La furgoneta está esperándonos afuera del edificio cuando salimos.
Estoy ojeando la carpeta que ella nos dio, aunque la tarjeta de visita está en mi bolsillo.
- ¿Vio que no fue tan grave? – Me felicita mi hermano y me echa el brazo alrededor del cuello - ¿A dónde quiere ir a comer como premio por ser un adulto por dos horas?
- Usted no ha sido capaz de ser un adulto en 26 años, cállese – Lo regaño con una mueca
- Vamos a ese indio que le gusta, venga – Me anima Villa
Cierro la carpeta y me la pongo debajo del brazo.
- Gracias, perros. Pero luego de que me trajeron acá engañado por dos horas a escuchar números, quiero caminar un poquito
- Pero a usted le encantan los números – Observa Isaza, frunciendo el ceño
Martín deja de abrazarme y me da la mirada.
La mirada de hermano que me conoce mejor que cualquiera, y me inquieto un poco porque no quiero que me pregunte algo que yo mismo no sé explicar.
- Uy, la mirada – Se da cuenta Villa. Isaza se estremece con horror
- Mejor los vemos en la furgo – Indica Isa antes de irse corriendo, porque saben que a la mirada suele seguirle un examen de conciencia dramático y un momento de intimidad de hermanos.
Por lo general, la mirada va de mí hacia Martín cuando hace algo estúpido (algo que sucede con mucha frecuencia), pero que él me de la mirada a mí es tan poco común que incluso yo quiero salir corriendo.
- Dígamelo – Me exige
- ¿Uh?
- Dígamelo. No lo voy a juzgar – Repite
- No tengo idea de qué está hablando, Marto – Contesto, haciéndome el desentendido.
Nunca le he dicho nada acerca de este asunto a nadie.
Ni siquiera a mi hermano, que es partidario de cualquier cosa sexual siempre y cuando sea divertida, legal, consensuada y responsable.
Tampoco estoy planeando admitirlo en voz alta en el corto plazo.
Él se queda mirándome por un momento, y las palabras pican en mi lengua.
¿Pero qué le diría?
No tengo una explicación.
Francamente, no sé cómo pasó.
Además, la odio. No tiene sentido.
Aún así, estoy pensando en salir de aquí, porque falta poco para las 4 y tengo una reunión.
- Está bien – Dice mi hermano, aunque sus hombros caen revelando la decepción que está tratando de ocultar, porque siempre le cuento todo – No me lo diga si no quiere. Solo cuídese, Moncho
- No hay nada que decir – Repito, porque la idea de que se sienta decepcionado de mí altera todo el orden de mi universo – Lo amo mucho, Marto. Nos vemos más tarde, ¿sí? Solo quiero caminar un rato
- Hágale. Lo quiero mucho
Me da un golpecito en el hombro que me dice que de todos modos lo sabe, y yo sé que lo sabe, pero me permitirá guardarlo en silencio por todo el tiempo que necesite, aún si siempre nos contamos todo con absoluta confianza.
Le sonrío, diciéndole sin decir que todo está bien. Tampoco es nada del otro mundo.
Levanto una mano para despedirme de los demás y giro en sentido contrario al que toma la furgoneta.
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° El amor después del amor °
Fanfiction¿Qué pasa cuando las historias se terminan?, ¿Qué pasa con las pequeñas incógnitas que nunca se resuelven con el pasar de una historia? ¿A dónde van los cabos sueltos? Parece que aquí.