—¡¿Quién coño e' la madre me partió la mesa y por qué en la cocina había un poco de verduras quemándose en una olla?! —vociferó Jhoana cuando los muchachos entraron y cerraron la reja.
Yeferson miraba en la lejanía de la sala el manubrio de llaves sobre el mesón, trazando en su mente un plan para alcanzarlas sin morir en el intento de huir de su mamá formando peo.
—El poco de carajitos esos amigos de Débora vinieron pa' acá fue a hacer desastre —se excusó.
La susodicha lo fulminó con la mirada, moviendo una pierna con frenesí.
—¡¿Y por qué Mordisco Chigüire está lleno de melado de torta?!
—Porque comió torta —contestó Yeferson con obviedad.
—¿De dónde sacaron torta?
—De un cumpleaños —el moreno reiteró el tono.
Jhoana alzó la pierna, se quitó una chola y se la lanzó directamente a la cara.
—Tas miando fuera del perol, coño e' tu pepa. Acomoda todo ese desastre, si no no sales más.
—Mamá, soy mayor de edad.
—¿Entonces por qué sigues en mi casa?
Sin contestar más, Yeferson agarró la escoba y se puso a barrer bajo el registro de Jhoana.
—Después de grande, mongólico, haciendo desorden.
—Ya te dije que fueron Débora y su kinder borracho.
—Cállate Yeferson Jesús, le creo más a mi abuelo que se cayó a machetazos con el diablo en un cerro que a ti.
—Que arrecho —musitó el aludido, procediendo a lavar los platos mientras su mamá echaba chisme con Débora en el mueble.
Al rato el moreno terminó con su labor en la cocina y se encerró en su cuarto con la mitad de la camisa mojada como un fregador que se respeta.
Alguien tocó el timbre y Jhoana fue a atender. Al abrir, encontró a la señora Yubiricandeleisy con una carpeta marrón en la mano y señalando con un lapicero un formato de los apartamentos divididos en casillas rectangulares.
—Vecina, ya llegó el camión con las bolsas del clap, hay que ir haciendo la cola para retirar.
—Okey Yubi, ya mando a mi hijo —Jhoana firmó como propietaria en la hoja para confirmar el retiro y se volvió hacia su hijastra luego de cerrar la reja—. Débora, anda a decirle a la plastemierda aquella que vaya a buscar la bolsa, yo me voy a bañar.
La castaña bostezó a ojos cerrados por el cansancio que la embargaba y caminó hasta la puerta de la habitación del moreno a pasos apesadumbrados, la cual tocó con la misma pereza con que caminaba.
Al minuto abrió Yeferson y Débora se le quedó viendo con excepticismo al mirarlo con el torso descubierto y el cabello húmedo, pues en ese instante su memoria se transportó a su primera noche en el apartamento, recordó que Yeferson le había abierto la puerta con una apariencia similar cuando ella fue a pedirle pasta de dientes. Débora alzó la comisura de sus labios inconscientemente, esas primeras semanas detestaba su mísera existencia cerca de ese ser tan ordinario, y ahora lo manipulaba, a veces sin ser consciente de ello.
—Colgatedeste —Yeferson señaló su entrepierna al recordar lo mismo, ambos rieron.
—Es muy raro —admitió ella.
—¿Que antes odiaras hasta la idea de tocarme un pelo y que hace unas horas lo tuvieses en la garganta o...?
—Quería decirlo de otra manera, pero es muy irónica tu sutil analogía, Yeferson —la castaña apretó los labios—. Jhoana me ha pedido que te avise que vayas a buscar la bolsa de comida.
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Bajo la misma arepa
Hài hướcTras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios años. En este país completamente desconocido para ella, tendrá que adaptarse a su jerga, sus costumbres y su gente. La pareja de su padre el r...