Cabo suelto VIII: Aquello que me diste (Parte IV)

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Durante.

Melissa Paredes.

Él asegura mi cobija de Hello Kitty a nuestro alrededor cuando un trueno resuena en el exterior.

Mi libro de anatomía está tirando en la cama detrás de mí, pero ya no quiero ponerle atención.

Solo me abrazo más fuerte a él, y como ya no podemos estar más cerca, subo mi pierna por encima de las suyas. Me doy cuenta de que me da una mirada, pero sigo con mi mirada fija en el televisor, como si no me diera cuenta de la forma en la que nuestros cuerpos están enredados.

Elegimos una película increíblemente buena, y normalmente aprecio mucho las buenas historias, pero él llegó de gira anoche y este es el primer rato que tenemos a solas luego de que pasáramos todo el día con su familia, teniendo a Susana y a Ángela pegadas a él como marsupiales.

Por fin hemos regresado a mi casa, que por variar está completamente vacía, y como si nada hubiera cambiado, nos hemos preparado para ver una película. Pero si hay algo que cambió, y es que ahora puedo abrazarlo. Está haciendo mucho frío, así que ambos estamos cubiertos por mi cobija.

La habitación está a oscuras, iluminada únicamente por la luz que emite la pantalla del televisor. Nuestros cuerpos están enredados de una manera en la que ya no es obvio donde empieza uno y termina el otro. Estoy recostada en su pecho, y siento sus dedos recorriendo mi pelo distraídamente mientras miramos la película.

Es una buena película.

Pero estoy más interesada en su cercanía. En la manera en la que su cuerpo se siente tibio contra el mío, y como esa colonia deliciosa que siempre usa parece mezclarse con el olor de su sudor y hacerse más cálida.

Subo la nariz hacia su cuello y aspiro.

- ¿Qué? – Me pregunta con una sonrisa

- Nada – Respondo mientras me acurruco de nuevo contra él

- ¿Tienes frío?

Tengo puesto un hoodie calentito, unos pantalones de yoga y unas medias de navidad peluditas, y mi cobija nos cubre a los dos, de manera que el ambiente es cálido y delicioso, a pesar de que la tormenta que azota el exterior es tan fuerte que mi ventana casi vibra por la inclemencia de las gotas.

No tengo nada de frío, así que no sé por qué miento.

- Un poquito – Le respondo

- Ven acá – Me dice

Pone esa mano grande de guitarrista en el centro de mi espalda y me arrima contra su cuerpo.

Sé que quiere ser cariñoso y dulce y protegerme del frío, pero estoy absolutamente loca por él, así que me aprovecho. Ya que mi pierna está por encima de las suyas, solo me toma un ligerísimo impulso para subirme encima de él. Me recuesto sobre su pecho y me acurruco.

Se ríe.

- Mel... - Empieza a decirme algo, pero apoyo mi cabeza en su pecho y lo ignoro

- Cántame – Le pido

Sé que hay un dejo ligeramente sexual en la forma en la que nuestros cuerpos están enredados ahora mismo, pero la cuestión es que no me interesa.

Solo quiero sentirlo cerca luego de todo el tiempo que estuvo lejos. Quiero su olor, el calorcito de su cuerpo, el tacto aterciopelado de su piel.

Y su voz...

No a través de una pantalla, sino resonando toda para mí con la reverberación deliciosa de la caja de resonancia de su tórax.

° El amor después del amor °Donde viven las historias. Descúbrelo ahora