8. EL PRIMER DÍA SIN TI

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Sentí infernal el ardor en mis ojos. Mi llanto se había prolongado más de lo esperado, pero ahora ni siquiera era capaz de reconocer el verdadero origen de mi insistente desahogo. Era como si la situación de los Bae fuera sólo un pretexto para sacarme el clavo correcto en mi apaleado corazón.

Mi madre fue clara y al final de cuentas, tuve que asistir a clases al día siguiente de mi crisis.

____:
Asistiré, por favor te pido que no intentes hablarme o acercarte a mí.

Lixie ♡:
¿Por qué? ¿Estás bien? ¿Hice algo que te molestara?

____:
Sólo no lo hagas, no te quiero en mi entorno por ahora.

El mensaje que había dedicado a mi prometido me comenzaba a torturar. La idea de ignorarnos mutuamente, me dolía, sin embargo, era completamente necesario para tomar una buena decisión.

No puedo describir con exactitud mis pensamientos. Una mezcla desastrosa de razones sin fundamentos inundaba a mi raciocinio. Mi corazón comenzaba a doler al recordar las recientes actitudes amigables de Felix para conmigo. Pero automáticamente, mi cerebro se interponía ante la sumisión de mi amor con la clara excusa de la maldita lista.

No es una mentira decir que la gente de alto estatus suele perder la cabeza y hacer estupideces con tal de mantener su reputación alta y sus riquezas seguras. El pavor de perderlo todo; la ansiedad de ya no tener la lujosa vida de siempre; junto a la incertidumbre del futuro: son grandes aspectos que golpean constantemente a los grandes magnates en el mundo, por lo que no puedo culpar al viejo Lee por sus tontas desiciones.

Personalmente, ya no me encuentro dispuesta a ser parte de un teatro donde la única afectada, sea yo; donde la única que se entrometa completamente en el papel, sea yo. Así que, con la mente lo suficientemente preparada y abierta; terminé de arreglar mi ropa y me preparé para salir de la casa, esta vez tampoco esperaba la participación de Hyunjin en mi día, por ello, simplemente no avisé de mi temprana partida.

Mi llegada a la institución no fue meramente cómoda. Las miradas se posaban en mí como si el apocalipsis estuviera haciendo acto de presencia. No estar en compañía de mi hermano o con alguno de los hermanos Lee, era clara situación digna de una mañana de chisme en la cafetería. Por supuesto, también estaba al tanto de que esto ocurriría. Sin embargo, el mensaje parecía estar llegando erróneamente al pueblo estudiantil, pues los chicos comenzaron a verme como una presa recién lanzada al peligroso centro de un corral lleno de lobos hambrientos.

Me acerqué a la máquina expendedora, dispuesta a conseguir un jugo de lata. Con un descuidado movimiento mío, las monedas terminaron cayéndose al suelo, perturbando la calma de aquel sitio. De pronto, toda la atención se puso cínicamente encima mío. Podría asegurar sin dudas, que mi respiración incluso era principal tema de charla entre los grupitos alrededor.

Agaché mi cuerpo en busca de recoger mis monedas caídas, luego una mano ajena se hizo presente, recogiendo el resto de mi dinero. Levanté la mirada cuando ya no hubo más en el suelo y me dispuse a tratar de agradecer al sujeto frente a mí.

-Toma.

Una sonrisa brillante se dejó ver.

Sus ojos eran castaños con destellos rojizos. Estos mismos se disminuyeron en un par de arcos, como si sus ojos también me dedicaran tan ameno gesto. Las mejillas del chico eran un tanto grandes, dejándome ansiosa por querer pellizcarlas, pero tuve que salir de mi ensoñación en el momento que mi mano fue tomada para luego dejar las monedas sobre mi palma.

-Oh... Uh... Gracias.

El chico negó con la cabeza, calmadamente. Ambos nos enderezamos, volviendo a nuestra original posición, con la única excepción de que su mano seguía sosteniendo la mía. Me quedé hechizada por un momento. Sus gestos eran deslumbrantes y genuinos, como si de un ser mágico se tratara.

MANNEQUIN || LEE FELIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora