Verónica Snow.
La enfermera se queda mirándome, esperando que diga un nombre y un número de teléfono.
Hay muchas personas a las que podría llamar.
Mi hermana llega esta noche de un viaje a Nueva York, y se supone que íbamos a hacer una pijamada en mi casa.
Quería estar aquí para la primera ecografía, que irónicamente iba a ser en dos días.
¿Cómo la recibo con esta noticia?
Tengo amigos y primos que podría llamar, pero no quiero ver la lástima en la cara de ninguno. No quiero que me digan que todo va a estar bien, porque nada lo estará.
Esta era mi última oportunidad de ser madre, y se ha ido.
La sangre me resbaló por los muslos y se llevó mi sueño más grande. El único que ni mi intelecto, ni mi dinero, ni mi éxito profesional lograrán darme.
No quiero llamar a nadie, porque no quiero tener que decir esto en voz alta.
Mi voz no va a pasar a través del nudo en la garganta, y no quiero obligarme a fingir que estoy bien, porque no lo estoy, y no tengo ganas de estarlo.
Pero la enfermera sigue mirándome, y no me van a dar el alta si no hay un acompañante que venga por mí.
Una segunda enfermera, que fue quien me acompañó en todo el proceso de legrado posterior al aborto espontáneo (que en este caso no costó demasiado, porque ya mi bebé se había ido para el momento en el que me pusieron en la camilla); entra a la habitación con todos los documentos para que me den el alta en la mano.
- ¿Qué pasa? – Pregunta, al ver que su compañera solo está parada ahí mirándome
- Todavía no tenemos un acudiente que la acompañe para autorizar el alta – Responde la otra chica, dándome una mirada de impaciencia
Me abrazo las piernas y la ignoro, porque su impaciencia me importa un comino.
Mi aborto fue tan fulminante que ni siquiera siento dolor.
La hemorragia se llevó todo en cuestión de minutos, así que no hay ninguna razón para que tenga que salir de aquí acompañada.
- Pero su esposo sigue en la sala de espera – Dice la segunda enfermera sin entender
Parpadeo lentamente, tratando de entender que siguen hablando de mí.
- ¿Mi esposo? – Repito
La enfermera tiene que ver la extrañeza en mis facciones, porque se sonroja furiosamente.
- Disculpe. El chico que la trajo. Solo asumí que...
Se calla cuando mi ceño se frunce más profundamente.
Sé exactamente lo amenazante que luce mi cara cuando hago eso, y he aprendido a usarlo en mi favor, pero ahora mismo ni siquiera lo hago voluntariamente.
¿Simón sigue aquí?
¿Por qué?
La enfermera se aclara la garganta.
- En todo caso, ya que él está aquí, puede firmar los documentos del alta si está de acuerdo – Indica ella
¿Por qué Simón está aquí?
Pero ahora mismo tengo que ser práctica, y que esté aquí me sirve para poder largarme sin tener que rendirle cuentas a todas esas personas que se preocupan por mí y van a empezar a tratarme como una inválida cuando les dé esta noticia.
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° El amor después del amor °
Fanfiction¿Qué pasa cuando las historias se terminan?, ¿Qué pasa con las pequeñas incógnitas que nunca se resuelven con el pasar de una historia? ¿A dónde van los cabos sueltos? Parece que aquí.