Había logrado evadir a su progenitor durante lo que restó del día interior, pero no pudo hacerlo al día siguiente cuando ya estaba lista y se le hacía tarde para llegar al instituto. A Miguel David también se le hacía tarde para ir al trabajo, pero ambos sabían que su conversación, por salud relacional, no debía posponerse más.
Mientras Miguel David se tomaba su café matutino apoyado de la encimera, Débora salió a la sala, arreglando el cuello de su camisa beige, fingiendo que no había notado su presencia.
Su padre se bebió lo que quedaba de aquel tórrido y amargo adictivo y se acercó.
—Buenos días.
—Eh, hola —respondió ella, a secas. Quería lanzarse a abrazarlo porque sabía que había accionado mal y que él en parte tenía razón, pero otro de sus irrevocable a defectos era ese orgullo del demonio que no daba cabida a impulsos de ese índole.
—¿Te costaba mucho pedirme permiso?
—Responde con sinceridad, padre, ¿Me habrías dicho que sí? —él mantuvo silencio—. A la primera no, al final tendría que sucumbir a una mentira.
—Vale, hija, yo...
—Venezuela no es lo mismo que España, de hecho, todavía no les encuentro ninguna similitud. Pero así como podía defenderme en España, puedo cuidarme aquí, me harta tener que salir con un chaval que me desagrada solo porque es tu única maldita condición. ¿Acaso no has visto cómo nos llevamos? Pésimo, por si te hace falta oírlo de mí. Mi idea de pasarlo bien con mis amigas se arruina instantáneamente cuando me obligas a llevar a Yeferson a hacer de Valet parking. Ah, y dudo mucho que ese sea tu único pretexto, por cierto.
Sintió que se quitaba un peso de encima al dejar salir todo aquello. Otro padre sin empatía y con mil aires de machista habría colocado un castigo más severo por decir todas esas cosas sin pelos en la lengua, peo no Miguel David. Antes de ser padre, era un adulto racionable y comprensivo. Y, mucho antes de ello, también fue un adolescente y conocía el sentimiento de impotencia cuando te ponen límites absurdos o prohíben algo sin bases lógicas.
—Ya estoy cansada de que uses la excusa de que me sigues viendo como a una niña, porque me demostraste lo contrario anoche cuando te insinuaron que me iba a follar y ni una mala cara pusiste. ¡Espero que el maldito carro te dure toda la vida, porque me siento muy decepcionada de ti! ¡De tu desconfianza, de tus prioridades materiales y de tu jodida predilección por el capullo del hijo de tu mujer!
Entonces, Miguel David soltó una risa sardónica, tan sincera que desconcertó a su hija. Con las lágrimas casi saliendo de sus ojos, le preguntó:
—¿Por cuánto tiempo más vais a fingir que os gustáis? Porque Jhoana y yo ya hemos hecho la apuesta.
—Serás...
—Hija... —suspiró, sacando el celular de su bolsillo y entregándoselo—. A mí también me desagradaba Yeferson, me parecía el ser más frívolo y marginado del planeta, pero con el tiempo aprendí que es bastante responsable y no es capaz de hacerle daño a nadie ni porque se lo hagan primero a él. Con el tiempo no me quedó más remedio que reírme de sus chistes vulgares y hacer oídos sordos a su lenguaje indecoroso.
»En realidad no sé si os gustáis, tal vez solo estoy sacando conjeturas erradas. Pero me tenéis mareado con eso de discutir a casa rato y luego salir a visitar a los vecinos hasta las once de la noche. ¿Qué es eso de que Yeferson se esté parando temprano a hacerte desayuno y después verlos matándose en plena sala? Sóis bipolares o os cuesta admitir que os gustáis, una de las dos tiene que ser, y sé que tú no eres loca para cambiar de actitud a cada nada.
—Papá...
—Se pasó de gilipollas con decirme la verdad, te juro que yo te había creído. Y todo lo hizo porque le saboteaste unos apuntes; eso no se hace Covadonga. Lo siento, cariño, puedes salir con tus amigos siempre y cuando no vuelvas a mentirme.
