

Hyunjin era bastante protector. Como su hermana casi gemela y la única que lo seguía, se volvió inevitable no formar una conexión entre nosotros. A veces me cansaba de su sobreprotección, pero luego debía admitir que ya a este punto estaba más que acostumbrada a ello. Así que no me quejé cuando mi hermano me devolvió la dulce sonrisa y me abrazó sintiéndose conforme con mi respuesta.

¡Puaj! Apestas —le aparté—. Apúrate y date una ducha —ordené.

—De pequeños solíamos hasta compartir el chupón, me duele que hayas cambiado de esta manera —dramatizó.

—Éramos niños además, necesito estar presentable para esta tarde, ¿recuerdas?

—¡Oh, cierto! Es la comida con tus suegros.

Asentí, llevando la mirada a la cancha. Ahora Felix se encontraba jugando en el lugar que Hyunjin recién dejó. Su coleta saltaba al ritmo de sus trotes y sus gestos serios sólo le aportaban más atractivo a su apariencia, era como un imán para mí atención y honestamente no podía quejarme por ello.

MANNEQUIN || LEE FELIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora