¿Qué pasa cuando las historias se terminan?, ¿Qué pasa con las pequeñas incógnitas que nunca se resuelven con el pasar de una historia?
¿A dónde van los cabos sueltos?
Parece que aquí.
Primeras veces tiene uno de mis finales favoritos, porque aunque es un final feliz que habla de amor y de todo lo que nos gusta, también es un final realista. No es un felices para siempre sin más, porque todavía habla de las cicatrices que quedaron después de toda la historia.
Sin embargo, hay una segunda primera vez entre Susi y Villa que nunca se contó cuando la historia se termina.
Este "Después" está situado justamente después del epílogo de esa historia, y narra ese pequeño cabo suelto acerca de su segunda primera vez que quedó pendiente....
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Susana Isaza.
Me despierto primero que él.
No porque me despierte de verdad, sino porque pongo el despertador lo suficientemente temprano para estar segura de que estaré en pie antes que él.
Son las 7:15 de la mañana y el sol alumbra de una manera espectacular sobre Cartagena.
La cama de nuestra habitación encara un ventanal enorme del tamaño de una pared entera que da vista a la playa, y el mar parece calmo e infinito bajo el cielo azul de la mañana.
Es una vista increíble.
Las gaviotas vuelan sobre el agua y luce como un paraíso ahí afuera.
Me importa un carajo.
Giro sobre mi almohada y lo veo dormido junto a mí, al otro lado de una columna de almohadas que nos mantienen separados durante la noche, para mantener a raya mis malditos ataques de pánico.
Su boca luce relajada cuando está dormido, y su labio inferior sobresale en un puchero infantil que lo hace parecer dulce a pesar de la virilidad fiera en las formas de su cara.
Me despierto primero para poder mirarlo.
Para sentir que dormimos juntos porque, aunque lo escucho respirar junto a mí, y la inmensidad del amor que siento por él me derriba cuando abro los ojos y veo la forma en la que el pelo le cae descuidadamente sobre la cara; todo lo que quiero es que podamos dormir abrazados como antes.
Recuerdo la sensación de entrelazar mis piernas con las suyas por debajo de las sábanas.
De rozar sus pantorrillas con mis pies cubiertos por esos calcetines con manzanitas bordadas que lo hacían reír.
Recuerdo acurrucarme en su cuello, y sentir su aliento en mi frente mientras me iba a la deriva del sueño con la música de sus latidos y su respiración en mi oído.
Ya no hay música.
Me despierto a su lado, pero no entre sus brazos.
Así que me despierto primero, y obligo a la vigilia a abrirse paso en la niebla de mi cerebro adormilado. Necesito asegurarme de que estoy despierta y consciente de que la persona que está a mi lado es él. Este hombre al que amo y que me ha elegido incluso por encima de sí mismo.
