Cabo suelto VIII: Aquello que me diste (Parte II)

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Juan Pablo Isaza.

Sentarme detrás de mi piano en casa rara vez se siente como trabajo.

Suele ser mi lugar feliz.

Pero después de que ella sale por la puerta con una sonrisa enorme, cada minuto se arrastra por el reloj con una pereza tan infinita que me siento encerrado aquí.

El tiempo nunca ha pasado tan lento como ahora.

Apoyo la cabeza en la tapa del piano y paso los dedos por las teclas sin ningún propósito, porque ahora solo puedo pensar en la manera en la que el cabello le enmarca esa cara bonita, y en cómo el deseo de pasar los dedos por las hebras suaves de su pelo se hace más irrefrenable cada vez que la veo.

Alguien se aclara la garganta, y subo los ojos para ver a Ángela para en la puerta del estudio.

- ¿Qué?

- ¿Qué te dijo Mel?

- Nada. Le di un regalo tonto por su cumpleaños

- Ya – Dice mi hermana menor mientras pone una sonrisa de hada madrina. Ruedo los ojos

- ¿Qué necesitas, koala?

Se le escapa una risita encantada, porque le gusta el apodo que le di, ya que puede dormir por cantidades de tiempo imposibles como el animalito en cuestión.

Entra al estudio y me da un golpe en el muslo, así que saco las piernas por un lado del banco del piano y le hago espacio para que se siente en ellas.

Me rodea el cuello con los brazos y deja un beso en mi mejilla.

- Te gusta Mel – Asegura

Me quedo en silencio y apoyo la cabeza en su hombro.

Me acaricia el pelo cariñosamente, y cierro los ojos mientras respiro.

Es muy estúpido seguir intentando negarlo.

- Si – Respondo escuetamente

Ángela suelta un gritito histérico que me hace reír.

- Pero no sé si voy a hacer algo al respecto – Me adelanto

- ¿Qué?, ¿Cómo que no?

- Es muy joven, Ange. Demasiado

- Solo son cuatro años, idiota sobreactuado

- Tiene la edad de mi hermanita – Subrayo

- ¿Crees que Susana no es lo suficientemente madura e inteligente para salir con un tipo de tu edad?

Cierro los ojos más fuerte, porque la imagen mental me hace desear romper cosas.

- No hay palabras para explicarte lo fervientemente que espero que no lo haga

- ¿Ni siquiera si el tipo fuera decente como lo eres tú?....Si fuera...No sé, ¿Villa? – Sugiere

Saco mi cara de su cuello y le doy una mirada con el ceño fruncido.

- Ange, no – Niego con la cabeza exageradamente – Le tendría que dar un puño en la cara y sería lamentable, porque la cara de Villa vende entradas para los shows

- Solo es un ejemplo, bobo – Se ríe ella – Lo que quiero decir es que si dos personas son buena gente y se gustan, cuatro años no deberían ser un drama

- Estoy seguro de que, si ella tuviera 20 y yo 24, no lo serían. Pero ella está cumpliendo 16, y yo tengo casi 20. En este momento, cuatro años son una vida entera

° El amor después del amor °Donde viven las historias. Descúbrelo ahora