Cabo suelto X: La odio (Parte V)

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Abro los ojos la mañana siguiente y pasa un momento antes de que la realidad se asiente.

Ya no soy madre.

Nunca lo voy a ser.

Me llevo las manos al vientre por costumbre como hacía todas las mañanas, y aunque mi embarazo no llegó lo suficientemente lejos para que sintiera algo físicamente, el gesto solía parecer especial, y ahora se siente vacío.

Me acurruco en mi almohada, y una nube del olor de Simón que parece haberse quedado ahí viene a mi nariz.

Excepto que no estoy durmiendo sobre mi almohada, sino sobre la que él utilizó anoche y cambié rápidamente mientras mi hermana estaba en el baño para que no la usara ella.

Soy una mujer lo suficientemente coherente y consciente de sí misma para entender que ese gesto tiene un trasfondo que va más allá de que él usa una colonia de excelente calidad.

No puedo fingir que su presencia no me salvó anoche de más maneras que de las literales, y aún ahora su aroma se siente dulce, como un abrazo a la distancia.

Me doy cuenta de que eso significa algo, pero no sé si estoy lista para ponerlo en palabras, porque eso implicaría ir en contra de mí.

Nunca saldría con un hombre como él.

No tengo paciencia para aguantarme las giras y las grupies, y solía pensar que era bastante tonto, excepto que ahora sé que no es el caso en absoluto.

También es la persona más compasiva y gentil que conozco.

Y tiene unos labios increíbles.

Valentina no está en la cama conmigo y la oigo trastear en la cocina, supongo que haciéndome un desayuno reconfortante.

La amo con todo mi corazón, pero su cariño se vuelve asfixiante cuando se preocupa por mí, porque no va a parar de llenarme de atenciones hasta que no me vea sonriendo, y sucede que no tengo ganas de sonreír.

Por un instante, oigo un eco de la voz de Simón diciéndome que tenía permitido sentir mi dolor.

...Y otra vez estoy pensando en él.

Con un suspiro de frustración, hundo la cara en mi almohada y aspiro su olor otra vez, aunque se ha ido difuminando a lo largo de la noche, y se siente como una pérdida enorme por alguna razón.

Básicamente estoy pensando cuando oigo sonar mi celular, y me estiro a ciegas para tomarlo, preguntándome si la forma más fácil de seguir adelante solo es irme al trabajo y hacer lo que hago mejor.

Pero lo lógico de esa idea y del mundo en general desaparece cuando me doy cuenta de que tengo un mensaje sin leer de Simón.

Mis manos se vuelven torpes y el celular se me cae en toda la frente mientras intento reunir la coordinación suficiente para levantarme hasta una posición sentada y leer su mensaje.

Simón: Hola, Copito

Tomo una respiración lenta, porque no puedo creer que esas dos palabras simples me hagan sentir lo que estoy sintiendo.

Solo es Simón.

Él me llama La Bruja, o me dice Copito para molestarme.

Es la misma persona que era hace dos días cuando no podía soportarlo, aunque eso nunca fue cierto del todo.

Siempre he elegido mi traje más favorecedor cuando sé que él va a venir.

Le he confiado mi cuerpo sin ninguna vergüenza, y con la excusa de odiarnos, le he hecho exigencias sexuales que nunca me habría atrevido a hacerle a otras personas, y él siempre ha estado a la altura.

° El amor después del amor °Donde viven las historias. Descúbrelo ahora