—No volveré a hacerlo si no sigues usando a Yeferson como condición para dejarme salir. Es demasiado molesto, padre.
—Vale.
—Y sigo molesta contigo —lo señaló—. Muchísimo.
—Vale, tienes motivos y los respeto —se alzó de hombros—. Por cierto, Yeferson te ha hecho una arepa con queso, está guardada en el horno, yo le dije que posiblemente no querrías nada, pero igual te la ha dejado.
—Sí... Creo que no le hablaré todavía. Hizo que tú y yo pelearamos. Se pasó de puto. Bueno, ya me voy.
—Espera, un momento —Miguel David sacó las llaves del auto de su bolsillo y se las arrojó, Débora las atajó en el aire—. Me lo regresas con el tanque lleno.
—¡Está bien, pero sigo cabreada! —le gritó la castaña cuando salió corriendo escaleras abajo al estacionamiento.
—¡Sí, yo también te amo!
~•~
En la noche, todos permanecían sentados en el comedor mientras cenaban una comida que Yeferson hizo especialmente para Débora a modo de disculpa indirecta. El pobre intentaba sacar mil temas de conversación para hacerla reír o molestar, cualquier reacción le favorecía, pero ella se encontraba hermética, limitando a hacer ruido solo al impactar inevitablemente los cubiertos contra los platos de porcelana.
—Ya me han pagado mis vacaciones en la empresa, he pensado que tal vez podríamos ir a la playa —comentó Miguel David, entrelazando su mano con la de Jhoana encima de la mesa.
—Sí, rico —accedió Débora, fue entonces cuando Yeferson se dió cuenta de que ella estaba arrecha solamente con él—. ¿Creéis que pueda invitar a Bárbara? Le haría mucha ilusión.
—Claro, así conocemos a tu amiga —Jhoana le sonrió.
—Es un plan perfecto —empezó Yeferson, cortando un pedazo de carne—. Tiene los ojos azúl vinagre, así que con uno está pendiente de nosotros mientras nos bañamos y con el otro vigila el toldo.
—¡Yeferson Jesús, respeta! —su mamá lo pisó por debajo de la mesa.
—¿Azúl vinagre? ¿Cómo así? —inquirió Miguel David, sabiendo que las ocurrencias malévolas de su hijastro eran infinitas.
Bajo la mala mirada de Jhoana, Yeferson se inclinó hacia la derecha para susurrarle a su padrastro:
—Uno pal' sur y el otro pal' coño e' la madre.
Transcurrieron otros minutos en silencio hasta que el moreno volvió a captar la atención.
—Entonces si va azúl vinagre, me imagino que yo puedo invitar a Brayan.
—No —se opuso Jhoana, de inmediato—. A ese malandro no lo quiero yo aquí.
—Ah pues mamá, no te pongas plástica. Tú lo ves así; con esa cara de crímen y léxico de penal, pero el Brayan Yonkleiver es un pana chévere.
—Ya dije que no.
—Coño pure, tú nojoda.
Débora no fue capaz de reprimir una sonrisa triunfal, y esa vez fue Yeferson que la apuñaló con la mirada.
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Hola, arepitas con lentejas.
Quiero dejar claro que esta historia NO está adelantada en borradores, esto significa que cada capítulo que escribo, lo subo de una vez. Afortunadamente he podido actualizar todos los días porque estoy de vacaciones, pero habrán días donde no podré actualizar (no pasará seguido) por falta de tiempo, ya que estoy con diligencias de la universidad y estoy buscando trabajo.
Justo ahora (25/07/22 5:20am) voy saliendo a una entrevista de trabajo, deseen éxitos ✨
Gracias por estar siempre pendiente de las actualizaciones, saben que hago todo lo posible para estar activa con ustedes. Los quiero mucho<3
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Bajo la misma arepa
ComédieTras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios años. En este país completamente desconocido para ella, tendrá que adaptarse a su jerga, sus costumbres y su gente. La pareja de su padre el r...